3-¿Por qué me miras?

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Ryan:

—¡Ryan, despierta! —gritó la voz de Lea, sacándome de mis sueños.

Abrí los ojos con lentitud, antes de sentarme en la cama y frotarlos, mirando alrededor con confusión. Lea me miraba desde la puerta de mi cuarto, con el pelo despeinado y cara de sueño, pero con una enorme sonrisa en la boca.

—¡Al fin te despiertas! —se alegró, sonriendo aún más— ¿Adivina quién desayunará con nosotros hoy?

—¿Amber? —pregunté, frunciendo el entrecejo.

—No, ella vuelve en la tarde —explicó, antes de dar dos saltitos de emoción— ¡Al fin papá y mamá pasarán el día con nosotros!

Abrí los ojos de par en par por la sorpresa, antes de sentarme en la cama, emocionado.

—¿Es en serio?

—¡Sí! —se emocionó Lea— Dicen que vendrán a traernos de la escuela y que saldremos al cine antes de ir a cenar afuera.

—¡Eso es increíble! —me alegré, contagiándome con su emoción.

—Y ahora date prisa, o llegaremos tarde a la escuela —me ordenó, antes de salir de mi cuarto.

—¡Claro, mamá! —susurré con sarcasmo, poniéndome de pie.

De repente muchos recuerdos me inundaron: James Black, mi supuesto hermano muerto; el hecho de que sea un fantasma y que me haya dicho ayer que ha sido asesinado. Miré alrededor, intentando deducir de alguna u otra manera si estaba conmigo o no.

—¿James? —susurré, mirando alrededor— ¿Estás ahí?

Me quedé esperando varios segundos, pero en vano. Nadie contestó, ni tampoco noté ninguna señal de su presencia. Suspiré, antes de agarrar ropa limpia y meterme al baño.

—Quizás todo fue un sueño —susurré, cerrando los ojos con cansancio— ¿Acaso eso no sería mucho mejor?

Escuché cómo algo se caía detrás mío, por lo que cuando me giré encontré el champú tendido en el suelo, inmóvil. Lo tomé y lo devolví a su lugar, que era a pocos centímetros del lugar en el cual había caído.

—¿James? —repetí— ¿Fuiste tú?

Tampoco conseguí respuesta, por lo que deduje que seguramente era por culpa de la gravedad. Aun así, me giré señalando la puerta.

—Por si acaso, si estás aquí, sal. Necesito tomarme una ducha —le pedí, sonriendo con diversión.

Pero ni contestó, ni la puerta se abrió. Empecé a desnudarme antes de meterme en el baño y tomarme una ducha rápida. Pocos minutos después volví a salir, secándome y poniendo mi ropa con rapidez.

—Ya puedes entrar —dije en voz alta, secándome el pelo y abriendo la puerta.

Dejé la toalla encima de mi pelo y salí del cuarto, encontrándome con mamá, frotándose los ojos con sueño.

—¡Mamá! —grité, corriendo hacia ella y dándole un abrazo— ¡Te extrañé mucho!

—¡Yo también te extrañe, hijo! —sonrió mamá, devolviéndome el abrazo— Lo siento mucho por no haber pasado tiempo últimamente con ustedes.

—Entiendo, mamá —la tranquilicé—. Tú y papá tienen mucho trabajo, así que no se preocupen por nosotros.

Mamá sonrió, pero noté cómo sus ojos se llenaban de tristeza y decepción. Yo entendía lo ocupados que estaban, pero era más que obvio la decepción que sentía Lea cada vez que papá o mamá no podían estar en casa.

Mi Fantasma MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora