Capítulo Cuarenta y Cuatro {Primera Parte}

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Capítulo Cuarenta y Cuatro

Esa noche era la última noche que pasaría en la ciudad y me sentía terriblemente normal. Cuando en realidad lo «normal» debiera haber sido que me sintiera ansiosa y de alguna forma feliz por cumplir uno de mis objetivos en la vida, pero lamentablemente (o extrañamente quizás) no me sentía así. Me sentía bien, como si no tuviera un viaje al día siguiente a un país y continente que no conozco a hacerle una visita a mi supuesta madre que por supuesto tampoco conozco. Mi mente parecía aun no procesar que al día siguiente o incluso menos, que en sólo algunas horas dejaría por primera vez la ciudad que me vio nacer y crecer y me lanzaría al viaje más importante de mi vida.

Me sentía tranquila por eso, ni siquiera estaba aterrada por tomar un terrorífico  avión.

Me sentía tranquila y era horrible porque sabía que no debía sentirme así.

Había notado que la noche se estaba burlando de mí.

Lo podía sentir desde la entraña más profunda de mí ser. Podía sentir como las pocas estrellas que lograban mostrarse en este cielo tan azul saltaban y titilaban de un lado a otro como diciendo, como reclamando, como burlándose de lo estúpida que fui todo este tiempo.

¿Cómo había olvidado decirle todo esto a Allan?

La luna muy por el contrario a las estrellas, se mantenía seria y firme en un extremo del paisaje que podía observar desde la ventana del auto del señor Rodríguez. Sentía que ella intentaba tomar un papel de adulto en este asunto y no me juzgaba ni tampoco se burlaba, sino más bien se sorprendía y decepcionaba al mismo tiempo. Con sus tenues colores me decía que había cometido un error y que la única que podía arreglarlo era yo. Qué la culpa era mía y debía asumirlo, pero más que eso...sentía que ella intentaba decirme que con esto debía aprender.

Aprender a dejar de ser tan tonta ¿Quizá? O aprender a que en la vida ya no estaba sola, aprender que ahora personas formaban parte de ella y que yo era importante por primera vez para un grupo de gente.

Existían personas que me querían y yo debía asumirlo de una vez por todas joder. Se habían acabado hace mucho los días de soledad, de agonía, de sentir que todo debía solucionarlo sola, de llorar sólo para mí, de consolarme, me darme un abrazo a mí misma. Aquellos días se habían ido y sinceramente no creo que vuelvan.

Maldita sea, debía asumir que ahora alguien intentaba darme todo el amor del mundo y que de alguna forma debía entregar lo mismo, ya sea en besos, en caricias, en miradas y en sueños ahogados, ya sea en lindas palabras o gestos inútiles, ya sea en secretos o confesiones.O simplemente en la confianza que se supone tengo en él desde el primer instante. Yo debía asumir que existía Allan en mi mundo y de alguna forma él estaba ahora para apoyarme, para refugiarme, para secar mis lágrimas y para decirme un polémico «te lo dije».

Él estaba y yo...yo lo había olvidado como una egoísta decisión premeditada. Aunque lo cierto era que simplemente la costumbre actúo como siempre y...y se llevó todo.

Olvidé decirle a Allan que me iba a Brasil.

 Tonta, tonta, tonta, tonta y mil veces tonta. Me superé a mí misma y tengo el récord de ser la mujer más tonta del mundo mundial.

Quisiera ver si en realidad alguien es capaz de superarme ¡Ja! Quiero verlo.

-es normal olvidar cosas Aura-dice de repente el señor Rodríguez a mi lado mientras conduce. Parece haber adivinado mis pensamientos como siempre suele hacerlo.

Emociones ClandestinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora