Capítulo 9: Puntualidad

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Al día siguiente, llegué puntual a mi cita con Aurora y Liana. Hacía mucho calor, así que decidí vestirme con ropa ligera. Estaba ansioso, todavía daba vueltas en mi cabeza lo que había ocurrido la noche anterior. Aurora finalmente me había besado, y me preguntaba si eso significaba que empezaríamos una relación. Todo parecía diferente sin la influencia del alcohol en mi sangre; ahora veía todo lo que había sucedido como el doble de vergonzoso. No sabía si debía tratar a Aurora como mi novia o si aún estábamos en la fase de ir paso a paso.

El punto de encuentro era un lugar abierto, a unos treinta minutos de la secundaria de Aurora. Era un parque frecuentado por familias, con juegos para niños y un cajón de arena. La plaza estaba rodeada por dos grandes avenidas muy transitadas que conectaban con el centro de la ciudad. Era un día tranquilo debido al feriado, con muy pocas personas y vehículos circulando.

Me senté en la banca, contemplando lo solitario que se siente cuando te das cuenta de que todos los demás se han quedado en casa. El silencio era abrumador y, por un breve momento, sentí una sensación incómoda. Tal vez no debería haber llegado tan temprano ese día; me habría ahorrado la ansiedad de esperar. Además, el calor era insoportable y sentía que me estaba derritiendo. No quería estar sudado cuando Aurora llegara. A pesar de todo, estaba emocionado por la cita y la idea de Aurora me parecía justa. Liana merecía más que un simple helado por todo lo que había hecho por nosotros. Estaba decidido a pedirle disculpas por mi vergonzoso comportamiento infantil de la noche anterior.

– Pero qué clima, ¿no es así? – preguntó Aurora, quien venía desde atrás luciendo unos shorts y una camisa celeste muy holgada.

No me parecía extraño que Liana aún no llegara al encuentro. Siempre era la última en aparecer.

– ¡Aurora!, ven, siéntate – la invité con una sonrisa juguetona.

– ¿Lograste dormir bien? Fue una noche muy agitada – me preguntó mientras acomodaba su cabello, intentando refrescarse y agitaba sus manos para ventilar su rostro.

– Bueno, no del todo, con estas temperaturas, estoy el doble de sediento – le respondí, dejando escapar un doble sentido, mientras contemplaba los labios que había besado la noche anterior.

– ¡Qué noche! – continuó – aún me duelen los pies de tanto bailar – confesó, con una mirada traviesa.

– Mis amigos te adoraron, te los has ganado muy rápido.

– Eran todos muy simpáticos – sonrió coquetamente – especialmente Raúl y Pepe.

– Siento si Daniel te ha hecho sentir incómoda – me disculpé.

– ¿Qué dices? Él nunca lograría hacerme sentir así – me corrigió con seguridad – es un niñato en busca de aprobación.

– Bueno, a muchas les parece un semental – expliqué.

– No, de ninguna manera – lo excluyó de inmediato – mi tipo es más como Pepe, elegante, extravagante, dispuesto a probar cosas nuevas.

– Ugh – me quejé, fingiendo un gesto de decepción, mientras me acercaba a su oído – Pero ten en cuenta que yo puedo ser muy persuasivo, Aurora.

– jaja, no me hagas reír, Miguel – comenzó a reír coquetamente – si al final, a quién he besado es a ti – me guiñó el ojo con picardía.

– ¿Y no te arrepientes de ello? – dejé salir mi inseguridad, mezclada con un toque de provocación.

– Tú dime – se acercó aún más a mi boca, susurrando con sensualidad.

Cuando los nervios se acabaron, con el ímpetu de la juventud, comenzamos a besarnos. Ya no me sentía perdido, como en la noche anterior, ahora me sentía excitado. Todo era mejor de lo que había sido la noche anterior, pues ya podía seguir su ritmo.

El porqué de saltarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora