El martes, cuando la lectura de poesía había finalizado, Leonidas se acercó hasta la silla de Laura Y dijo:
- ¿Recuerdas la promesa que te hice ayer?
Ella asintió con su cabeza.
- Bueno... pues entonces... cierra los ojos.
Cuando Laura los abrió tenía entre las manos una caja decorada con un listón de seda color rosa.
- ¿Es para mi? - preguntó sorprendida
- Sí, Laura, es para ti ¿Qué esperas para abrir tu regalo? ¡vamos, hazlo!
Leo se arrodilló junto a la silla donde Laura estaba sentada, no quería perderse de ver de cerca en su rostro los gestos cuando descubriera lo que había dentro.
A Laura le brillaron los ojos con un fulgor único e indescriptible.
- ¡Son hermosos! - dijo ella sosteniendo delicadamente los bolígrafos en sus manos
- ¿Te gustan?
- ¡Me encantan! - exclamó sonriendo.
Esa era la primera vez que Leo veía a Laura sonreír, y pensó que tenía la sonrisa más dulce y bella que hubiera visto en su vida.
- Ahora puedes escribir todo lo que quieras - añadió Leo entregándole también un paquete con páginas en blanco.
A Laura se le llenaron los ojos de lágrimas, ya no podía contenerlas y se rodaron por las mejillas como dos ríos hasta desembocar bajo su rostro.
- No, por favor, ya no quiero volver a ver llorar éstos hermosos ojos negros - dijo Leo secándole las lágrimas con su pañuelo- se supone que deberías estar feliz.
- ¡Lo estoy! - dijo ella admirando sus bolígrafos como si se tratara de un valioso tesoro - Pero...
- Pero ¿qué? - preguntó Leo
- El doctor Aquiles...
- No te preocupes, ya hablé con él sobre esto. Podrás venir cuando quieras a escribir al jardín, en tu cama antes de dormir, o qué se yo, cada vez que sientas la necesidad de hacerlo
- ¡Muchas gracias, doctor!
- Todavía no lo soy, llámame simplemente Leo, y no tienes por qué agradecérmelo, lo hice porque sé que amas hacer esto más que nada en el mundo.
- Sí, escribir para mí es como respirar, si no lo hago...
- Si no lo haces... ¿qué?
- Siento que me muero...
- Laura, háblame sobre ti ¿Desde cuándo escribes?
- Desde que era una niña, siempre fui muy tímida y no hablaba mucho. Un día descubrí que cuando escribía era como si el papel estuviera escuchándome, entonces yo comencé a contarle todo. Cada vez que lo hacía era como si me quitara un enorme peso de encima.
- Eres realmente buena en lo que haces, Laura, ¿Nunca consideraste estudiar Literatura?
- No terminé la universidad
- Cuando salgas de aquí podrás retomar tus estudios.
- Yo nunca saldré de aquí
- ¿No quieres salir, Laura?
- No sé lo que quiero, tengo miedo...
- ¿Miedo? ¿A qué?
- Ya no quiero seguir hablando, no me siento bien - dijo levantándose abruptamente - gracias por el regalo, no me lo merezco.
- ¡Claro que te lo mereces, Laura! eso y más
- Tengo mucho sueño
- ¿El doctor Aquiles te dio alguna pastilla?
- Sí.
- ¡Me prometió que no te darí...! Olvídalo Laura, hablaré con él más tarde. Ve a descansar, te veré mañana por la tarde.
- Adiós, Leonidas - dijo en un susurro
Escuchar su nombre en labios de ella le produjo una revolución de emociones en su interior. Laura desapareció entre los arbustos de rosas y Leo entre una dulce y dolorosa confusión.
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LEONIDAS, EL ESTUDIANTE DE PSIQUIATRÍA
RomanceA un año de completar su carrera, Leonidas, un aspirante a psiquiatra, intentaba poner a prueba un método experimental con los pacientes de un sanatorio mental. Su audaz y atípico experimento es visto con recelo y desconfianza por parte del parte d...