La realidad de las mentiras

74 5 2
                                    

El mundo de los sueños, donde el subconsciente toma las riendas de la realidad. Donde los sueños lúcidos a veces son difíciles de encontrar. En los que todo aquel que tenga poder o esté entrenado, puede manejarlos.

Es en ese mundo donde ella hace acto de presencia. En donde puedo ver su carácter tranquilo y apacible florecer. Donde conocí sus tranquilas sonrisas que me hacían sentir seguro, provocando un sentimiento cálido en mí. Donde veía a mi cogitatio actuar de manera extraña, indeciso a tomar alguna decisión relacionada con acercarse o alejarse de ella. Aquel lugar donde podía sentirme a gusto en su compañía, tranquilo ante sus cariños, y feliz al sentir sus abrazos. Pero siempre llegaba ese momento en el que tenía que irme de aquel mundo, abandonar aquel país de maravillas, alejado de las leyes que rigen al mundo real, mundo al que lamentablemente pertenezco; y que en ocasiones llego a repudiar.

"Señorita Tn". Hablo, llamando la atención de aquella mujer, sintiéndome especial, al sentir su mirada concentrada en mí, siendo su centro de total atención, recibiendo una de sus tantas sonrisas, pero en cambio, esa, la cual su ceja se alza en señal de cuestionamiento, esa sonrisa, dirigida para mí, para hablar en confianza con ella, para sentirme cómodo en su presencia. Lograba cada uno de aquellos sentimientos ya mencionados, haciendo que copie el gesto de sus labios.

"Desearía siempre estar a tu lado". Aquellas palabras salieron de aquel nuevo sentimiento que atesoraba mi corazón, sentimiento que florecía lentamente con el paso de las lunas que protagonizan las noches. Su estadía en aquel lugar en el que yo descansaba, sacudía mis pensamientos y me hacía sentir nervioso, pero a la vez en calma, es algo tan difícil y contradictorio de explicar, que siempre termino abrumado en todos y cada uno de mis intentos por descifrar el cómo, por qué, y qué era lo que realmente mi alma trataba de comunicarme a través del latir de mi corazón. Su mirada enternecida, y su sonrisa que iluminaba toda mi existencia, me sentía afortunado y por primera vez agradecido de aquel que está en los cielos, por permitirme ser parte del público de aquel espectáculo.

“Oh, mi pequeño Alastor, en ocasiones quisiera conceder cada uno de tus caprichos, pero temo que te vuelvas un joven malcriado”. Mi corazón enloquecía en el único trabajo del que estaba encargado, bombear y bombear más sangre, hace algunas noches me había percatado de ello, y más todavía cuando utilizaba aquellos términos para referirse a mí. A pesar de que ya han sido muchas las oportunidades en que aquello sucede, el sentimiento no mengua en intensidad, y la confusión siempre me acompaña en aquel sendero de reacciones desconocidas que aquella chica provoca en mí. “¿Y qué quiere decir con eso?”. “Que muy a pesar de que tengo el poder de complacerte, no está dentro de mi deseo, el que mis acciones te conviertan en alguien que tenga limitaciones para relacionarse con los demás, y que aquellas personas puedan estar a tu lado con aquella comodidad de la que tanto disfrutas estando en mi compañía”. Me responde, desviando su mirada al cielo estrellado. Sus ojos, una obra extraña y peculiar, de una negrura, en la cual una luminosidad posaba en ellos, como pequeñas estrellas titilando en medio de aquella espesa obscuridad, en ellos se podía ver el reflejo de los orbes brillantes y la luminosidad que había en la capa que adornaba nuestra visión hacia el cielo. Aquellos destellos se fueron opacando, debido a una extraña forma que hacía protagonismo sobre nosotros, tornando el azul oscuro del cielo un naranja amapola que se trasladaba hasta un rojo intenso.

La temperatura subía, y mis sentidos se dispararon, todo indicaba a que algo andaba muy mal. Mientras mis ojos veían con miedo las bolas de fuego que se aproximaban, la calidez de su tacto fue percibida por mi mano, la cual ella tomó, cuando volteo, su apacible rostro me encuentro, con su sonrisa tranquila abre sus labios, articulando palabras que no logro entender, hasta que mi mente reacciona y una vez capacitada mi conciencia, el recuerdo de sus labios me indican las palabras en carácter de orden.

Tú, mi deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora