Catorce

1.1K 135 44
                                    

14| Un mundo feliz.

Sus ojos ya no se sentían abatidos, diferente a otras mañanas, en esa ocasión se despertó sintiéndose bien descansada, probablemente porque el colchón en el que estaba era el más suave que había sentido en su vida entera, o tal vez era por la chica que estaba dormida a su lado.

Se había quedado dormida con su ropa del día anterior puesta, pero realmente no le importaba. Estiró sus dedos un poco, y su cerebro procesó al instante que esa no era su habitación, y que se había quedado toda la noche haciéndole compañía a Apple.

Apple, la chica estaba apenas a un metro de ella, en el otro extremo de la enorme cama, los escasos rayos de luz que se colaban por la ventana no alcanzaban a iluminarle el rostro, pero a pesar de eso, sus mejillas se iluminaban por sí solas con cierto encanto, y en sus labios, rojizos inclusos sin su labial, se formaba una mueca indescriptible, como si estuviera teniendo un mal sueño.

Darling se tomó su tiempo para apreciar a la chica dormida, preguntándose si estaba realmente bien hacerlo, no quería que se despertara y la atrapara mirando, porque eso sería bastante extraño. Después de un corto rato, decidió volcar su vista hacia otro lado, encontrándose con una almohada suave y mullida, en la que pronto hundió su cara, tenía ese olor a manzanas y vainilla, con un toque de canela, que tanto caracterizaba a Apple.

Dejó de contar los segundos luego de un par de minutos, porque parecía que la princesa no se despertaría pronto, pero no quería irse y dejarla ahí. Irse, ni siquiera había pensado en ello, ¿cómo se suponía que iba a salir de su habitación?

—Hey, te quedaste. —la voz de Apple, que sonaba dulce incluso en esas circunstancias, la sobresaltó.

—Sí, no quería dejarte sola —se giró hacia la princesa para mírala—. Además, me quedé dormida.

Su cabello rizado se veía bien hasta estando recién despierta. Jamás se había imaginado a Apple así, o quizás sí, pero simplemente no quería admitirlo.

—Creo que es hora de que me vaya. —dijo finalmente, levantándose de la cama, rompiendo el pequeño trance en el que se encontraba mirando a la rubia.

—Sí, las clases van a empezar pronto... —buscó su espejofóno vagamente, dando con él y notando que eran las 6:30, entonces, su cerebro hizo clic—... ¡No, espera!

Estiró su mano en un intento de alcanzar a la más alta, tomándola de la muñeca.

—No puedes salir simplemente así, alguien podría verte.

Darling lo meditó un segundo. Tenía razón, no podía salir de su habitación como si nada un martes por la mañana, quizá podría en situaciones normales, pero no ahora.

—Puedo salir por la ventana. —sugirió.

—¿No es eso aún más sospechoso?

Su mente comenzaba a nublarse, como solía hacer en situaciones que se relacionaban con Apple White, y por más que pensara, no había más opciones, al menos ninguna que no le trajera consecuencias de alguna manera. No podía quedarse ahí todo el día, pero tampoco podía salir a plena luz del sol.

—Bien, voy a salir rápido por la puerta. —anunció finalmente, preparándose pata cualquier cosa que pudiera ocurrir.

La rubia la miró preocupada, y por un segundo pudo jurar que abrió la boca para decir algo, pero las palabras nunca salieron.

Giró el picaporte con cuidado. No había nadie en el pasillo, así que podía escabullirse hasta su habitación, no parecía tan difícil.

De pronto, una persona se materializó frente a ella. Cheshire la miraba atónita, con sus ojos gatunos bien abiertos y una expresión neutra. Una sonrisa apareció en su rostro, seguida de una carcajada mal disimulada, le dedicó una cálida mirada de «está bien, no diré nada» y desapareció sin más, tal y como había aparecido segundos atrás, dejando una sonrisa tras de sí.

I may not be a prince | DarppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora