Capítulo 8: Fiesta

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– ¡Miguel! ¡Llegas temprano, amigo! Después de lo sucedido, no pensé que vendrías – dijo Raúl estrechándome la mano.

Mi amigo tenía razón, fue difícil para mí tomar la decisión de ir a la fiesta que Raúl, con tanto esmero, había organizado en su casa. No solo porque no fuera bienvenido por su hermano Daniel desde el encuentro en el parque, sino también porque, desde ese día en que traté a Liana de forma injusta, traía una mala sensación en el estómago. Tal y cómo lo prometió, Liana había solucionado todo. Aurora vendría a la fiesta.

Aunque esa noche se trataría de mi confesión a Aurora, mis preocupaciones me invadieron y solo deseaba aprovechar esas horas para disculparme con Liana y dejar el amargo episodio atrás. Sin embargo, en esa fiesta, nada salió como yo quería, lo cual era un patrón recurrente en mi juventud.

Aurora hizo su grandiosa entrada pasadas las nueve de la noche, dejando a todos sin aliento. Recuerdo cómo los ojos de numerosos jóvenes se fijaron en ella, incapaces de resistirse a su magnética belleza. ¿Y quién podría culparlos? Sus labios rojos, tentadores y exquisitos, desprendían un aura de seducción irresistible, mientras que su revelador escote desafiaba cualquier intento de apartar la mirada. Era verdaderamente arduo desviar la atención de su presencia hipnotizante.

Por primera vez, pude percibir una leve muestra de timidez en Aurora. Era comprensible, ya que no conocía a los invitados y todos eran conscientes de la importancia de su presencia. Sus ojos eran el centro de todas las miradas, y mis amigos no podían disimular su admiración. Al ingresar al salón, su primer impulso fue buscar refugio en Raúl.

Al reflexionar sobre aquel momento, me doy cuenta de que debí haberme acercado de inmediato para rescatarla. Es lo que cualquier caballero habría hecho en una situación así, pero lamentablemente me encontraba absorto en mis propios pensamientos de culpa. De hecho, tuve que esperar a que Raúl la trajera hacia mí, como si fuera un salvavidas en medio de mi torpeza.

– Aquí estabas, Miguel – dijo Raúl, que venía junto a Aurora. – Te dejo con Miguel. A él sí lo conoces, ¿no? Debo ir a saludar a los nuevos invitados – agregó Raúl mientras me lanzaba una mirada de advertencia, animándome a actuar y a despabilarme.

Sentí una leve decepción al darme cuenta de que Liana no llegaba junto con Aurora. Estaba ansioso por dejar atrás mis arrepentimientos. No quería permitir que los nervios me dominaran, ya que necesitaba abordar con confianza el tema de mis sentimientos frente a Aurora. Era el momento de ser valiente y sincero, tanto conmigo mismo como con ella.

– No sabía que eras un tipo tan apagado. Te recuerdo diferente – advirtió Aurora mi cambio de humor.

– Bueno, eso es lo que obtienes cuando te diviertes a costa de alguien – respondí un poco apático y aún dolido.

– ¿Aún estás molesto por lo que viste el día en que me ibas a invitar? – me miró sin creerlo.

– ¡Cómo no voy a estarlo! He molestado a Daniel, a Raúl y a Liana con eso.

– Miguel..., él era solo mi hermano. Te preocupas demasiado – rió, aferrándose a mi brazo.

– ¿Tu hermano? – me sorprendí avergonzado, sintiéndome horriblemente culpable – ¿Y qué tan difícil era salir a decírmelo? ¿Querías dejarme con la duda? – la cuestioné, ruborizado.

– Vamos, ¡anímate! ¡Esto es una fiesta! ¿No es así? Vamos por unos tragos – propuso entusiasmada.

– No lo sé – dudé.

– Hicimos un trato, ¿no es así? he obtenido una muy buena calificación – me recordó – ¿Dónde está la cerveza? ¿O pretendes seguir haciéndome perder el tiempo? – me agradeció, alegre.

El porqué de saltarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora