13. Esquizofrenia 1

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Un mes después...

Anna

- ¡Anna, ya es hora! - gritó mamá desde el piso de abajo - ¡La hora de visita terminará y no podremos verla! ¡Baja!

- ¡Ya voy! - Dije tomando mi chaqueta del perchero y saliendo de la habitación. Bajé las escaleras prácticamente corriendo.

Caminé hacia el recibidor y ambas nos encontramos en la puerta. Nos miramos, pero no dijimos nada... después de lo que ocurrió hablamos menos que antes.

Salimos de la casa, caminamos a través del jardín y nos subimos al auto aparcado en la calle justo enfrente de la casa. Mamá condujo en silencio hasta el Hospital Psiquiátrico del Centro de la ciudad.

Observé detenidamente a la mujer sentada junto a mí todo el camino. Se podía ver la tristeza en su rostro, el cansancio y la impotencia se hacían presente en su cuerpo de tal manera que podía sentirlos con solo tenerla cerca. Tenía unas pronunciadas ojeras, sus labios, que una vez fueron gruesos y rojos como cerezas, estaban resecos y blancos. Se podía ver que los vellos de sus brazos estaban erizados, sus dedos apretaban el volante con fuerza disimulada, haciendo ver a sus débiles nudillos más blancos aún.

Era todo un desastre.

La conozco mejor que nadie y no tengo que ser un genio para saber que no ha dormido bien.

De todas maneras, no quería agobiarla más, así que no dije nada.

Quince minutos después -o al menos así lo sentí yo- llegamos al hospital. Mi madre casi salió corriendo del auto con dirección a la puerta del recinto. La seguí a paso rápido también. Al entrar nos dirigimos a la recepción y la señorita detrás del escritorio nos observó mientras nos acercábamos a ella.

Nuestra fachada lo decía todo.

-¿Puedo ayudarlas?- dijo cuando estuvimos frente a ella. Le lanzó una mirada a mi madre como si la fuera a internar o algo así. No la culpo, mi madre parece una loca de amarrar.

-Sí, queremos ver a Madison Montgomery, por favor. - la señorita escribió el nombre de mi hermana en la computadora y no sé qué más escribió porque aparté la mirada de ella para ver el lugar. Era escalofriante. Siempre he detestado los hospitales, en especial los psiquiátricos.

- ¿Tienen cita programada? - volví la mirada hacia la mujer y vi que ni siquiera nos observaba. Jamás quitó la mirada del ordenador.

-Sí, la tenemos y es ahora. - dijo mi madre con impaciencia.

-Solo se les permite visita a familiares, ¿Ustedes son...?

-Su madre y su hermana - esta vez fui yo quien contestó fastidiada y con veneno en mi voz, haciéndole entender que teníamos prisa y que terminara con las incesantes preguntas.

-Habitación 203. - dijo fulminándome con la mirada. Yo solo le sonreí falsamente mientras tomaba los pases de visitantes que me extendía, luego arrastré a mamá conmigo hasta el ascensor.

Una vez adentro recargué la cabeza en la pared de la cual me encontraba recostada.

-Mamá, tranquilízate. - dije al verla temblar de los nervios. Era apenas la segunda vez que veníamos.

- Eso intento - su voz ahora era más ronca y raposa que antes.

Las puertas del ascensor se abrieron en el tercer piso y nosotras salimos. Caminamos por el amplio pasillo en busca de la habitación que nos habían dicho. El corredor estaba lleno de puertas.

199... 200... 201... 202...203.

Cuando estuvimos frente a la puerta tomé el pomo de esta, lo giré y abrí.

Blanca, grande, tenebrosa, dividida por un gigantesco muro de cristal polarizado para que él o la paciente no vea ni haga daño a los visitantes. Así era la habitación.

Entramos y nos acercamos al cristal. Del otro lado una esquizofrénica Maddie estaba sentada en una cama, descalza y con una camisa de fuerza.

Tal vez se estén preguntando qué sucedió y por qué Maddie está aquí, pues...

Maddie tuvo problemas luego de lo sucedido aquella noche. No hablaba ni conmigo, ni con mamá. Se volvió distante, callada y se perdía mucho en sus pensamientos, pero eso fue solo el inicio... luego todo empeoró.

Decía que podía ver a Ashley. Según ella, nuestra prima muerta la atormentaba por haberla dejado morir. Entonces empezó a hablar sola, no dormía nada, caminaba por toda la casa en las madrugadas. Tenía convulsiones y le daban ataques epilépticos muy seguidos.

Admito que estaba muy preocupada por ella, por eso le dije a mamá que la trajéramos aquí.

Los doctores dijeron que tenía un trauma bastante grave por lo sucedido. También tenía una contusión y un golpe en la parte frontal izquierda del cráneo provocado por mí, pero claro, eso es algo que ni ellos ni nadie sabía.

Pobre Maddie... ¿no?

El cuerpo de mi hermana se levantó tembloroso de la cama, su cabello caía por sus hombros a un lado de su rostro tapándole los ojos y su pálida cara.

Nosotras podíamos verla y escucharla, pero ella no a nosotras. Para ella es como si no estuviéramos allí.

Entonces la función comenzó y Maddie empezó a gritar.

- ¡¿Qué haces aquí?! - gritó - ¡Lárgate! - Mamá me miró y me preguntó que a quién le hablaba, yo solo me encogí de hombros mientras negaba con la cabeza - ¡No voy a hacerlo! - le hablaba al vacío. Se veía tan mal, tan... loca.

Mamá empezó a llorar y... yo no podía apartar la mirada del cuerpo de mi hermana.

- ¡No voy a vengarte!... No ¡Tú eres la psicópata!... ¡NO TE RÍAS! ¡NO TE RÍAS! - Se dejó caer en el suelo y se arrastró hasta la pared más cercana y comenzó a temblar salvajemente - ¡Vete! ¡Por favor, vete! - lágrimas comenzaron a salir de sus ojos y luego movió su cabeza hacia atrás chocándola contra la pared una y otra vez haciéndose daño.

De repente varias enfermeras y un doctor entraron y la tomaron para que dejara de hacerse daño, pero eso solo la alteró más.

- ¡NO! ¡SUELTENME, POR FAVOR! ¡OTRA VEZ NO! ¡OTRA VEZ NO! - se remeneaba como una desquiciada.

El doctor sacó una jeringa de su bata y un frasco transparente con un líquido amarillento, introdujo la aguja en él e hizo a la jeringa absorber el líquido.

Las enfermeras aferraron a mi hermana a la cama mientras esta se removía debajo de ellas y gritaba. El doctor le enterró la jeringa en un lugar del cuerpo de mi hermana desconocido para mí por la distancia.

El pecho de Maddie subía y bajada irregularmente debido a su pesada respiración. Poco a poco se fue calmando y las enfermeras la soltaron, la dejaron tirada en la cama cual saco de papas y salieron detrás del doctor por la puerta de ese lado de la habitación.

Unos momentos después vi a Maddie quedarse dormida por la droga y el sudor en su frente hacía que su cabello negro se pegara desordenadamente en esa zona.

Luego a mi madre y a mí nos pidieron que nos retiráramos porque la hora de visitas había terminado.




Mi hermana es una psicópata ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora