El comienzo de mis dolores de cabeza y otras partes del cuerpo.

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En definitiva, me encanta mi vida. Consta de ir de bar en bar buscando, cazando y seduciendo mujeres obviamente cuando mi trabajo me da oportunidad. Y esas oportunidades son bastante limitadas.

Después de un elegante juego de seducción, caen y hacemos lo que nos place hasta terminar exhaustas. Luego sin más, abandono el lugar del crimen borrando toda huella de mi visita. Más vale ser precavida y dejar el menor número de testigos posibles. Regularmente marcho antes de que siquiera puedan darse cuenta de ello. Tampoco hay nombres reales, teléfonos o datos que puedan comprometerme a visitas posteriores. Han sido realmente pocas las que han tenido la dicha de por lo menos, conocer un poco de mi vida y han quedado completamente rotas por así decirlo.

Hay quienes me describen como un gran trozo de hielo imposible de derretir debido a mi lema de no te comprometas o saldrás lastimado. Afortunadamente este día ha sido especial, logré llevarme a la cama a una dulce y sensual chica que llevaba mucho tiempo persiguiendo y se hacía la difícil. Hoy por fin logró caer en mis garras. ¿Cómo describirla? Simplemente hermosa. Delgada, cabello negro largo y alborotado, una tez morena clara pero muy suave, derrochaba una sensualidad felina increíble gracias a esa mirada bicolor que le caracterizaba, unas maneras elegantes de vestir y modos bastante simpáticos. ¿Su nombre? No lo sabía, pero estaba a punto de averiguarlo. Tomé mis prendas, las coloqué en su lugar y tomé asiento a su lado esperando que recuperara el conocimiento, cosa que no tardó mucho en suceder.

Se desperezó lentamente y me miró con dulzura y una exuberante sonrisa a la vez que tomaba mi mano. Mi nombre es Adora, tengo 32 años y aquí es donde comienza el capítulo más interesante de mi vida.

-Hola, buen día. Me alegra saber que estás bien y no muerta o algo por el estilo.

-Qué graciosa –Su voz era como el canto de ángeles, pero a la vez, como si un gato me estuviera hablando.

-¿Podemos ya decirnos nuestros nombres? Olvidé hacerlo anoche y creo que este es un muy buen momento para intimar.

-Si te dije como me llamaba.

-No, no me has dicho nada. Toda la noche me llamaste rubia y yo digamos que no usé ningún nombre.

-Elizabeth Applesauce Meow Meow –Estiró la mano a modo de presentación.

-¿Piensas que soy tonta, me quieres ver la cara? Esto es tonto, nadie se llama así.

Reía y se cubría el rostro.

-¿Crees que es relevante? –Al parecer le divertía el hecho de que mi paciencia se iba con cada nueva pregunta. –Así está mejor.

-Solo me gustaría saberlo, es todo. Es más, comencemos con el mío. Soy Adora.

-¿Solo Adora? Qué nombre tan simple y tonto. Si vamos a comenzar a tomar como burla nuestros nombres, podemos comenzar con el tuyo, Tontadora.

-Grayskull. ¡Hey!

-¿Grayskull dices? Creo saber quién eres –Frunció el ceño – Famosa en el ambiente por tus múltiples conquistas. Toda una seductora y rompe corazones, aunque con esa carita que tienes, pasas por alguien con menos de tres neuronas. Eres como el tequila, Adora.

-¿Amargo y no me gusta? Si mal recuerdo, no bebes.

-Vienes, eres tentadora y cuando al fin te toman, dejas un sabor amargo y una grave resaca al día siguiente. Soy Catra Applesauce, olvida el Meow Meow. Era una broma.

-Al menos tu apellido si es real. Escucha, te seré sincera

-¿Con qué?

Ronroneó y me abrazó rodeando mi cintura con sus delgadas pero firmes piernas. Era como estar atrapada entre los tentáculos de uno de esos pulpos extraños; bellos y peligrosos tentáculos, pero sin la sensación babosa al final y el olor desagradable. Ella olía extremadamente bien, un toque dulce como cereza, pero el cabello olía a cítricos. Debía preguntar por su shampoo.

Conociendo Al EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora