Capítulo 12: Montaña: Caos y diversión

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El día del viaje transcurrió después de dos meses de espera. El punto de partida era la acogedora casa de Raúl.

– Toma, utiliza estas elegantes gafas de sol – dijo Aurora, quien ya estaba totalmente equipada para el viaje, luciendo radiante.

Daniel estaba emocionado y llenaba la cabina del automóvil de Sebastián con alcohol de manera excesiva. Catalina llevaba consigo una amplia gama de precauciones; parecía más una madre preocupada que una simple compañera de grupo. Sebastián y Pepe eran los conductores designados; estaban completamente equipados con una nostálgica radio para el vehículo y ya estaban entusiasmados proponiendo ideas para las fogatas y las inolvidables noches. Todos irradiaban un buen humor contagioso, incluso Daniel, quien me saludó efusivamente como si me hubiera echado de menos. Quizás todos eran conscientes de que este sería nuestro último viaje juntos. La cercanía de la graduación implicaba inevitablemente cambios en nuestras vidas.

Con el ambiente agradable y armonioso reinante, incluso yo me sentía cómodo y en paz, a pesar de la situación incierta que mantenía con Aurora.

Pepe era el conductor del auto en el cual Aurora y yo viajaríamos. Me sorprendió que Aurora y Pepe, al encontrarse, en cuestión de minutos ya se estuvieran riendo juntos, como si me hubiera perdido un gran episodio entre ambos. Al parecer, se habían vuelto bastante cercanos desde que Aurora recibía su tratamiento dental en la clínica del padre de Pepe. Sin embargo, no le di mucha importancia; Aurora siempre había sido el alma de la fiesta y no tenía dificultades para establecer nuevos vínculos.

Como de costumbre, la única persona que faltaba era Liana. La ansiedad comenzó a dominarme. Incluso me sorprendí pidiendo que, por favor, no faltara. No quería que se repitiera una situación similar a la ocurrida en el "día del helado". Especialmente después de enterarme de lo entusiasmada que estaba por ir a la montaña.

Para mi alivio, Liana llegó unos minutos después. La razón de su retraso la llevaba cargada en sus brazos: un montón de golosinas. Todos nos acercamos a ella y debido a la cantidad de personas, solo alcancé a saludarla con una sonrisa que ella me devolvió.

Me sorprendió que Daniel se quedara cargando el auto de Sebastián, ignorando la presencia de Liana. Solía reaccionar exageradamente cada vez que la veía.

– ¡Bien hecho, Liana! – gritó Catalina al ver las golosinas.

– Como era de esperar de Liana, las golosinas no podían faltar – dijo Raúl mientras colocaba los dulces en el vehículo.

– El retraso valió la pena – agregó Sebastián mientras abría una de ellas con mucha ansiedad.

– Ahora que ya estamos todos, podemos partir. No perdamos más tiempo – pidió Aurora ansiosa.

– Bien, ¿quién viene en mi auto? – preguntó Sebastián.

– El nuestro ya está decidido, nos vamos con Pepe – dijo Aurora adelantándose – Liana viene con nosotros, no viajo sin mi amiga.

– Vamos, ¿a qué esperamos? – exclamó Pepe, quien ya sostenía las llaves en sus manos.

Ignorándome por completo, Aurora fue la primera en subir al vehículo y, para mi asombro, se sentó en el asiento de copiloto. Quise creer que estaba emocionada por todo el viaje y que, debido a las largas cuatro horas de duración, era mejor para ella sentarse en el lugar más cómodo. No era lo que quería, pero decidí no darle muchas vueltas al asunto.

– Después de usted, señorita Liana – dije actuando mientras ella subía al auto en la parte trasera. Ella solo me sonrió con inocencia. Sería mi compañera durante todo el viaje.

El porqué de saltarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora