10. ¡Lucha, Maddie, Lucha!

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Maddie

Nunca creí a Anna capaz de herirme, pero la sangre corriendo por mi brazo, proveniente de la herida que ella produjo, me hizo cambiar de parecer.

Anna está completamente loca.

La vi correr, como alma que lleva el diablo, escaleras arriba, decidida a encontrar a nuestra prima y terminar con esto.

Pero, ella dijo que íbamos a jugar... y el juego inició.

Corrí tras ella.

Entrar a la habitación de nuestra madre es como tratar de entrar a una fortaleza con máxima seguridad: está la puerta principal, una puerta continua de vidrio con un marco de piedra caliza. Dentro de la habitación hay tres puertas en cada extremo. Una lleva al baño, la otra al closet y la última, que es de un grueso cristal, es la que lleva al balcón.

Ashley está en el gigantesco closet.

Y yo estoy rezando porque Anna no dé con ella.

Alcancé a Anna en la puerta principal, que es doble y con dos manijas, intentando abrirla.

Me quedé observándola unos segundos.

Tenía el cabello hecho un desastre y apuntaba a todas direcciones, tenía sangre corriendo por un costado de su rostro por las cortadas que le realicé con mis uñas, que, ahora que las notaba, me fijé que tenían sangre también.

Anna tenía la mirada de una asesina en serie, la cual no puede esperar a dar con su próxima víctima para darle la más tétrica y satisfactoria muerte que ansía con locura. Sus pupilas estaban dilatadas y tenía el rostro tan pálido como la harina.

Su desaliñada apariencia la hacía verse más peligrosa y desquiciada de lo que ya era.

El cuchillo en su mano derecha era sujetado con una fuerza y firmeza increíbles.

Anna claramente la odia, pero, ¿por qué?

- ¡Maldita puerta, ábrete! – Con una fuerza sobrenatural logró abrirla de una patada.

Estaba poseída por el demonio.

La vi sonreír diabólicamente, pero su sonrisa se borró al ver la puerta de vidrio frente a ella. Me vio reflejada en él y me sonrió. Debo verme igual de desaliñada que ella.

- ¿Qué harás ahora, Anna? – sonrió de nuevo y sus uñas presionando el vidrio, manchándolo de sangre y produciendo un sonido terrorífico, fueron lo que recibí por respuesta.

- ¡Oh, Ashley! Sal de ahí... – dijo con voz aguda y casi en un susurro provocándome unos terribles calosfríos.

Caminé hacia ella y la tomé con fuerza por el brazo.

- El juego terminó, Anna- conectó su mirada con la mía y creí perderme en sus oscuros y profundos ojos.

- Oh, no. Maddie, querida... – negó levemente con la cabeza – el juego acaba de comenzar. – hice una mueca de miedo – Suéltame, o...

- ¿O qué? – puso los ojos en blanco y frunció el ceño. Puso su mano libre en mi nuca y no me di cuenta de lo que pasó hasta que sentí sangre correr de mi frente y un dolor increíble en la cabeza.

Estaba en el suelo, y lo último que vi fue una sonrisa de satisfacción en su rostro antes de que todo se volviera negro.

***

Anna

Maddie no deja de entrometerse. Ya me tenía harta.

Ella tenía el rostro pálido, viéndose muy asustada.

- Suéltame, o... –me interrumpió la muy...

- ¿O qué? –puse los ojos en blanco y fruncí el ceño ante tal osadía. Debía hacer algo pronto sino no me dejaría matar a Ashley y no estaría en paz.

Sin previo aviso la tomé por la nuca y estrellé su cara contra la puerta de vidrio con la esperanza de que este rompiera y de dejarla inconsciente.

Lo malo es que el vidrio no se rompió.

Pero si vi a Maddie derrumbarse en el piso con la parte superior de su ceja izquierda partida y el pómulo hinchado.

Sonreí... ¡Cómo me gusta golpearla!

Me giré de frente a la ahora ensangrentada puerta y di unos pasos hacia atrás para tomar algo de impulso. Corrí hacia el vidrio y estampé el lado derecho de mi cuerpo contra este, con toda la fuerza que pude, logrando así que se rompiera y que lo vidrios cayeran por todos lados.

Mis brazos y manos tenían pequeñas cortaduras, pero eso no me importaba en lo más mínimo.

Solo pensaba en Ashley.

Entré en la habitación sigilosamente y con toda la calma del mundo.

Escuché silenciosos gemidos y sollozos, pero no sabía de qué parte del cuarto provenían exactamente ya que se escuchaban por toda la enorme habitación haciendo un eco profundo.

Caminé hacia el balcón y me detuve en el marco de la puerta para mirar a través del cristal pero, ella no estaba allí.

Llegué a zancadas al baño de mamá y abrí la puerta para encontrarme con la desagradable sorpresa de que ella no estaba allí tampoco, así que, solo había un lugar en el que podría estar: el closet.

- Ashley, ¿Dónde estás? Quiero jugar contigo... Pero tú no quieres ¿verdad? –los sollozos ahora eran más fuertes y yo cada vez me acercaba más al closet dramáticamente. La emoción en mí era inmensa – de hecho... nunca quieres, ¡¿POR QUÉ NUNCA QUIERES?! –abrí la puerta del closet de golpe y allí estaba.

Se abrazaba a ella misma y tenía lágrimas en sus hermosos ojos enmarcados por unas bien pronunciadas ojeras.

Sonreí y me agaché para estar a su altura ya que estaba sentada en el suelo.

- Ya te encontré... –susurré en su oído. Se estremeció salvajemente y me alejé.

Cuando vio mi horrible apariencia -y extrañamente graciosa para mí-, pude notar que sus ojos se abrían como platos y tragaba dificultosamente, probablemente tenía un nudo en su garganta por el miedo.

- Yo...Mmm... tú... –balbuceaba. Su voz era ronca y su labio temblaba notablemente.

- Sí, sí. Soy yo, no te preocupes... ¿recuerdas lo que te dije ayer? –asintió débilmente– bien... adivina, ¡el juego ya inició! Empieza a correr... –eché una fuerte y cínica carcajada mientras veía su pierna enyesada y recordaba que no podía ni ponerse en pie– Bueno, entonces cambio de planes, el juego será abajo.

- Pero ¿qué?... –fue lo único que logró decir antes de que la tomara por el pelo y tirara de ella para sacarla del closet.

La arrastré por el cabello fuera de la habitación pasando por el lado del aún inerte cuerpo de Maddie.

No podía quitar la sonrisa que tenía plantada en el rostro mientras escuchaba los quejidos de dolor de mi prima.

La empujé por las escaleras importándome muy poco el daño que se haya hecho.

Bajé cautelosamente y arrastré a Ashley hasta llegar a la sala de estar.

- Muy bien Ashley, vamos a jugar. – levanté el cuchillo lista para enterrárselo en el abdomen cuando Maddie apareció y me tiró a un lado posicionándose encima de mí como lo había hecho hace rato.

- Te dije que... la... dejaras... en paz... –dijo mientras forcejeaba conmigo e intentaba quitarme el cuchillo.

Ella quería pelea y yo iba dársela.

- Vamos, Maddie... ¡lucha! –grité cambiando de posición, siendo yo la que está arriba de ella ahora intentando sajarle su linda carita– Pero será en vano... –reí- ¡La voy a matar! ¡Y no podrás hacer nada para evitarlo!



Mi hermana es una psicópata ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora