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Se levantó con una sonrisa en sus labios y un semblante lleno de felicidad. Aún seguía sin poder creer que su amigo volvería de su viaje, estaba emocionado pues por fin, luego de tanto tiempo, podría volver a pasar buenos momentos con el más alto.

Ya deseaba que fuera Sábado para poder abrazarlo, lo había extrañado bastante. Estaba seguro de que su madre también se pondría feliz por el regreso del contrario.

Luego de que terminó de vestirse correctamente, sin antes haber tomado una ducha, salió de su habitación para dirigirse a la cocina y tomar unas cuantas uvas y ponerlas dentro de una pequeña bolsa de plástico, de esa manera podría ir comiendo algo en lo que llegaba a la empresa.

—Ve con cuidado —. Dijo la mujer con una sonrisa a la vez que se sentaba en el sofá individual.

—Claro madre, no te preocupes. Te enviaré un mensaje cuando llegue —. Aseguró. —Además, te tengo una buena noticia —. Mencionó con una sonrisa.

—¿Qué es?

—Te lo diré cuando regrese —. Aclaró para luego besar la frente de la mujer y salir de la casa.

Había logrado despertar una hora antes por lo que ahora no tenía que preocuparse por el tiempo. Caminó hasta la parada del autobús y se sentó en una de las bancas para esperar el transporte pues este tardaría unos cinco o siete minutos. Se llevó una uva a su boca y observó la pantalla de su celular ya que había vibrado hace unos segundos.

Un semblante de felicidad se formó en su rostro; era bastante obvio quién había sido la persona que le envió un mensaje de buenos días. Respondió el mensaje de texto y subió al autobús.

El trayecto fue un poco lento ya que los autos comenzaban a recorrer las calles y eso ocasionaba que el transporte fuera despacio. Veinte minutos más tarde descendió del vehículo, guardó su celular y entró a la empresa a la vez que controlaba su respiración puesto que no quería que el jefe le regañara incluso por su manera de respirar, sonaba algo ridículo pero era la verdad. Durante las horas del día anterior de lo único que se pudo dar cuenta fue que el mayor no podía ser una persona buena, se la pasaba gritando y regañando a cualquiera que pasara frente a él.

No era "normal" era devastador tanto para él como para todo el personal.

—Buenos días jefe Choi —. Saludó con una sonrisa y un ademán de mano al mismo tiempo que entraba a la oficina del mencionado.

No sin antes haber tocado la puerta para que el contrario no se quejara.

—¿Por qué llegas temprano? Tu hora de entrada es a las ocho, no a las siete  —. Habló el pelinegro con tono duro.

—Quería saber si necesita algo para desayunar, no sé un...

—Vuelves a lo mismo —. Se quejó el mayor.

—¿Eh?

—En verdad, si vuelves a decir "¿eh?" te correré —. Aclaró Choi ya con fastidio, el menor sólo rió nervioso. —Querías saber, entonces significa que ya no, puedes irte y deja de molestar —. Dijo con un leve tono de "amabilidad"

—¡No! Digo... No, yo quería... Quiero saber si gusta que le traiga algún desayuno. Eso es todo —. Mencionó con nervios.

El mayor frunció el ceño, dejó caer su peso sobre el respaldo de su silla y se cruzó de brazos.

—Toma asiento —. Ordenó.

Wooyoung asintió y se sentó. El contrario siguió cada uno de los movimientos del menor con la mirada y prestó atención al rostro del joven, podía notar que su asistente tenía un lunar cerca de su mejilla.

Lo intenté // SanwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora