02

810 12 0
                                    

Pasaron dieciocho meses de psicoterapia intensiva; Catherine venía a verme una o dos
veces por semana. Era buena paciente: verbalmente expresiva, capaz de penetrar en lo
psíquico y muy deseosa de mejorar.
En ese tiempo exploramos sus sentimientos, sus ideas y sus sueños. El hecho de que
supiera reconocer los patrones de conducta recurrentes le proporcionaba penetración y
entendimiento. Recordó muchos otros detalles importantes de su pasado, tales como
las ausencias de su padre, que era marino mercante, y sus ocasionales arrebatos
violentos después de beber en exceso. Comprendía mucho mejor sus relaciones
turbulentas con Stuart y expresaba el enojo de manera más apropiada. En mi opinión,
por entonces debería haber mejorado mucho. Los pacientes mejoran casi siempre
cuando recuerdan influencias desagradables de su pasado, cuando aprenden a
reconocer y corregir patrones de conducta inadaptada y cuando desarrollan la
capacidad de ver sus problemas desde una perspectiva más amplia y objetiva. Pero
Catherine no había mejorado.
Aún la torturaban los ataques de ansiedad y pánico. Continuaban las vividas pesadillas
recurrentes y todavía la aterrorizaban el agua, la oscuridad y estar encerrada. Aún
dormía de manera interrumpida, sin descansar. Sufría palpitaciones cardíacas.
Continuaba negándose a tomar medicamentos por temor a ahogarse con las píldoras.
Yo me sentía como si hubiera llegado a un muro: por mucho que hiciera, el muro seguía

muchas vidas muchos maestros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora