Capítulo 7

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Ni siquiera él sabía quiénes eran los padres de aquellos niños. Durante la guerra los hijos de mortifagos se habían encontrado bajo el mando del señor oscuro desde el primer segundo, alejados de unos padres que solo querían ser el favorito de su señor, quizás el niño que le miraba era un Avery o Carrot, pero ni siquiera sus padres biológicos lo sabrían, lo único que lo definía como hijo de mortífago era aquel brazalete verde oscuro en su brazo derecho. Analizo de pies a cabezas al infante, carecía de zapatos y la suciedad cubría más allá de sus tobillos, la ropa le quedaba claramente pequeña siendo culpable de esa postura encogida, como queriendo ser más pequeño de lo que ya era, su mejilla se encontraba hinchada y sangre seca cubría su frente posiblemente había tenido una pelea con uno de los otros niños del lugar y no había acabado bien para él pues sus ojos marrones mostraban la ira de una batalla perdida, por último se fijó en como su piel de pegaba a los huesos casi fundiéndose con los mismos, la contrario que los demás niños su malnutrición era clara.
El alfa soltó un profundo suspiro que llamó la atención de su acompañante, sabía que esos sentimientos maternales eran propios de un omega no de un alfa adulto como él, pero la verdad es que el nunca había sido un alfa normal.
-Deja de mirar al niño-llamo la atención Percy- lo vas a asustar.
Severus suspiro y alejo la mirada del infante concentrándose en los dibujos de animales pintados en la pared, estaban esperando a la directora del orfanato la cual había encargado un gran pedido de pociones contra el resfriado, por lo visto había un brote en el lugar. El alfa no entendía que hacía allí, el no se reuniría con la mujer, su amo se lo había prohibido.
-Señor Weasley acompáñeme por favor- hablo una dulce omega de intensa mirada-la directora la espera.
-No la líes- le aviso el pelirrojo antes de desaparecer de su vista dejándolo solo y aburrido.
El calor empezó a inundar le, a pesar del frío que hacía fuera ese lugar se encontraba acondicionado para parecer una tarde de verano. Con un gruñido se quitó la larga túnica y doblo las mangas de su camisa hasta los codos, era una suerte que Weasley le permitiera vestir sus antiguas ropas.
-Mortifago.
Severus se giró enfadado dispuesto a golpear a quien le había hablado, no estaba de humor para aguantar a nadie.
-Sera mejor que retires lo que has... - ni fue capaz de finalizar la frase ya que frente a él se encontraba aquel niño mirándolo con ojos analizantes y señalando la marca en su antebrazo.
El alfa alzó una ceja y le dirigió su mejor mirada de odio, aquella con la que había conseguido que varios alumnos acabarán llorando en sus clases.
-Mortifago- volvió a repetir el niño- ¿Vienes a por mí?
-¿Cómo?- pregunto desconcertado el pocionista.
-¿Vienes a por mí?-volvió a preguntar.
-¿No tienes otra persona a la que molestar?
-No- respondió el niño- si me acerco a alguien posiblemente me peguen.
Severus suspiro, eso ya lo sabía solo tenía que verle.
- No te puedo llevar a casa- respondió pasado unos minutos- no es así de fácil.
-Conmigo si, nadie me vigila, ya me he ido más veces pero los autores me traen aunque la directora no quiera.
Severus volvió a encargar una ceja, el lugar estaba completamente vigilado, la única forma de que ese niño hubiera conseguido salir de allí era que a nadie le importara lo que pasará.
Los minutos pasaron mientras ambos se miraban en silencio, era una batalla que parecía no tener fin.
Cuando Percy salió le sorprendió encontrar al mortífago todavía pendiente de aquel niño al que específicamente había dicho que dejará de mirar, pero lo que más le sorprendió fue que, a pesar de la mirada de odio del mayor, el más pequeño no parecía asustado. Con tranquilidad comenzó a andar hacia la salida sabiendo que el mayor le seguiría sin tener que ordenarlo.
-Snape- se atrevió por fin a hablar una vez se encontraban fueran del orfanato- ¿Por qué hay un niño agarrado a tu pantalón?
- Es mi nueva mascota- contesto el mayor tras asegurarse que el pequeño podía seguirle el paso.
-¿Y no se preocuparan en el orfanato por su desaparición?- continuo preguntando el pelirrojo sin parar de andar.
-Es hijo de mortífagos, puedo asegurarle que me agradecerán que me lo llevé.
Percy asintió con la cabeza.
-No me pienso hacer responsable de él.
-Como ya le he dicho es mi mascota no la suya.
-No te veo capacitado para encargarte de un niño en tu situación actual...
-Niña- interrumpió el infante- soy una niña.
Percy y Severus abrieron ampliamente los ojos y se giraron a ver a la pequeña, con la suciedad en su cara y el pelo tan corto habían jurado que se trataba de un niño. El pelirrojo miro los intensos ojos de la pequeña y le fue imposible callar su lados alfa que pedía cogerla y abrazarla desde el mismo instante en que reparo que les seguía. La niña se encontró abrumada pero reconfortada al sentir los brazos de aquel omega a su alrededor, nunca había recibido un abrazo.
-Preparara el cuarto que usamos como almacén- dijo Percy- yo iré con ella a comprar algunas cosas.
Tras esto el omega agarró a la pequeña y desapareció dejando a un aturdido Severus, había sido más fácil de lo que creía y entonces la situación le inundó como un golpe. Literalmente acababa de adoptar a una niña con su amo Percy Weasley.



-No- volvió a decir Giny.

-¿Por qué?- insistió Cho Chang- lo pagare bien.

-Es un regalo Cho, no te lo puedo vender- refutó- además es eficaz en la tienda.

La omega bufó y salió de la casa con un portazo sin despedirse. Giny se sentó agotada de la discusión y miró al culpable de esta, Goyle se mantenía frente a ella en silencio con el Profeta abierto en sus manos, Weasley le permitía leerlo si realizaba bien su trabajo.

-Lo siento- se disculpo el mortífago- no sabía que esto podía pasar.

-Tenias una sola tarea, ir, montar los muebles y volver- dijo furiosa la omega- ¿en algún momento mencione dar consejos de moda a los clientes?

-No- respondió cohibido.

Goyle no se atrevía a levantar la mirada del periódico y es que él lo hizo con la mejor intención del mundo, ¿cómo iba a saber que estaba ayudando a una de las mujeres más influyentes de la Italia mágica?

Cho había visto como el alfa conseguía convencer a la mujer de comprar dos conjuntos, logro que ninguno de los trabajadores había conseguido en las innumerables visitas de la mujer. Desde entonces Chang iba todos los días a casa de Giny en un intento por comprar a Goyle.

Nadie sabía como la asiática había conseguido más de un mortífago a su cargo, cosa que era obviamente ilegal, entonces, ¿por qué se arriesgaba con un tercero?, cuando lo hablo con Percy este le dijo que probablemente solo uno de los mortífagos se encontrara a su nombre y el otro al de algún familiar, de modo que no incumplía la ley. Giny suspiró quizás por eso había intentado cambiarle a Goyle por Parkinson.

-La has liado- dijo la pelirroja- llevo una semana aguantando a Chang por tu culpa.

-Lo sé- contesto el alfa con la cabeza baja.

La pelirroja se levantó y camino hacia su cuarto seguida de un silencioso Goyle, la noche había caído hacía horas y todo estaba permitido, por eso Chang solo iba a molestarla durante el periodo de libre albedrio.

-Sientate- ordenó la pelirroja señalando la cama.

El alfa subió, sentándose con las piernas cruzadas y los brazos alzados a la espera de que la joven los atara con unas robustas cadenas impidiéndole cualquier tipo de movimiento. Había sido castigado pocas veces, pero las suficientes para que la pelirroja supiera como torturarlo hasta el límite.

-Tenemos poco tiempo- dijo la omega- aprovechémoslo al máximo.

Las feromonas comenzaron a inundar la habitación impregnándola de un olor a rosas y fresas, el alfa en el interior de Goyle se agitó inquieto al reconocer el olor de un omega listo para el sexo. Giny sonrió y procedió a desnudarse lentamente con movimientos sensuales y los ojos fijos en el muchacho. Goyle intentó avanzar sin éxito provocando que la ira se mezclara con la lujuria.

-No dejes de mirarme- ordeno al ver como este cerraba los ojos.

Las delicadas manos de la mujer comenzaron a pasearse por su cuerpo con suaves caricias hasta llegar a su parte más íntima en la que, con delicadeza, introdujo dos dedos que empezó a mover con lentitud mientras soltaba melodiosos gemidos. Durante toda la noche Goyle fue torturado al observar a la erótica omega jugar consigo misma sin ni siquiera poder alcanzarla.

Cuando la mañana llego la jadeante pelirroja estaba acostada sobre las piernas cruzadas del alfa, jadeando de cansancio y cubierta de sudor. Goyle sabía que hasta pasada unas horas no le desataría pues todavía se encontraba lo suficientemente excitado como para lanzarse sobre ella y, como y había mencionado en anteriores ocasiones, ella no perdería la virginidad con alguien como él.

Soltó un gran suspiró, cada día se arrepentía más de haber sido reglado a aquella belleza imposible.

La venganza (Harry Potter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora