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Caminé en silencio hasta la parte más profunda de la base de Orochimaru y al ingresar a la única habitación que había en ese lugar me lo encontré.
—Me sorprende verte con nuevas personas, Sasuke.
—¿Conoces Fushin del Relámpago? —pregunté rápidamente.
—¿No me vas a saludar? Tan insensible como siempre —sonrió—. Fushin posee una habilidad heredada. Antes fue escolta de En Oyashiro.
—¿En Oyashiro?
—No es un hombre que salga mucho. Es un traficante de armas allí donde haya ninjas y si hay dinero hace lo que se le pida. Lo llaman "El Mercader". —respondía, tranquilamente y en eso he sentido como mi capa era ligeramente tirada. La chica que me acompañaba me miraba algo asustada, pero simplemente la ignoré.
—¿Dónde está?
—Quién sabe. Tiene tantos escondites como yo —dijo, cruzándose de brazos—. Puede ser difícil de encontrar.
—Seguro que puedes resolver esa dificultad.
—Supongo que no me dejarás otra opción —soltó una risa, mientras se levantaba de su asiento—. Espera un poco, prepararlo llevará un tiempo.
Orochimaru abandonó la habitación y en eso volví a sentir como tiraban de mi capa.
—¡No tenía idea que eras amigo de Orochimaru!
—No tengo ninguna razón para mencionártelo —respondí—. Ahora suéltame.
—De seguro te quedarás para toda la eternidad solo por esa actitud.
Suspiré. Si no fuera porque ella y su compañero sabían algo de las bombas humanas que recientemente atacaron a Konoha, no los hubiera dejado acompañarme.
—¡Sasuke!
La puerta fue repentinamente abierta y de ella apareció Karin con una expresión emocionada.
—Finalmente has regresado —oí la voz de Suigetsu—. Ya me cansaba de oír las discusiones de Karin y de...
Las palabras de Suigetsu fueron interrumpidas por un golpe de Karin.
—¡Cierra la boca! —exclamó para luego mirar a la chica que me acompañaba—. ¿Quién es esta enana?
—¿Un engaño? —preguntó Suigetsu—. No tenía idea que te interesaban las niñas.
—¡No soy una niña! Soy mayor que todos ustedes y me llamo Chino —exclamó, exasperada mientras se aferraba a mí—. ¿Quiénes son estas personas, Sasuke – chan?
—¿Por qué tanto alboroto? —preguntó una voz que no había oído en varios días—. ¡Sasuke!
Ella se acercó rápidamente al verme y no tardó en abrazarme. Naturalmente hubiera rechazado cualquier muestra de afecto, pero al tratarse de mi esposa no podía negarme.
