Abel

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Crónica 26.06.16

Abel

Un día puede significar todo y, a la vez, perderse entre el calendario sin razón de existir; depende de los ojos que miren y la vida quien viva. Pero estos ojos y esta vida quieren rescatar aquella pequeña parte de la tarde el último domingo de Junio. Y todo gracias a usted, señor Abel; había escuchado ese nombre ya un par de veces: la primera en una novela contemporánea y la otra, dándole rostro a mi futuro profesor de matemáticas.

Llegué minutos antes de la una de la tarde, el verano aún no se presentaba con fuerza pero me armé de valor y me puse unos pequeños shorts y aquella blusa de hace seis años que tanto me recordaba a mi abuelo y el correr del río de San Blas en el hermoso Nayarit. Recargué mi espalda en la pared de la gran edificación, que es el Centro Cultural de Tijuana –horas después me daría cuanta de lo bien que me hacía sentir ese lugar, pero esa... esa es otra historia-.

Me encontraba sola mirando la fuente, siendo participe de la alegría que se mostraba en los ojos de los pequeños jugando con la fresca agua que salía con elegancia en forma de chorro y caía, para volver a empezar el ciclo. Usted, señor Abel, se acercó a mí sin razón de ofender, me asusté un poco pues no sabía que podría necesitar de mí; pero solo llegó a preguntarme sobre algún evento próximo de yoga, yo le respondí con cierta vergüenza que no lo sabía pues hacía tiempo que no visitaba ese lugar, desconocía sus horarios, sus eventos semanales. Usted pudo irse después de mi negativa, pero no lo hizo; me acompañó en mi soledad, compartiendo la suya propia.

Créame cuando le digo que me es difícil olvidar un rostro y menos uno que acompaña un nombre, y el suyo señor, amable y sonriente, dejó una huella en mi interior.

Hablamos del arte. ¿Cómo comenzó? Creo recordar que me preguntó cuál era la razón de mi visita, "Mientras nos dure el veinte" respondí señalando una gran pancarta "¿Y eso qué es?" Me sentí en confianza, me relajé "Rock y literatura. En vagas palabras leen historias con un fondo de música rock en vivo". Usted sonrió con impresión y no puede evitar sonreír, me dejó de importar si mi novio de aquellos tiempos llegaba o no. Preguntó si me gustaba el teatro, afirmé su suposición sin siquiera pararme a pensar un poco. ¿Qué por qué me gustaba? Bueno, creo que el hecho de poder ser alguien más por un momento es realmente magnifico, aparte de ser una muy entretenida forma de expresión. Entonces usted sonrió, y fue una de las sonrisas más sinceras (que se le puede dar a una joven extraña como lo era yo) que he visto en mi vida; y puedo decirle sin mentir que eso lo hizo ver años más joven.

¿Cuántos años tendría? Su cabello era más blanco que negro, unos lentes de aumento cubrían sus rasgados ojos llenos de arrugas y parecía que un bastón lo acompañaba a cada paso; viejo, sí, pero no acabado, de eso no hay duda.

Después, la literatura llegó a posarse campante en la conversación, con aire de superioridad y llena de historias que contar. "¿Escribes?" Se notaba la sorpresa en su voz pero también ese orgullo de padre que me hacía falta tantas veces. Desgraciadamente no traía nada conmigo para compartirle, pero usted no dudó en mi habilidad y me dijo que por qué no lo enviaba a una editorial "Estoy pensando en hacerlo", asintió con una leve sonrisa.

Y así nos la pasamos esa pequeña media hora, hablando del arte; el teatro, la ópera, el rock de los 60's, los 80's, del dibujo, la pintura, la hermosa literatura... de cultura.

Fue un placer conocerlo señor Abel y la próxima vez que volvamos a vernos sería un placer decirle mi nombre, que ya sea por el tiempo, las circunstancias o lo interesante de la plática, no me dio ocasión de presentarme, pues no le vi importancia; y podría nunca haber conocido el suyo sino fuera que mi curiosidad antes de partir superaba mi formalidad. Gracias por acercarse.

Atentamente: La chica sin nombre.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2016 ⏰

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