CAPÍTULO 18: Secretos

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El día de hoy amanecí con fiebre y gripe, supongo que la razón fue el cambio constante del clima en San Francisco.

Mamá me convenció de faltar hoy a clases y quedarme descansando en casa.

Hace como unos diez minutos le mandé un mensaje a Esmeralda comentándole que no asistiré a clases. Para mí fue algo extraño quedarme sola en casa, nunca he faltado en la universidad desde que ingresé, me considero un buena estudiante y eso de las faltas no es lo mío, sin embargo ésta ocasión lo amerita.

De acuerdo con el horario, ya la mayoría ha de estar llegando a la escuela, como es de costumbre.

A Kylian no le he avisado, no quiero que se preocupe. Pero estoy segura de que cuando no me vea con mis amigos va a llamarme.

Mi cabeza me duele, así que decido cerrar mis ojos para descansar, de un momento a otro me quedo dormida.

Después de dos horas me despierta una llamada. Reviso mi celular y no es la persona quien yo esperaba. Es Esmeralda, me envía la invitación para una videollamada y la acepto.

—Hola enfermita, ¿Cómo te sientes? —me pregunta preocupada.

—Un poco mejor, me acabo de despertar con tu llamada —le respondo a la vez que me siento en mi cama.

—Lo siento, no era mi intención —se disculpa. — ¿Kylian te ha llamado? —cuestiona curiosa.

—No, no hemos hablado desde ayer, ¿pasó algo? —asiente con la cabeza y el gesto que hizo en su rostro no me gusta para nada.

—Bueno, no es que quiera crear problemas entre ustedes, pero en la mañana no llegó solo en su auto —me informa sinceramente.

La verdad no sé qué responderle, su comentario me intriga.

—Tal vez viste mal y venía con alguno de sus amigos —incrédulamente le sugiero.

—Yo conozco a sus amigos y los identifico. Amiga no era ninguno de ellos, era una chica —me dice un poco preocupada a mi reacción.

—¿Recuerdas cómo era? —le pregunto.

Tarda unos segundos en responder a mi pregunta y me preocupa, hace que piense cosas que pueden no sean ciertas.

—Eli... era la misma chica pelinegra que vimos en aquella ocasión cuando estábamos en la cafetería —contesta con cierta tristeza.

No sé qué fue lo que sentí en ese momento en que Esmeralda me contó lo que vio. Hay una posibilidad de que se haya equivocado o se confundió, no lo sé, pero no lo podía creer.

Él me comento que era una compañera de su clase, solo eso —¿verdad?— porque no puede ser otra cosa.

—Amiga, en serio no te estoy mintiendo, a mí también me sorprendió. No sabía si comentártelo o no, no sabía cómo ibas a reaccionar —vuelve a hablarme porque sigo sin responderle nada.

— ¿Estás segura? —le pregunto con voz temblorosa.

—Completamente.

—Cuéntame que más viste, ¿sí? —le pido que me cuente bien porque no me lo creo.

Esmeralda comienza a narrarme lo que alcanzó a observar.

—Mi madre acababa de dejarme en la entrada de la escuela, cuando iba llegando el auto de tu novio. Nicolás y Anath aún no llegaban así que me fui a sentar a unas de las bancas...

Cuando todo deje de dolerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora