Adiós.

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Él pensó que ella moriría sin él, que después le pediría volver y que tal vez él tenía ese poder.

Pobre idiota.

Aquella mañana de marzo ella tomó las valijas y empacó todo. Él había salido por un rato, que necesitaba ir a saciar su adicción por la nicotina. Dijo que volvería para empacar sus cosas y que podía quedarse en el edificio lo que quisiera.

Era un egocéntrico.

Con el dolor del alma ella empezó a empacar lo más rápido que pudo todo lo que tenía. No iba a dejar que aquel imbecil la pisoteara para volver como ya habia hecho antes.

Se limpio la cara y se pegó un baño. Se arregló y se sorprendió de lo bien que se veía: hace mucho no lo hacía.

Se visto casual y cuando terminó de empacar salió. De repente ya no sintió su vida tan oscura.

Vio a su ex coquetear con otra para luego dirigirse al departamento que solían compartir. Pensó que ella no mercería a alguien que ni siquiera se sabía querer a sí mismo.

Ella sonrió. Mientras lo hacía, llamó a un Uber para que la llevase a alguna parte.

Él la vio al otro lado de la calle, tan radiante, tan bonita. Se sorprendió de que aquella mujer había sido suya.

Fue entonces cuando ambos cruzaron miradas y mientras un camión pasaba ella le gritó:

—¡Adiós, hijo de puta!

Cuando dejes de recordarme. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora