Prueba I

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Kagome abrió los párpados con pereza y volvió a cerrarlos arrugando la frente. Unos molestos rayos de sol entraban por la ventana, lastimando a sus queridas pupilas.

Ya es de día...

Trató de moverse, encontrándose con una resistencia. Una familiar. No le sorprendió despertarse en los brazos de Kikyō. Últimamente dormían así; juntas, abrazadas, como si fueran una. Sintiendo la calma respiración de la otra.

Pero eso terminaría hoy.

Pasó la mano por su brazo en una caricia, haciéndola sonreír en sueños.

Parece tan tranquila...

Pensó, sonriendo por igual. Desenterró la nariz de sus pechos para disfrutar mejor ese pacífico rostro que merecía ser adorado unos momentos. Kikyō dormía como un bebé, tal como si la guerra que las esperaba no existiera. Por lo general, era ella quien se despertaba primero, pero hoy no parecía tener intenciones de madrugar.

Qué linda...

Continuó observándola en silencio, recordando la noche pasada. Todo lo de la noche pasada. Porque, contrario a lo que su mentora creía, en esta ocasión sus recuerdos no se habían perdido. Seguían intactos, incluso los últimos. 

Se llevó una mano al cuello, allí donde Kikyō la besó repetidas veces. Donde ella misma, sin oponerse, se dejó besar.

Ella... a mí...

Bajó las pupilas a sus pechos, también víctimas de esos fríos labios.

En ese momento... todo dejó de importarme.

Muy despacito comenzó a desenredarse de sus brazos. Se sentó con cuidado para no despertarla y volvió a sonreír al pasar la mirada al frente. La serpiente, su fiel compañera, se encontraba enrollada en los pies de ambas. Dormía igual de tranquila que su dueña original. Soltó una risita. Al respirar dejaba escapar un pequeño silbido.

—¿Están conectadas o qué? —musitó, detallando sus ojitos cerrados—. Pareces un gato.

Las tres parecemos una pequeña familia.

Un aura de melancolía se sentía en el aire, como si ese templo se estuviera despidiendo de ellas, pues, hoy sería el último día que pasaría con su mentora allí.

Tan rápido... Las semanas se fueron volando.

Una suave caricia en la espalda la sobresaltó de pronto. Volteó la cara, encontrándose con Kikyō sonriéndole dulcemente. Se perdió en ese perfecto gesto. Tenía una mirada dormida, vulnerable. Lejos había quedado esa imperturbable sacerdotisa del principio.

—Buenos días. —La saludó en voz baja, pasando la mano por su espalda de arriba hacia abajo. Kagome le devolvió la sonrisa y se inclinó.

Su mano es tan fría, pero sus caricias tan cálidas...

Le dio un beso en la mejilla.

—Buenos días.

Kikyō tardó en reaccionar. Kagome nunca la había saludado así. Se preguntó si era agradecimiento por haberse quedado toda la noche con ella.

Kagome despegó los labios de su mejilla y la abrazó.

—Estás suavecita... —murmuró, descansando el rostro en su pecho con una sonrisa—. Como un osito.

La Miko la observó desde lo alto, embelesada, antes de rodearla con los brazos.

—¿Qué dices? ¿Sigues dormida?

Almas [Kagkik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora