Última carta.

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Querida persona que está leyendo esto, quienquiera que sea:

No comenzaré con un “Ya no puedo más” o simplemente con un adiós prematuro. No. Esta es mi última carta, escrita en papel, quisiera que fuera sincera y directa, pero yo misma sé que no podré ir directo al punto con tal rapidez. ¿Por qué acabar con todo? Mi vida no es mala, de echo es muy buena, tengo un hogar, comida en un refrigerador nuevo, una cama que me espera todas las noche para descansar, tengo una familia que me quiere y estoy consciente de ello, una educación gratuita y sueños como muchas otras personas, pero un alma menos en este podrido mundo no creo que haga gran diferencia entre las que hay y puede llegar a haber, no sé si me explico. Mi vida está llena de pensamientos de muerte la mayor parte del tiempo y me odio por tan siquiera pensar en la probabilidad de un suicidio, pero es la verdad. Nadie me ha hecho nada (que yo recuerde) pero tal vez están tan enterrados en el subconsciente que se representan como mis propios demonios, es algo difícil de explicar, puede que me entiendas, puede que no.

¿Cuál es la mejor manera de acabar con tu propia vida?

¿Un arma de fuego? No, eso no puede ser. Si, tal vez en el punto correcto sea una muerte instantánea e indolora, pero no quisiera que aparte del peso de mi muerte tengan que limpiar mi último desorden.

¿Un arma blanca? Un cuchillo quizá, pero no pequeños cortes horizontales en las muñecas, eso no sirve para mi objetivo, quiero morir, no provocarme “dolor”. Tendrían que ser un limpio y rápido corte vertical en el antebrazo, pero cada vez que imagino como el filo se hunde en mi piel me recorre un escalofrío especial, ver como la herida se va haciendo cada vez un poco más grande, como la sangre comienza a salir en grandes ríos carmín sentir que mi vida se disminuye al fluir de la sangre… ¿Han observado a las personas que hacen ejercicio? ¿Cómo en unos segundos vacían la botella de agua? Me imagino como la botella y, la sangre como el agua, solo que esta no sirve de provecho para nadie.

¿Pastillas? Es una posibilidad, exceso de somníferos y morir en sueños, eso debe ser lindo, pero quizá sufra en él; estudios realizados durante la guerra fría de 1947 afirman que las personas que suelen morir en posesión de Morfeo presencian una pesadilla antes de partir.

¿Una cuerda? Pero no sería en mi habitación, no quiero ni imaginar el agudo grito de mi madre, o mi padre, o el pequeño Charlie, sería tal vez en un ¿parque?, no, demasiado público, quizá rentar una habitación y esperar a que me encuentren días después, un cuerpo inerte con falta de oxígeno circulando en su sistema, flácido, sin alma; solo es brincar de un banco después de todo.

¿Sobredosis? Nunca he probado gramo de droga, morir por ellas no sería mala idea, una nueva experiencia, ¿Cuál sería la mejor? Existen las estimulantes como el tabaco y la cocaína; las depresoras como el alcohol y la heroína; narcóticos como los somníferos y los alucinantes como el LSD, no quisiera pasar mis últimas horas en la depresión tampoco con exceso de energía (aparte, el tabaco y el alcohol no es un proceso rápido, y yo no tengo tiempo para eso) y la idea de los somníferos aún está en duda. Alucinar. Alucinar sería fantástico, vivir mis últimos minutos en otro “mundo”. Pero ¿y si sobrevivo?... No, no, no, eso no puede ser.

¿Caer al vacío? Pero no de un edificio, eso sería llamar la atención y es lo último que quiero. ¿Un puente? Pero a altas horas de la noche y apartada de la ciudad. Dicen que si caes de una altura exagerada no sientes el impacto de la caída, el liso suelo, ni la sangre chorrear fuera de tu caparazón, ya que tu cerebro explota en el transcurso de esta, solo te desplomaras en el piso, la tierra, arena, lo que más prefieras pero ya estarás muerto, es algo indoloro a mi parecer, claro, uno no sabe que se siente que tu cerebro explote.

Pero la verdad es que no existe un suicidio perfecto y uno no decide ser como es, uno no controla lo que piensa, y es que yo no desee ser así, yo no desee anhelar la muerte ni mucho menos provocármela, esto no es culpa de nadie, supongo que está en los genes, algunas personas no pueden evitar crear sus propios infiernos y otras no pueden evitar tenerlos. Pero, por más que quiera dejarlo, vuelve, como el boomerang que lanzas para que desaparezca de una vez por todas, o tal vez yo lo hago volver de forma inconsciente, quizá lo necesito, es un misterio que no estoy segura si quiera resolver. Pero aparte de querer tener el control de mi partida quisiera que también fuera una sorpresa, algo único, diferente, algo que no se me haya ocurrido. Aunque eso ya no importa, porque al momento que leas la última palabra ya será demasiado tarde, ¿en serio creen que pondría esto a la vista? Mínimo llevo tres días fuera de esta maldita sociedad y ustedes apenas terminan de leer las que serían mis últimas palabras, ¿no es genial? 

Adiós a la vida. Bienvenida la muerte.

Esta carta fue escrita el 13 de Febrero de 1992 y el cuerpo nunca fue registrado como encontrado; se tiene consciencia de este último escrito desde el 24 de Noviembre del año 2012 por lo que el nombre de la presunta homicida es desconocido. Teorías afirman que no es más que un texto y que nunca existió tal muerte. Aunque tampoco se puede descartar la idea de que tal vez si encontró lo que hace llamar “El Suicidio Perfecto”.

Fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora