Las cartas de nadie

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-¿Quién leerá ahora?- Preguntó Remus con el libro en las manos una vez que terminaron de comer.

-¡Yo quiero!- Remus le pasó el libro a Alice, la madre de Neville. Ella, con torpeza, abrió el libro casi rompiendo alguna página.- El tercer capítulo se titula: Las cartas de nadie.

La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida. Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando cruzaba Privet Drive con sus muletas.

-Vaya niño, de verdad.- Molly no podía callarse. Ese niño era un malcriado y de ninguna forma dejaría que sus hijos se juntaran con él. No sabía como los gemelos podían haberlo aguantado tanto tiempo.

Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers, Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry.

James apretó los puños enfadado conteniendose de golpear a la morsa.

Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera de la casa, dando vueltas por ahí junto a Marnie y pensando en el fin de las vacaciones, cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en septiembre estudiaría secundaria y, por primera vez en su vida, Marnie y él no irían a la misma clase que su primo. Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers Polkiss también iría allí. Los gemelos en cambio, irían a la escuela secundaria Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.

-Al menos os vais a alejar de ese niño en Hogwarts, nada de Stonewall. Vosotros sois magos y aprendereis magia aquí, alejados de esos muggles.- Para sorpresa de algunos, Narcissa Black habló y la sorpresa fue que no hubo desprecio en su tono de voz al decir muggles, aunque todos despreciaban a los Dursley.

—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer día —dijo a Harry y Marnie—. ¿Queréis venir arriba y ensayar?

—No, gracias —respondió Marnie—. Los pobres inodoros nunca han tenido que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego cogió de la mano a Harry y salió corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.

-¡Muy buena esa, cachorra!- Se carcajeó Sirius junto a sus amigos. James tenía una sonrisa de oreja a oreja y Lily negaba con la cabeza pero tenía una pequeña sonrisa en los labios.

-Gracias.- Marnie levantó la cabeza orgullosa.

Un día del mes de julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Marnie y Harry en casa de la señora Figg. Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado desde hacía años. A Marnie le dejó un cuaderno de dibujos y unas pinturas con las que se entretuvo el resto de la tarde.

Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían. Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.

Leyendo Harry y Marnie Potter (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora