Después de una gigantesca tormenta, las instalaciones de la Port Mafia presentaban, de forma muy inusual, una calma algo aterradora.
En los grises pasillos, tambaleante y casi moribundo, un ejecutivo de rango menor se apoyaba en la pared dibujando una hilera roja a cada paso. Un rostro poco memorable, al igual que su nombre, había sido elegido como heraldo negro de la muerte y para cumplir con su función necesitaba a alguien especial. Alguien de cabello color fuego.
-¡Jefe! Disculpe la interrupción, pero... este hombre... debe escucharlo
Prácticamente cayo de golpe contra el suelo cuando las puertas se abrieron, retorciéndose como gusano, bramaba de dolor como un animal. Miro al jefe a los ojos, blancos y hechizados, desesperado, abría la boca de forma horripilante, haciendo muecas que desfiguraban su común rostro.
Con gorgoteos por la sangre que se desparramaba de su boca manchando la alfombra, sus alaridos hacían el esfuerzo para convertirse en palabras.
-Él ... él lo sabe, ya lo sabe...
-¿Qué mierda esta pasando?
Levantose del sillón, la pequeña figura miro con asco al hombre en el suelo
-¿Quién es este hombre? ¿Pero que esta diciendo?
- Chuuya, querido, cálmate y déjalo hablar antes que muera- La mujer se levantó con gracia y mantuvo su bello rostro en calma, pero su mirada era turbia y con asco hacia la sangre malgastada por todo el suelo.
El hombre aun retorciéndose en la alfombra levanto la vista, sus hinchados ojos divisaron con inusual claridad al hombre parado en frente suyo. Era él, el hombre de cabello color fuego. Su rostro se maravillo por un segundo al contemplarlo y un ápice de sonrisa se mostró en sus labios.
- Usted... realmente es usted- El ejecutivo se alteró más al ver la vehemencia en los ojos del hombre, por un segundo sintió que el enfermo se habría transformado en un demonio, con la mirada acuchillándolo por completo. Antes de darse cuenta, el rostro del moribundo volvió a cambiar a uno de sufrimiento y agonía.
- Busca venganza, quiere verlo caer- El hombre tosió como si fueran a salir sus pulmones, botando sangre con mucha más fuerza.
-¿A quién? ¿De qué demonios estás hablando?
- Al jefe, a ustedes, a todos... desea su muerte
- ¿Quién? ¿De quién estás hablando? ¡Responde algo con sentido!
- ... pero lo quiere a él, quiere hacerlo sufrir... quiere sacarle el corazón
- Carajo, habla claro... ¿A quién quiere?
Miro al pelirrojo a los ojos, la sangre, la saliva y las lágrimas hacían una abstracta pintura que teñía su azulado rostro. Aun mirándolo a los ojos, se retorció con violencia y su boca se abrió enormemente. Sintió un apretón en su corazón, como si lo estrujaran hasta quebrarlo. Lanzo un grotesco alarido acompañado con un rostro deformado y el movimiento de su cuerpo convulsionando, después de eso solo hubo silencio.
-Que maravilloso espectáculo. El mejor que he visto en años, he de admitir.
Del sillón más alejado y más grande, el hombre tomo su taza de té con calma.
-Realmente maravilloso.
- Jefe, ¿Qué cree que signifique todo esto? ¿Sera un mensaje del que debamos preocuparnos o es que este pobre diablo solo estaba loco?
Miro a sus 2 mas allegados ejecutivos con una paz casi indescriptible en su mirada, como si el hombre moribundo nunca hubiera entrado y seguirían tomando te hablando sobre la lluvia.
-No creo que sea algo que debamos preocuparnos, probablemente el hombre era un adicto y esto es solo parte de sus locuras. Mezclo las drogas incorrectas, se drogo por días, eso destruyo su estomago y luego su corazón. En medio de su demencia imagino algo y decidió interrumpir nuestra tranquila velada.
- Jefe, sin ofender, pero creo que hay otra probabilidad, puede que el hombre solo era un mensajero y deberíamos tomar con un poco mas de cuidado sus advertencias.
- Kouyou- san, tu precaución es innecesaria. Ese hombre debería agradecer que murió aquí y ahora, de lo contrario, seria castigado de la peor manera por interrumpir nuestra tertulia con sus locuras.
- Jefe, mi preocupación puede que algo apresurada pero usted sabe bien que nunca es innecesaria, mi intuición siempre acierta y esta vez presiento que deberíamos investigar este caso más a fondo.
- Opino lo mismo jefe, este hombre no tenia pinta de ser alguien enfermo, puedo que como dijo Anne-san solo era un mensajero de alguien superior. No podemos pasar esto por alto.
Respiro con cansancio, profundo, miro la gran ventana por un instante y luego volvió a mirar a sus subordinados. Vio en su rostro preocupación mal disimulada, algo de asco y... ¿pena? Realmente, Kouyou había criado a su arma mas preciada de forma muy sentimental.
-Esta bien, investigaremos esto y como al parecer, están muy interesados, Chuuya-kun, te encargaras de la investigación. Claro, sin descuidar tus otras ocupaciones.
- Ok jefe, no se preocupe me encargare de esto.
- Se que lo harás, eres muy hábil Chuuya- kun.
Volvieron a terminar el te que ya estaba enfriándose. La mente de los 3 estaba en distintos lugares y tomaba distintos rumbos, sin embargo, se mantuvieron juntos hasta culminar la bebida.
Unos hombres se llevaron al cadáver y limpiaron la sangre con mucha presura. Lo colocaron en una camilla de enfermería hasta que el ejecutivo Nakahara ordenara su inspección.
El cadáver seguía con la mueca de dolor tatuada para siempre, y su cuerpo estaba recio, doblado de forma anormal.
Lo miraron con desprecio y salieron de la enfermería. Había sido una muerte dolorosa y sin sentido, por ahora. No lo conocían, solo lo vieron a veces por los pasillos o en el baño, era un hombre sin importancia entre la gran masa de trabajadores de la Port Mafia. Ni siquiera portaba una habilidad, y su vida privada importaba tan poco como su existencia.
Sin embargo, ese hombre insignificante había sido elegido para contar un mensaje de gran importancia. Y aunque todos pensaban que había muerto sufriendo, la verdad es que cuando vio al hombre de cabello de fuego, más allá del dolor de su corazón al detenerse, supo que su misión había terminado y que, por fin, podría descansar en paz.
Aunque le hubiera gustado decir una palabra más, solo algo pequeño pero clave para la supervivencia de la Port Mafia. Tal vez se dio cuenta que lo haría y por eso quebró su corazón impidiéndole decirle al hombre de cabellos rojos quien iba a morir.
Antes de morir, pensó con todas sus fuerzas y habría su boca de forma enorme para tratar de pronunciar quien sufriría. Mas eso solo quedo en su mente y en su cuerpo inerte. Y falleció con un último pensamiento:
"El hombre de las vendas"
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Pecados
Teen Fiction"Nuestro afán no consiste en estar libre de pecados, sino en ser Dios." Un inusual caso toca la puerta de la agencia de detectives; una amenaza mucho mas grande lo que parece emerge en la Port Mafia. ¿Podrán resolverlo antes de que sea muy tarde? A...