Ya fue demasiada diversión.

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NARRADOR

No sería tan injusto decir que Simonne era una persona solitaria. Como lo había notado Josefa la primera semana de convivencia: siempre había alguien llamándola, siempre había un E-mail que contestar, una reunión a la que asistir, una fiesta que rechazar, un café que compartir con alguien; esto daba la impresión de que estaba rodeada de gente pero no era así; todos sus compromisos sociales eran con personas que no conocían ningún aspecto de su vida personal.

Su trabajo en la cámara de diputados era casi como un secreto, todos sabían que existía una lobbista llamada Simonne, que hacía posible lo imposible, pero nadie sabía cuál era su red de contactos. "No sé cómo puede hacer el trabajo si no conoce a nadie", había dicho en alguna oportunidad el diputado Larraín, pero se equivocaba profundamente; todos la conocían, pero preferían negarlo, porque solo habían dos motivos por los cuales podrías conocerla o haber hablado alguna vez con ella: uno era haber sido su cliente y haber contratado sus servicios, y el segundo era el de haber sido extorsionado por ella, claramente esta no era una situación cómoda para los honorables políticos del país quienes, sin duda, estaban en el segundo grupo.

Su círculo más cercano estaba compuesto por Paola, Victoria y Ammía, las tres sabían de la existencia de las otras pero no eran cercanas entre sí. Simonne era, en esencia, solitaria. Cuando quería ver a Paola, agendaba una cita con ella pero si era Paola quien la llamaba Simonne no respondía, ni devolvía el llamado, nada, solo se podía hablar con ella cuando era ella quien iniciaba el contacto. No le importaba lo que sus amigos pudieran pensar, ella no se preocupaba por cumplir con las expectativas de los demás, eso la hacía libre.

Tal vez, la única excepción a la regla era Ammía, ella si podía convencer a Simonne de ir a alguna parte o de quedarse en otra, o de hablar con ella aunque no quisiera. Ammía era la única persona que ponía a Simonne con los pies en la tierra, pero no siempre lo lograba. Si Simonne no quería hablarle, ir o quedarse, simplemente le cortaba el teléfono o ignoraba sus palabras. Aunque Ammía era muy insistente con el resto de sus amigos, a Simonne no le insistía porque era una de las pocas cosas que la hacían enojar.

José Miguel, por otra parte, tenía un lugar, decía él, de privilegio en la vida de Simonne, porque "es a mí a quién recurres cuando sabes que lo demás te van a criticar", y en parte era cierto aunque la relación entre ellos no era simétrica: José Miguel vivía prácticamente a costillas de Simonne, era su amigo, sí, pero a veces recibía sus órdenes y todo el tiempo gozaba de su financiamiento, así que, era una amistad comprada. Ambos lo sabían y a ninguno parecía incomodarle.

Una noche estaban cenando Victoria, Josefa y Simonne, cuando esta última se puso de pie a contestar la llamada entrante en su celular:

- ¡Cómo está la mejor amiga del mundo!

- Bien ¿y tú?

- ¿Qué haces hoy? Por qué no vienes a mi departamento un rato... estamos divirtiéndonos

- ¿con quién más estas?

- No sé, se llama... ¿cómo te llamas? –no se escuchaba a nadie más junto con él- dice que se llama Pedro, tal vez sea un apóstol... ¿eres el apóstol Pedro? ¡Dime..! ¿eres él?.. ¿A qué viniste?

- ¿Qué consumiste José? -dijo Simonne, alejándose de la mesa con un tono de voz muy grave.

- Me está dando miedo Pedro... me mira extraño...-respondió José Miguel hablando también grave.

- ¿Si?.. ¿de qué forma extraño?

- No sé... ¡me quiere matar!

- ¿A si?.. déjame hablar con él -Simonne endureció el tono para dar confianza a su amigo.

Simonne - Comenzaré a Odiarte mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora