IX

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Louis llegó ese día a casa, con un jodido dolor de cabeza y unas ganas de morirse. Lo intuyó, estaba regresando esos pensamientos. Se bañó, escuchaba música en volumen alto, buscaba cosas en internet para despejarse, pero nada. Nada.

Eran más de las 5 de la tarde, Harry no volvía, mejor para él, pensó. Vio una nota de su padre avisándole que el cuarto de este ya estaba listo, mejor para él porque sabía claramente que si tenían contacto el estallaría ya que lo trató mal, muy mal y no quería tratar de esa manera a Harry, aunque se lo mereciera.

Estaba acostado en el sillón de la casa de estar y Louis empezó a recordar las cosas que habían pasado toda su vida. ¿Por qué siempre los humanos tienen que recordar cosas malas cuando están solos?

Pasaban por su mente memorias vagas sobre la última vez que estuvo con su mamá. Ella lo llevó al zoológico, no recordaba lo que pasó ahí, pero recordó el sonido de las llantas cuando presionan fuertemente el freno, el sonido de muchas ambulancias y de carros policiales, sangre saliendo de su cara y su madre con una herida en su cabeza y de un lado. Fue la última vez que pudo estar junto a su madre y a pesar de tener tan poca edad se lamenta de no haberle dicho que estaba agradecido con ella porque le daba la atención perfecta, hasta más de la necesaria, por darle el apoyo y el amor cuando le dijo su secreto y prometer que no se lo dirían a nadie, por estar ahí cuando se golpeaba la rodilla, por darle muchos abrazos pero sobre todo por llevarlo a partidos de fútbol a pesar de que ella lo odiase.

Sintió una lágrima mojándole las mejillas, la quitó rápidamente y de esa misma manera apareció de su momento favorito con su madre: Cuando le contó su secreto. El recordó que venía de sus clases, estaba en los primeros grados de primaria y le dijo a su mamá, inocentemente, que le gustaba su compañero de clase, que se quería casar con él. Ella solamente le sonrió, lo abrazó y le dijo “Está bien eso, Louis, todo está bien”.

Ya no eran una lágrima, eran muchas seguidas mojándole toda la cara y mojando la almohada del sillón, no le importaba. Recordó la vez que tuvo que quedarse con su padre, él era el padre más atento del mundo, estuvo toda la semana acompañándolo, le daba caramelos, lo llevaba a los súper mercados y a los juegos, lo llevaba al estadio y disfrutaba tiempo con él. Después de esa semana lo matricularon de nuevo en una primaria diferente, cursaba cuarto grado para ese entonces, y al regresar a casa estaba solo, en esa gran casa estaba solo, sin nadie más que él, ahí empezó la rutina. Pasó un día solo, dos días, tres días y así constantemente. Como ahora. Solamente recibía de su padre una pregunta de “¿Por qué no te vas a dormir ya?” de forma autoritaria, como si fuese un estorbo. Pasó así quinto, sexto y séptimo. Se había acostumbrado pero no era lo que quería, absolutamente no era nada de lo que él quería, y se desesperaba. Había noches que lloraba sin parar y nadie se daba cuenta, había veces que sangraba y nadie se daba cuenta, una vez se intentó suicidar y nadie se daba cuenta…

Quería estar con su mamá, él no quería estar más así, él no lo soportaba. Pensó que lo había superado después de 15 años, pero estaba equivocado. Muy equivocado. No era fuerte, era frágil, era una mierda. Gritaba y lloraba a más no poder, quería morir, no quería seguir viviendo de esta manera. No quería ser más infeliz.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose y el sonido de los pies corriendo de Harry, joder…

—¡Louis! ¿Qué pasa, Louis?  —Dijo mientras lo trataba de mover pero Louis se aferraba a la almohada, no quería que nadie lo moviese, que lo dejen morir ahí— ¡Louis! ¡Mírame! ¡Joder! ¡Mírame porque si no lloraré también! —Sentenció Harry.

Y lo miró, miró los ojos azules, apagados, sin brillo, opacos, rojos, e hinchados. Louis había estado llorando desde hace mucho rato y se lamentaba no haber estado momentos antes con él. Harry sabía que Louis había sido roto, lo podía ver detrás de esos ojos y esa sonrisa, pero nunca pensó que podría mostrarle esa parte de él. Louis estaba roto y Harry quisiera repararlo pero recordó que él no es humano y solamente lo rompería los pedazos de Louis. No quería eso.

—Louis, ¿Qué ha pasado? Dime, ¿Qué pasó?

—Cállate, por favor cállate, la extraño, déjame morir, por favor, si me tienes algo de aprecio, déjame morir —Dijo Louis entre sollozos en un sonido casi mudo.

—Yo no haría eso, no… Nunca te dejaría ir —Harry dijo al escuchar lo que acababa decir Louis. Se refería a su madre, pero él también pensó que lo había superado.

—Esos dicen todos, Harry, al final se van, todos se van —Expresó y empezó a llorar más fuerte, no le importaba ahora si Harry lo mirase así, era lo de menos, el solo quería que las lágrimas se vuelvan cuchillos y una caiga a su corazón.

—Louis, escúchame, solamente has tenido un mal día, por eso no deberías desear morir ni decir que yo te tengo que dejar —Susurró cerca de la cara de Louis, tratando de ayudarlo.

—Tú no sabes, Harry, joder, para ti es completamente fácil porque no sabes lo que se siente esto ni nada —Dijo Louis, y le llegó directamente al pecho de Harry sus palabras. Que le recordasen que no podía sentir nada era el golpe más bajo que le pueden dar, pero en ese momento lo dejó pasar porque en efecto estaba sintiendo algo en ese momento pero igual era como si lo juzgasen.

—No es eso…

—Si lo es. Si lo es… —Siguió sollozando Louis evitando llorar tan fuerte. Ya no le quedaban ganas de llorar como de vivir.

—Te ayudaré, te acompañaré, permítemelo Louis, discúlpame por no estar cuando lo necesitas, pero prometo estarlo, de verdad lo prometo.

Experimento #22: Not feelings | Larry Stylinson |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora