03 Parte 06

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hechas de pieles de animal. En lo alto de la torre hay algunos hombres que vigilan...
guardias. Están sucios. Juegan a algo parecido al ajedrez, pero no es eso. El tablero no
es cuadrado, sino redondo. Juegan con piezas afiladas, semejantes a dagas, que se
ajustan a los agujeros. Las piezas tienen arriba cabezas de animales. ¿Territorio de
Kirustán (ortografía fonética)? En los Países Bajos, alrededor de 1473.
Le pregunté el nombre del lugar en donde vivía y si podía ver u oír un año.
—Ahora estoy en un puerto marítimo; la tierra desciende hasta el mar. Hay una
fortaleza... y agua. Veo una cabaña... mi madre, cocinando en una olla de arcilla. Me
llamo Johan.
Avanzó hasta su muerte. A esa altura de nuestras sesiones, yo aún buscaba un único y
abrumador suceso traumático que pudiera causar o explicar sus síntomas actuales. Aun
si esas visualizaciones, notablemente explícitas, eran pura fantasía (y yo no habría
podido asegurarlo) lo que ella creyera o pensara podía aún servir de base a sus
síntomas. Después de todo, yo había visto a pacientes traumatizados por sus sueños.
Algunos no lograban recordar si un trauma de la infancia se había producido en la
realidad o sólo en un sueño, pero su recuerdo todavía los obsesionaba en la vida
adulta.
Lo que aún no apreciaba del todo era que el constante martilleo diario de las influencias
socavadoras, como las críticas mordaces de un progenitor, podían causar traumas
psíquicos incluso peores que un solo suceso traumático. Esas influencias perjudiciales,
puesto que se funden con el entorno diario de la vida, son aún más difíciles de recordar
y exorcizar. Una criatura criticada de manera constante puede perder tanta confianza y
autoestima como quien recuerda haber sido humillado en una horrible ocasión especial.
El niño nacido en una familia pobre, a quien diariamente le falta la comida en cantidad
suficiente, puede sufrir con el tiempo los mismos problemas psíquicos que quien
experimentó un único episodio importante en el que estuvo a punto de morir de hambre
por casualidad. Pronto comprendería yo que el castigo cotidiano de fuerzas negativas
debía ser reconocido y resuelto con tanta atención como la que se presta a un único y
abrumador acontecimiento traumático.
Catherine comenzó a hablar.
—Hay botes, parecidos a canoas, pintados de colores intensos. Zona de Providence.
Tenemos armas, lanzas, hondas, arcos y flechas, pero más grandes. En el bote hay
remos grandes y extraños... Todo el mundo tiene que remar. Quizás estamos perdidos;

muchas vidas muchos maestros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora