CAPÍTULO 24: Mil pedazos

43 8 0
                                    

♡♡♡♡♡♡

Después de la plática que tuve con Lía, la hermana de Kylian, decido caminar hasta mi casa. No está demasiado lejos, solo un poco. Lo necesito para poder despejar mi mente y analizar lo dicho por Lía. Todo esto es demasiado por procesar para mí.

Confié en él totalmente. Le creí lo de la vez que me mintió cuando lo vi desde la cafetería. También cuando me dijo que solo era una compañera de su clase que necesitaba de su ayuda. No me contó que eran compañeros de la preparatoria, ni que tuvieron una relación de noviazgo.

Sé que todo esto entre ellos fue en el pasado y que como su pareja actual no debe de importarme, pero esto paso la línea límite. Ambos se veían, tenían comunicación y en la universidad volvieron a encontrarse siendo compañeros nuevamente.

Pudo haberme contado sobre eso, y más en el momento que ella se acercó a mí sin buenas intenciones. Provocando que en estas circunstancias entre nosotros ya no exista mi confianza hacía él. La rompió.

Cuando llego a casa no tengo ánimo de hacer nada. Entro y mi madre y Alissia se encuentran comiendo. Ambas voltean a verme y supongo que por mi expresión corporal sospechan que algo no está bien.

—Elianna, hija, ¿por qué llegas tardes?, tu hermana y yo estuvimos llamándote y nunca respondiste —me pregunta mamá al levantarse del comedor y acercarse a mí con sus manos cruzadas en el pecho. Ésta molesta, la conozco.

—Lo siento, estuve ocupada por ahí —me limito a responder e intento irme a mi habitación.

—Mientes, soy tu madre y sé cuándo no estás siendo sincera. Aparte de que parece que has llorado —lo nota y bajo mi cabeza mirando mis pies. Continúa hablando. — ¿pasó algo entre Kylian y tú?

—¿Puedo ir a mi habitación?, no quiero hablar en estos momentos, por favor —le pido y asiente.

—Te subiré algo de comer —me avisa.

No tengo hambre, pero si le digo eso de todos modos lo hará.

Cuando llegó a mi cuarto me tumbo en mi cama mirando hacía el techo. Coloco mis manos tapándome los ojos para comenzar a llorar de nuevo. Pero tocan la puerta, me limpio mi cara rápido y mamá entra sin que se lo permita.

Me acuesto tapándome con mi cobija hasta el cuello, volteando al lado contrario donde ella está.

—¿Qué sucede hija?, sabes que puedes confiar en mí y contarme lo que sea que te esté sucediendo —dice sentándose en el borde de la cama.

Nunca he sido de esas personas que le cuenta todo a su madre, ni a su familia. Todo me lo guardo para mí, termino sufriendo y sobrellevando lo que me pasa yo sola. Nunca se dan cuenta porque sé guárdamelo muy bien. Es como si me colocará una máscara para ocultar mis emociones y al estar con mi familia me coloco otra distinta. Al contrario con mis amigos, a ellos son a los que les cuento todo, más a Esmeralda y Nicolás, siempre necesito la opinión y consejo de un hombre, como es en el caso de mi amigo.

Cuando tenía ocho años de edad mi padre se fue de ésta casa. Mi madre y él tenían problemas y discusiones frecuentemente en el último año que estuvieron juntos. Con mi hermana y conmigo intentaban disimular, pero ambas éramos conscientes de lo que pasaba en nuestra casa. Mi padre últimamente llegaba a altas horas de la noche y mi madre en ocasiones lo esperaba despierta. Varías noches como niña curiosa, iba a su habitación y escuchaba detrás de la puerta, mi madre le cuestiona sobre su hora de llegada, insinuaba que la engañaba con otra y cosas así. Él se fastidiaba de sus preguntas y se iba en ciertos días, dejándola triste en su habitación.

Cuando todo deje de dolerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora