38. De regreso a Konoha

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Gaara seguía despierto, el sueño parecía haberlo abandonado y mantenía la vista fija en su ventana; sí, estaba consciente de la tormenta de arena que había afuera

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Gaara seguía despierto, el sueño parecía haberlo abandonado y mantenía la vista fija en su ventana; sí, estaba consciente de la tormenta de arena que había afuera. La idea de su novio refugiándose de la tormenta no lo dejaba y lo llevaba a contemplar el ir en su búsqueda para acompañarlo hasta la frontera con Konoha.

El kazekage siempre fue prudente y sensato, buscando anteponer la lógica en lugar de los sentimientos, cosa que en la política le fue muy útil; sin embargo, los platillos de su balanza imaginaria parecía estar inclinándose en la dirección opuesta a la normal. Buscaba convencerse de que ir en su apoyo sería para apoyar a Konoha; mas negar sus verdaderas intenciones era puro autoengaño, él quería ir para darse ese lujo egoísta de disfrutar unos minutos adicionales a su lado.

Que viva el egoísmo, ya que ahí estaba Gaara cediendo a sus caprichosas emociones; quizá eran esas mismas que podía a llegar a sentir un enamorado primerizo, las mismas que generaban un complejo de garrapata al afectado.

Kankuro —el pelirrojo había tocado la puerta del cuarto de su hermano, quien debía estar durmiendo plácidamente por sus ronquidos.

El segundo hijo de Rasa le abrió la puerta como al quinto llamado de su hermano menor. El de cabellos marrones estaba en el limbo situado entre la conciencia e incociencia, con suerte mañana recordaría de manera entrecortada lo que Gaara le dijera.

¿Qué sucede? —cuestionó el mayor seguido de un bostezo. Su cuerpo le suplicaba volver a su cama de una vez.

Naruto se fue porque algo pasó en Konoha y voy a...

Alto —ordenó un adormilado Kankuro, el cual apenas si escuchó lo que su hermanito le decía—. Me recuerdas a Temari buscando justificar el querer ir como embajadora a Konoha; mañana me explicas todo, solo procura regresar rápido.

Si Kankuro no puso más objeciones fue por dos muy buenas razones: la primera, ya había visto a alguien bajo los efectos del primer amor; segundo, quería y necesitaba seguir durmiendo.

El aventurarse por las calles de Suna hasta llegar a la salida de la aldea, generó cierta vergüenza al kazekage porque sintió esas miradas viéndole salir. Estaba seguro de que no se ateverían a cuestionarle su razón de salir a esas horas; no obstante, los del consejo de ancianos a su regreso lo torutarían un poco por su imprudencia, la cual era rara viniendo de él.

Tampoco planeaba dejarse influenciar totalmente por sus emociones, se había dicho a sí mismo que solo lo llevaría hasta la frontera; además estaba casi seguro que por la pinta de la tormenta, esta duraría al menos unas tres horas más. Analizando lo urgente que era la presencia de Naruto en su aldea, en realidad estaría siendo de apoyo.

Aventurarse en aquel clima no le generaba miedo a perderse, puesto que se encontraba rodeado de su elemento y aunque difícilmente conseguiría detener toda la arena que se alzaba por el feroz viento. Haciendo uso de su chakra formó con arena una esfera a su alrededor; pero dejando un ojo de arena afuera que le permitiera buscar al ninja rubio. A partir de ese momento se mantuvo en la ruta hacia Konoha; todo el tiempo mantuvo sus dedos índice y medio sobre su ojo izquierdo.

Los dos kagesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora