Escuela.

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Luces incandescentes, parpadean.

Luz, oscuridad.

Habitación de cuatro paredes.

Las gotas de agua escurrían por el techo de noche lluviosa; en la tercera esquina un bulto se movía con insistencia.

Atrás, adelante.

Cámaras en cada ángulo del techo, ojos computarizados, la privacidad no existe, la libertad no es real.  

Mátalos.  

Rueda en el piso golpeando su cabeza cada que daba con una pared, gruñía insistente.

Una gota cae sobre su cabeza. 

Levántate.

Su cuerpo esquelético parece romperse, tiembla.

Mientras, personas exteriores invaden su vida, si eso es una vida.

Huye. 

Había una puerta, o eso recuerda, la penumbra lo ciega incapaz de salir.

Tiene que salir.  

Miedo

Las ventanas parecen un sueño, una fantasía, araña las paredes pensando que quizá, solo quizá éstas se rompan en pedazos de pequeña libertad.

Desesperación.

Hambre, no recordaba el sabor de la comida, el crujir sonoro del éxtasis experimentado; sed, el agua parece desaparecer de su sistema, se siente secarse. 

Asco.

El vacío lo rodeaba, los voces le hablaban en ilegible murmuro; concentrarse en alguna le abruma, cierra los ojos, la oscuridad lo abraza. 

Frágil.

Su respiración se agita.

Inhala, exhala. 

Habitación de cuatro paredes.
Muros comprimidos, el oxígeno se agota, la ansiedad lo consume; cada parte de su cuerpo, cada célula. 

Sufrimiento.

El aire sofocado lo encerraba en una nube de locura. 

Las luces terminan de parpadear.

La electricidad se desvaneces.

Oscuridad. 

Ya no sabía cuales eran sus propios pensamientos, no entendía si podía tener su propia voz, los gigantes lo aplastaban al verlo pasar.

Aprovechen a diminuto animal.

Inútil.

Vigilado, sin escape.

Solo.

Encerrado.

Esclavo.



Fin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora