La familia C.

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Realmente eras una mujer tranquila, quitando el hecho de que eras una pecadora, las tragedias ocurridas se debían a un factor importante en la vida de toda persona. La infancia. Y la tuya no era la mejor de todas.

Naciste entre sangre desde pequeña, en un pequeño agujero de tu ciudad natal que era regida por bandas criminaes y policías corruptos. Entre todo ese caos existía algo de paz cuando estabas en sus brazos, los fuertes brazos musculosos de ese hombre te entregaban el mayor cariño de mundo cada que salía por esa puerta casi podrida, y descansar en su regazo era prácticamente dormir entre las nubes. Pero claro, cuando se volvía a ir todo era tan solitario como antes.

Eran casi quince hijos en una sola casa pequeña, que con suerte tenía agua potable y el recibo de la luz era no más que un aviso de corte para la tarde. Las hijas que ya eran mujeres, tus hermanas mayores, alguna que otra ya tenía a un bebé casi de la edad del bebé que tuvieron tus padres hace unos meses, y tus hermanos que con suerte no estaban destrozados de sus cerebros por esa extraña planta y los polvos. Un nuevo fin de mes, y la puerta de madera desgastada se abría para que tus padres salieran una vez más.

— Volvéremos en la noche, y volveremos a salir en la mañana, Cintia — La mayor de todos, que acostumbraba a vestir aquel mullido y largo abrigo de un cuestionable color verde olivo, se apoyaba en la pared del pobre recibidor para resibir las órdenes de el padre — Nadie tiene permiso de salir, ni al patio, que Lucas debe andar por ahí rondando.

— Nadie lo hará.

— Quiero creerlo así, que no ocurra lo de la última vez. O serás la siguiente.

Eras la pequeña de papá, una de las menores, una bendición femenina después de cinco varones que resultaron ser desperdicio, y eso a tu padre le encantaba. Te vio escondida detrás de la pared y soltó una carcajada suave, abriendo sus brazos te invitó a una nueva despedida amable. Sonriendo, dejaste que sus manos acariciaran tu cabeza.

— Si algo le pasa a mi princesa, serás la única culpable.

Lucas, un policía que se llevaba de la patada con tu padre, era el responsable de tantos infantes en su casita, siendo él un padre ausente de casi cinco hijos. Incluso tu desconocías si era él tu verdadero papá, ¿Pero sabes qué? No importaba nada, si lo era o no, aquel que te criaba, alimentaba y amaba era el hombre frente a ti, que con canas en su cabeza y una barba descuidada salía con tu madre a buscar más comida para el mes.

— Prometo no ser descuidada ésta vez.

Y confirmaste que era una mentira al verla salir después de unas horas, sin ese maloliente abrigo desgastado, y vistiendo ropa más corta, hermosa, con su cabello suelto, su rostro que, maquillado, lucía sus ojos almendrados y gruesos labios rosados. La palidéz casi enfermiza fue cubierta por rubor como mejillas rojas, y te sonrió al verte a través del espejo.

— Te confío la casa hoy, Jhonny, pero volveré antes de que vuelvan papá y mamá. Espera a que llegue yo, y no digas nada.

La puerta le fue abierta a ella, y al salir, lograste escuchar las sirenas policiales al frente como un vulgar llamado, haciendo reír a tu hermana mayor.

— Deja mi abrigo en el recibidor.

Cintia salía cada que podía de ese agujero asqueroso, dejaba su ropa remendada para usar un vestido brillante y colorido, corto, y alguna cadena con la que atraía a los hombres. A pesar de no entender la situación, obedecías, a cada orden, pues los pequeños pasteles decorados y los lindos moños que usabas en tu cabeza como regalo lo valían, y era mejor seguir con los regalos a que tu hermana fuera regañada y obligada a no salir más.

Así pasaron las horas, tus hermanos mayores, entre esos Jhonny, cuidaban de todos, los alimentaban, cambiaban y limpiaban sus pañales y les leían por decimosexta vez ese libro de cuento. Aquel joven de cabellos oscuros y grandes ojeras, con la piel casi pegada a sus huesos, mecía a un chiquitín de ojos dormilones mientras esperabas algo de beber. Al dejar al niño entre lo que suponían ser almohadas, te miró una vez más, nervioso.

— Princesa, hoy yo esperaré a Cintia, tu duerme.

Casi nunca la recibía J, era más bien esperado que él cayera dormido por haber corrido tras tantos niños, pero aún así asentiste, aceptaste la caricia del joven y volviste al cuarto donde dormías con tus hermanas. Tres niñas pequeñas recostadas en un colchón esperando a que uno de sus hermanos mayores viniera a desearles las buenas noches. Pero...

Un golpe se escuchó en el primer piso de la frágil casa, y todas saltaron aterradas a ocultarse en el armario, con algunos palos y piedras como armas de sus padres, esperaron en silencio escuchando gritos. Cintia, pensaste al escuchar su voz llorar en el piso de abajo, pero la mano de una de tus hermanas te adentró más al sofocante armario. Por la puerta entró Sebastian alterado, buscando a las menores que salieron con cuidado, y el gordo chico se apresuró a acostarlas a cada una y arroparlas, entre sus manos había un libro de pasta gruesa con animales, y empezó a narrar acerca de diferentes tipos de ranas, lagartijas y cocodrilos, captando su atención en poco tiempo.

Los gritos cesaron con el tiempo y una tras otra las niñas cayeron dormidas una sobre la otra. Hasta la madrugada. Tu garganta estaba seca, y no conocías cómo ver la hora aún, por lo que saliste del colchón y abriste la puerta para ir a buscar a Jhonny. A él le ibas a pedir agua antes, a él lo ibas a fastidiar ahora. Pero al buscar en el cuarto de tus hermanos, solo los menores y algunos de los mayores los abrazaban entre sueños, pareciendo aterrados.

— Estará abajo también.

Pero al bajar solo pudiste ver el comedor, que siempre era tan simple y alegre, ahora todo lucía tan tenebroso. Un hombre adulto se encontraba sobre la mesa, como si fuera un platillo, con decoraciones de lechuga y una ensalada de verduras que nunca te gustó. Y frente a la mesa tus padres y hermanos mayores, Cintia y Jhonny, parecían comer.

— Princesa...

Jhonny se levantó al verte, alarmando a tus padres, que pusieron sus mejores rostros al verte tan confundida. Por un momento parpadeaste y viste la cruda realidad que aún no entendías, viste la cena servida, y te parecería tan normal si no fuera porque el hombre era el plato principal.

¿Te unes a la cena, ____?

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Escribir en computador es difícil.

Gente, nos cercamos al final. Gracias por leer hasta aquí, me aseguraré de buscar un tiempo libre para seguir escribiendo, pero hasta el momento ésto es lo que puedo darles. Las amo, tomen agua y duerman bien, yo no podré hacerlo bien por ahora, entonces háganlo por mi, ¿sí? Gracias, las adoro. <3

Blitzo Is The Type Of Boyfriend [Helluva Boss]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora