Capítulo 1

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¿Comenzamos?

Marina:

Nada como el sonido de un gallo para comenzar el día. No sé en qué estaba pensando cuando elegí ese ringtone para levantarme cada mañana a las 6 a.m. Y como todos los días, salgo de la cama con la idea de que será otro día normal y aburrido. Esto hace que, al no esperar nada interesante, cuando sucede lo inesperado mi sorpresa sea genuina.

Al poner un pie fuera de la cama, decido realizar mi rutina mañanera. Voy en pijamas a lavarme los dientes, para luego bajar las escaleras y preparar mi desayuno. Al ser tan temprano, la casa está en completo silencio. Preparo mi clásica taza de café junto con unas galletitas y me dirijo a la mesa.

La mejor parte de mi mañana diría que se basa en poder disfrutar de la televisión sin nadie molestando. Por lo tanto, me dirijo a tomar el control remoto y continuar viendo Teen Wolf mientras me alimento.

A eso de las 9 comienzan los ruidos matutinos, mi hermana pequeña es la primera en despertarse lo cual genera que mi madre también se levante. Y ahí es cuando se termina mi paz.

-Mar, ¿Puedes encargarte de la ropa del lavarropas?- da mi madre su primera orden.

-A la orden mi capitán- le respondo mientras lavo mi taza.

Una de las cosas que amo de hacer mis tareas de la casa es la libertad de poder hacerlas a mi gusto. Lo que significa que puedo hacer una de las cosas que más me gusta mientras cuelgo la ropa, es decir, escuchar música. Pero no nos olvidemos de bailar mientras tanto.

Al finalizar, uso el tiempo restante para prepararme para el colegio. No es que me tome mucho tiempo ya que ni siquiera me maquillo, sino que me arreglo rápido para poder leer antes de irme.

Desde que descubrí la lectura, aproximadamente en cuarto grado, he tratado de seguir mi propia frase: Siempre ten un libro a mano, porque no sabes en qué momento necesites escapar del mundo. Ya que a fin de cuentas, eso es lo que la literatura hace, nos abre la puerta hacia nuevos mundos que nos ayuden a olvidar nuestros problemas. En fin, luego de adelantar algunos capítulos, llega la tan temida hora.

El cliché sería que odiara el colegio, pero ese no era mi caso. Realmente me gustaba ir al colegio ya que además de aprender cosas nuevas podía estar más tiempo con mis amigas. Otro suceso típico sería que sea muy inteligente pero tímida, o ser popular pero mala persona.

Lamento decepcionarlos, pero no soy ninguna de esas opciones. Admito que soy inteligente, ya que sería tonto decir lo contrario cuando tengo uno de los mejores promedios. Pero no soy tímida, más bien me considero alguien "difícil de tratar". Y aunque mi grupo de amigos es muy pequeño, eso no significa que no me lleve bien con mis compañeros.

Luego de despedirme de mis padres y hermana, bajo del auto para entrar a lo que muchos llaman "la cárcel".

-Pero miren quien viene por ahí ¿Será SIA? Naaa, es mi amiga la fría qué corazón no poseía- casi gritó Abby, mi mejor amiga.

-Yo también te amo estúpida- le digo mientras le saco el dedo medio.

-Ay, ni que te ofendiera. Es más, te definís así de vos misma desde que tengo memoria- la defiende mi otra amiga Alma.

-Bueno, en eso tenés razón. Pero igual, ¿Qué clase de saludo de bienvenida es ese? Osea, podrían darme un poquito de amor a ver si se descongela este pequeño corazón- les digo haciendo un patético puchero mientras me llevo una mano al pecho.

-Está bien, aunque sabemos que nadie va a derretir el iceberg que tenés en el pecho- dice Abby mientras las dos me abrazan.

Suena la campana y nos dedicamos a ir a nuestros lugares, en el fondo. Nuestras mesas son de dos, y al ser impares una queda con solo un estudiante. Por lo tanto, mientras Abby y Alma comparten mesa, yo me siento en la de al lado sola como todos los años. Esto nos sirve para hablar entre nosotras y dejarme con mi propio espacio.

Todo lo que no sabemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora