Epílogo

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''Solamente puedes tener paz si tú la proporcionas''.

-Marie Von Ebner-Eschenbach.

Anna

Salí disparada de ese lugar, sintiéndome tan liberada y ligera, despreocupada y relajada.

Llegué a casa con la piel perlada y las palmas sudorosas y decidí entrar por la puerta trasera. Caminé sigilosa hasta las escaleras y las subí corriendo hasta mi habitación; una vez estuve adentro me dejé caer en el suelo recargando mi espalda en la puerta, tratando de regular mi respiración, aparentemente entrecortada.

Me pareció extraño no haber visto las cintas de "prohibido el paso", pero no le di mayor importancia.

Pasé mis manos aún algo temblorosas por mi rostro mientras daba pequeñas bocanas de aire y noté que no había sangre en ellas, lo cual se me hizo aún más extraño.

Sentí, de repente, cómo mi ritmo cardíaco estaba empezando a volverse demasiado rápido y mi corazón parecía querer escapar de mi pecho.

Me levanté del suelo y me dirigí al baño de mi habitación. Una vez allí me desvestí y entré en la bañera. Abrí el grifo y esperé a que el agua cubriera por completo mi cuerpo para después cerrarlo. Eché mi cabeza hacia atrás para después reposarla sobre el borde de la bañera y dejé que mi vista se perdiera en el techo blanco por un rato, pero estaba muy cansada, mis músculos estaban muy tensos, mis párpados pesaban toneladas... cerré los ojos.

Sentí hundirme y cómo el agua cubrió hasta el último de mis cabellos, sumergida por completo.

Entonces perdí todo sentido de la realidad.

¿Estoy realmente loca? ¿Habré hecho lo correcto? ¿Debo seguir viviendo?

-Anna... —esa voz.

- ¿Maddie? —pregunté, pero no la veía por ningún lado. Todo era oscuridad total y un frío infernal que me puso los vellos de punta.

-Anna, no lo hagas. —sentenció firme.

- ¿Por qué no hacerlo? Soy un monstruo. —dije con la voz algo tenue.

-No lo hagas... ¿no recuerdas? —murmuró, y voces extrañas, pero que reconocería en cualquier parte, inundaron mi mente, dándome calosfríos que despertaron a mis demonios, que calaron mis huesos y me llegaron a los tuétanos hasta volverme polvo.

¡No te le acerques! ¿Por qué la odias? ¿Qué te hizo?

¡Te odio!

Eso fue hace años, Annie... Ella era la psicópata.

No lo entenderías. ¡Eres un monstruo!

¡Se está llevando mi alma consigo!

Trágica historia...

Abrí los ojos de golpe, recuperando la conciencia, mas no muy segura de haber recuperado el raciocinio, e intenté subir a la superficie, pero no podía, algo me lo estaba impidiendo.

Empecé a desesperarme cuando el abastecimiento de oxígeno de mis pulmones se agotaba, y la necesidad de respirar era cada vez más fuerte.

Traté nuevamente de salir del agua, pero el intento fue fallido. Frustrada me remeneé como loca, pero no podía salir, parecía ser que alguien me estaba hundiendo.

Entonces, en un rápido movimiento y forcejeo logré sacar mi cabeza del agua y tomar un poco de aire, pero de repente fui sumergida nuevamente... alguien me estaba ahogando, ¡me querían asesinar!

Mi hermana es una psicópata ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora