JOSEFA
Después de nuestra discusión nada fue normal, yo anhelaba tener nuevamente sus manos en mi cintura, sus labios sobre los míos, mi pelo enredándose con el suyo... Hasta antes de nuestro primer beso, mi deseo iba aumentando a pesar de ese manto de duda sobre mí; pero después del beso: me sentí completamente segura de que eso era lo que quería, no había dudas, yo la quería a ella, pero al pasar los días, y las semanas, y ver que no se repetía, que su boca no anhelaba la mía, al ver que su cuerpo estaba más lejos de mi cada día, el deseo comenzó a opacar mi juicio, no sabía si era un error, si yo la había obligado a hacer algo que ella no quería o si ella sentía asco. No sabía si a ella también le había gustado. Yo ni siquiera sabía si Simonne había sido lesbiana antes de mí, en ese entonces no sabía nada.
Y ahora me decía que se iba de viaje, no dijo por cuanto tiempo, no dijo a dónde ni a qué. ¿Así como me trataría? ¿yo no siquiera merecía una explicación? ¿Qué era todo eso? Qué era yo para Simonne... estas ideas me quitaban el sueño... cada noche desde que me dijo que se iría de viaje me dormía sin saber si esa sería la última noche en que dormiríamos bajo el mismo techo.
Una de esas noches, mientras estaba divagando con los ojos cerrados, acostada intentando no pensar en todo eso, la sentí entrar, se sentó a mi lado sin encender la luz, movió el pelo de mi cara y me acarició con la punta de los dedos.
- ¿Duermes? -me dijo con una voz suave que apenas se escuchaba.
- No -contesté inmediatamente, no pude fingir que dormía.
Se acostó junto a mí, yo estaba de espaldas a ella y me abrazó por la cintura, luego de un momento en el que creí que me diría algo, comenzó a deslizar su mano hacia mi hombro tocándome con la yema de los dedos, su pierna frotaba la mía y sentí como posaba lentamente sus labios en mi espalda. Luego su mano desnudó mi hombro y lo besó también. Yo estaba paralizada, estaba completamente abstraída. No sé cuántas veces me dormí esperando que entrara por esa puerta e hiciera lo que estaba haciendo. Planee tantas reacciones y ahora que estaba pasando no sabía cómo reaccionar, no podía moverme, creo que apenas respiraba.
SIMONNE
Su piel tan suave, su aroma dulce, su cuerpo entero entristecido por mi culpa. Ningún número de caricias es suficiente para disculparme por ser como soy. Era el momento de terminar, tenía que despedirme, no pude encontrar las palabras correctas, solo entré a improvisar.
Cuando nos besamos por primera vez creo que me deje seducir por la idea de que no sería así. "no sé si te quiero" dijo esa vez, creí que era posible que yo estuviera equivocada, que era probable que ella tuviera razón y que un beso no tenía por qué significar que íbamos irremediablemente a llegar al punto en el que nos encontrábamos. Pero llegamos, ahí estábamos, intentando arreglar la situación, cometiendo el mismo error que nos había llevado a ella en primer lugar.
Como si un beso fuera a solucionar el problema que otro beso generó.
Indudablemente todo empeoraría, pero la pasión le gana a la razón y la razón no lo puede comprender, compite en un terreno que no es el suyo y simplemente se retira de la pelea dejándonos a merced de las pasiones.
JOSEFA
Mi camisa le molestaba, la subió lentamente y me dio vuelta, entonces nuestros ojos se encontraron, y era muy diferente a la primera vez que nos habíamos besado, porque esta vez no estábamos ebrias ni frenéticas; esta vez ella estaba sobre mí, admirándome, recorriendo mi cuerpo con su mirada y besando cada pedazo de piel que dejaba sin ropa. Nada de lo que pudiéramos decir era pertinente, estábamos en silencio, mirándonos, sintiéndonos. Yo seguí recostada sobre mi hombro, ella tras de mí: rodeándome con su brazo. Su mano subió por mi vientre y llegó hasta mis pechos y los acarició muy suavemente; sentí como su respiración se agitaba y entonces extendí mis brazos hacia atrás de su cabeza y atraje su boca hasta mi cuello... Su lengua tibia se deslizó hasta mi mejilla y de repente su cuerpo se llenó de vigor: me tomó como un león a su presa, se montó sobre mí, sacó mi camisa; con una mano afirmaba mis muñecas contra la almohada y con la otra recorría mi cuerpo, primero mi cara, luego mis pechos, después la vagina, sus dedos entraban lentamente al tiempo que su boca mordía mis pezones haciéndome quebrar la espalda de placer. Todo su peso reposaba sobre sus muslos, estaba rígida, me apretaba las muñecas con fuerza pero su lengua era suave.
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Simonne - Comenzaré a Odiarte mañana
Storie d'amorePara saborear los anaqueles del éxito se requiere mucho mas que talento: se necesita elegancia, prestancia, buenos modales y sobre todo indiferencia. Es necesario conocer el dolor ajeno y ser capaz de provocarlo intencionalmente sin tocarse el coraz...