Capítulo 15. La falsa sonrisa de Alem.

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Capítulo 15. La falsa sonrisa de Alem.

—Llevaré esto—indicó el príncipe al mercader que tenía frente a él—¿Cuánto tengo que pagar?

El hombre sonrió, negando con las manos y la cabeza—No, no, no usted es el príncipe de Belli, mi hijo entreno con usted. Es un soldado, no paga nada mi señor

—No puedo permitir que me obsequie esto—respondió apenado

—Mi negoció es muy próspero, tengo clientes muy a menudo y nadie puede permitirse comprar eso, al menos que sea de la realeza o muy rico—aclaró el mercader—y esas personas generalmente mandan a hacer su joyería o envían a sirvientes a comprar algo en específico, ninguno viene en persona.

—No puedo enviar a un sirviente u ordenar que me hagan una porque es mi intención obsequiarlo. Por eso tampoco puedo permitir que me lo regale—dijo el príncipe más sereno, acarició la cabeza de su caballo y pasó su mano hasta el lomo de este, donde había una bolsa colgando—¿Cuánto debo pagar?

El mercader se quedó pensativo unos segundos, feliz por qué finalmente lograría vender ese objeto tan caro y sin duda sería comida y tranquilidad para muchos meses—70,000, príncipe—respondió.

Alem no se sorprendió al escuchar esa cantidad, para un príncipe el dinero era algo que no necesitaba apreciar para sí mismo. Era importante cuando se trataba de los asuntos financieros de Belli, pero no para las finanzas de una sola persona—Nadie lleva esa cantidad en un día normal—respondió Alem—este brazalete de oro sin duda vale más que eso, pagaré con el—se quitó el brazalete que llevaba en la muñeca, adquisición de años atrás y sin importancia. El mercader se sorprendió al ver el tamaño del brazalete y el estado en el que estaba, accedió al trato sin perder el tiempo y corrió a darle la noticia a su esposa.

—Es el, el que entrenó a nuestro hijo—dijo el mercader llevando de la mano a una mujer embarazada

—Y se la vendiste ¿Qué pasa contigo? —dijo molesta la mujer

—Se la quería regalar, pero se negó—se defendió el mercader sin perder la compostura—la quiere para obsequiarla

La mujer entendió entonces que su marido no había sido descortés con el príncipe y reparó en una solución para demostrar su agradecimiento—Tómelo por favor mi señor—pidió extendiéndole un brazalete de cuero con varios tejidos artesanales—de esta forma su muñeca no se verá tan vacía

—Gracias—dijo el príncipe aceptando el obsequio.

—Es un corcel muy hermoso mi señor—dijo la mujer acercándose, levanto la mano para tratar de tocarlo, pero el caballo reaccionó dando unos paso atrás—debe de estar asustado. Estos caballos están acostumbrados a rodearse de soldados y así se sienten seguros. Es muy arriesgado para usted salir a las calles sin una escolta. No es mi intención decir que el reino es peligroso, todo lo contrario, es muy seguro, pero nunca se puede tener total seguridad

Alem presionó los puños en señal de impotencia, nunca había usado una escolta por gusto, cuando esto era inevitable trataba de ser la menor carga posible para esos hombres. Ahora la razón por la cual estaba solo era muy diferente, arrogante quizás—Soy muy bueno con la espada—respondió tomando, acariciando su arma.

—Lo sé, mi hijo nos contó de tu velocidad—volvió a acercarse al caballo y este permitió que lo tocaran—aun así, dados los acontecimientos, es peligroso que salga usted solo mi señor. Por favor, tenga su escolta

—Nadie sería tan estúpido como para atacar a un mago—respondió molesto, entrecerrando los ojos por admitirlo por primera vez después de varios días.

La ultima reina de la magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora