Capítulo Cuatro

1K 56 0
                                    

Capitulo Cuatro

Efectos del embrujo

 Hoy como todos estos últimos días, desperté casi antes del amanecer. No sé qué me pasaba o cual podría ser la causa, sólo abría los ojos y veía el cielo aún oscuro mientras me embargaba el frío viento de la madrugada.

La noche anterior me había dormido en la playa de la avenida 31 de Chicago, la arena era bastante cómoda para dormir, pero dejaba de serlo cuando se te quedaba pegada en la piel. Es por eso que yo había dormido sobre mi gran manta y el mayor tiempo de la noche estuve casi con hipotermia.

Tenía que admitir que había hecho frío como los mil demonios y yo...yo debía soportarlo. 

Me había enfrentado a aquella situación miles de veces, especialmente en invierno, en donde las noches yo parecía un cubo de hielo. En donde todo se volvía frío y se podía ver el típico humo salir de la boca al hablar, donde se veía a las personas con largas chaquetas, gorros de lana y bufandas para cubrirse. En donde yo tenía que buscar lo que fuera para cubrirme. En donde mantas y trapos viejos me acompañaban para amortiguar el clima.

En donde nadie se preocupaba del frío, pues tenían un hogar de seguro con chimenea en donde se mantenían calientes, tenían de esas máquinas que hacían café y podían mantenerse el día acostados en sus camas sin notar la presencia del frío ahora. En donde yo sólo tenía a Loke para que me mantuviera caliente.

 Había enfrentado situaciones más difíciles, por lo que yo debía soportar este frío que me carcomía los huesos.

-uh, hoy hace bastante frío-dije a penas ya que mi boca tiritaba-ya va a salir el sol supongo, como dijo el tipo del canal cinco-intenté sonreír pero no resultó demasiado-¿tienes frío campeón?-Loke ladró dos veces a mi lado-ven aquí, hay espacio para los dos-murmuré y levanté un poco mi manta para que Loke se metiera y así nos cubrí a ambos.

Parecía ser fin de semana ya que no vi a los típicos autos pasar por la autopista o personas de un lado a otro casi corriendo por llegar a sus trabajos a la hora correcta. De hecho ni si quiera vi a los típicos deportistas trotar por la orilla de la costa. Debía ser un día libre o como se le llamase a esos días en donde nadie iba a trabajar ni a las escuelas...o es que quizás aún era muy temprano.

No tenía idea de nada.

Yo sólo estaba preocupada de menguar el frío en mi cuerpo.

Malditos meteorólogos que anunciaban calor y sol cuando en verdad habían nubes y frío, ya no quería ser meteoróloga si eran tan mentirosos. 

Malditos hombres del tiempo

-no sé en qué momento el sol hará acto de presencia-le dije a Loke, horas después-aunque creo que ya no lo hará pues-suspiré y cerré los ojos apoyándome en el muro de la caseta del salvavidas de la playa-así que habrá que levantarse-gruñí con pesar ante la idea de salir del poco calor que proporcionaba mi manta.

Con ese mismo pesar, me enderecé sobre la arena y guarde la manta en mi bolso. Saqué de ahí mismo antes de cerrar, mi gorro de lana y mi capucha sucia.

Yo aún no había podido lavar mi ropa, y es que me había costado de sobremanera mendigar dinero en las calles. Aún no había conseguido esos pocos dólares, y resignada con lo poco que había obtenido fui a la lavandería pero el dueño había sido realmente idiota y me había botado a la calle por mi aspecto.

Había sido tan humillante aquello y no sé por qué me sorprendía tanto o me afectaba si toda mi vida había sido así.

La sociedad cree que todas las personas mal vestidas o que no tienen buen aspecto son ladrones o maleantes. Creen que por tener la ropa sucia llena de agujeros, la cara sucia y/ o el rostro demacrado irán por la vida haciendo daño. Porque aunque no lo crean hay personas como yo que éramos honestos y sólo vivíamos el día a día sin dañar a nadie.

Emociones ClandestinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora