capítulo once.
“peligro”38 minutos después.
Leía.
Deslizó por mi cabeza mi blusa que anteriormente tenía puesta sin ver la cara de Federico que del otro lado de mi cama se ponía su pantalón en silencio. No sé que decir, me muerdo los labios nerviosa porque volvimos a mandarnos la cagada.
Cuando se que la prenda me cubre gran parte del cuerpo me paro para buscar mi celular que lo siento vibrar, oigo claro ya que reina un silencio tremendo en mi pieza.
—¿Hola? —atiendo cuando ví el nombre de mi amiga, me pegó mentalmente porque olvidé.
—¿Hola? ¿Me estás cargando? ¿Dónde estás puta? Tenías que haber llegado hace media hora.
Suspiro casi sin pensarlo, debí aguantarlo, giro para dejar de darle la espalda a Federico cuando me doy cuenta que ya no estaba en mi cama sino que estaba en la esquina de mi cuarto observando mis cosas mientras se rascaba o pasaba su mano por el codo izquierdo.
—Sí, perdón. Colgué, olvidé de avisarte que no podía. Emilia salió y me pidió que me quedé en el departamento porque tenían que traer algo que pidió. Quería que alguien lo reciba y ya se hizo tarde y ni noticias de su paquete. —explico calmada hacía el silencio de Mar.
—¿Un paquete a las nueve de la noche? —repetí incrédula, me alivio, pero no por mucho cuando es más rápida—. Deja de mentir. ¿Qué pasó?
—Nada. —me apresuró a decir.
Mis ojos se pierden en como el mencionado de antes me daba la espalda mientras leía mis cosas de la facultad como si fuera lo más interesante, no solo era el tenerlo con la vista en HD de su espalda, sino que su jeans claro casi que se le colgaba de las caderas dejando a vista el elástico blanco de su boxer.
Lo veo pasar de hojas de fotocopias que tenía en mi pequeño escritorio interesado hasta que me interrumpe la voz de mi amiga al teléfono.
—Leia, a mí no me jodes. A las otras seguro, a mi no.
—Despues te explico Mar, discúlpame con las chicas. —rapidamente achico la conversación.
Hasta que escucho un sonido de grito ahogado, me imagino su cara y quiero reírme pero no lo hago.
—¡Nos dejas por un chongo! ¿Quién es?
—Mar, no. —me quejó cerrando mis ojos para tomar mi cabeza después de cruzar mis brazos.
—Si no lo decís es porque te da vergüenza, Dios Leía, ¿Estás con el hermano de Lara? Suciaaa.
Largo una carcajada y mi cara de disgusto es inmediato, en eso Federico se distrae y notó de reojos como se giro a mirarme.
ESTÁS LEYENDO
Somos tres | Federico Girotti
Short Storylo que me das, dámelo. dámelo bien, un poco así y el otro poco ¿a quién?