El callejón Diagón

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La hora de la cena se podría describir como incómoda. Al menos para Marnie. Sentía las miradas de sus padres y amigos de estos y también, la mirada del joven Severus Snape quien, si bien en su tiempo había sido su jefe de casa, profesor y, también, su confidente, no estaba segura de qué quería.

Sospechaba que el pelinegro se había percatado de su comportamiento, al igual que su yo mayor, pero no diría nada hasta que él se acercara a ella. No era algo para ir compartiendo con cualquiera y menos, en cualquier lugar donde oídos ajenos pudieran escuchar su conversación.

-Bueno, ¿quién quiere leer?- Preguntó Regulus, que había sido el último en tener el libro en sus manos.

-Me gustaría leer, si no es un capítulo que pueda alterarme mucho.- Comentó Lily mirando tanto a Harry como a Marnie con algo de timidez.

-Puedes hacerlo. No ocurre nada malo.- Le contestó Harry. Marnie simplemente asintió estando de acuerdo con su hermano.

Regulus le pasó entonces el libro y comenzó:

Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día, mantenía los ojos muy cerrados.

«Ha sido un sueño -se dijo con firmeza-. Soñé que un gigante llamado Hagrid vino a decirnos que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los ojos Marnie y yo estaremos en casa, en nuestra alacena.»

-No ha sido un sueño. Por fin vais a salir de esa horrible familia.- Habló Remus con simpatía.

Se produjo un súbito golpeteo.

«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón abrumado. Pero todavía no abrió los ojos. Había sido un sueño tan bonito...

Toc. Toc. Toc.

-Está bien -rezongó Harry-. Ya me levanto.

Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid encima de su hermana. La cabaña estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido en el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un periódico en el pico.

-¿Lo ves?

Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su interior.

Fue directamente a la ventana y la abrió. La lechuza bajó en picado y dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.

-No hagas eso.

Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico amenazadoramente y continuó atacando el abrigo. Marnie empezó a despertarse entonces.

-¡Hagrid! -dijo Harry en voz alta-. Aquí hay una lechuza...

-Págala -gruñó Hagrid desde el sofá.

-¡Hagrid! ¡Apenas saben nada del mundo mágico! ¡Claro que no va a saber que son como los carteros muggles!

-¿Qué?

-Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.

El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo: manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...

Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.

-Dale cinco knuts -dijo soñoliento Hagrid.

-¿Knuts?

-Esas pequeñas de bronce.

Marnie se asomó por encima del hombro de su hermano para ver las monedas. Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendió la pata, para que Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y salió volando por la ventana abierta.

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⏰ Última actualización: Aug 17 ⏰

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