Capítulo Cuarenta y uno

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Capítulo Cuarenta y uno

Amanda

Las circunstancias son muy sabias.

 Pareciera ser que todo estuviese elaborado con la minuciosidad necesaria que merita por ejemplo encontrar una aguja en un pajar o bueno encontrar un taxi libre un día de semana aquí en la ciudad, claro si contextualizamos un poco la ejemplificación. Me llamaba mucho la atención como los hechos y las situaciones estuviesen perfectamente unidas entre sí, una tras otra, una tras otra. Era increíble ese hecho, pues porque si existía un destino debía decir que hizo un buen trabajo aquel día domingo, aquellos días anteriores. Planificó todo, creó todo e hizo que cada hecho calzara perfectamente para que yo...yo y mi torpeza cayéramos en la trampa ¡Incomodidad máxima! Podía decir y exclamar, o más bien definir aquel  día.

Ahora bien, si no existía el destino, la casualidad me estaba haciendo mierda. O me hizo más bien mierda esa noche y no entiendo muy bien la razón. No recuerdo haber hecho nada malo, no es como si a propósito se me hubiese ocurrido ir con Adrián hacia dónde estaba Allan, sucedió, a veces las cosas  sólo suceden. Sabiendo lo bien que se llevan (¡Es sarcástico!) jamás se me ocurriría hacer una estupidez como esa, quiero creer que ya no soy tan ingenua y que sí ese domingo ambos se vieron las caras y no se golpearon fue sólo un milagro y no porque realmente se estiman ¿Entonces por qué éstas cosas me ocurrían a mí? ¿Le hice daño a alguien? Quizás golpeé muy fuerte a Caroline...pero diablos el destino o las casualidades debían saber muy bien mis razones.

No podían haberme castigado de esa forma.

Ahora me sentía extraña, tenía una división interna en mí, entre la culpa que me decía que Allan debía estar sintiéndose horrible y la calma que me decía que todo estaba bien, que él merecía aquello.

Aunque una parte de mí, otra división o más bien unas cuantas, no sé en realidad bien la cantidad, me decía que él no se merecía eso.

Y más sabiendo lo inseguro, susceptible y temeroso que había sonado en su llamada el día anterior a ese.

Esa madrugada me reveló sus miedos más profundos, me mostró aquella faceta que intentó esconder todo este tiempo.

El de un hombre terriblemente asustado porque volvieran a engañarlo o traicionarle.

De alguna forma quería hacerle saber que yo jamás podría traicionarle de aquella forma, pues esto establecía todas las condiciones para ser un lindo cuento de hadas, pero no lo era completamente, aquí gritábamos, discutíamos, llorábamos y sufríamos de verdad, éramos de carne y hueso, aquí no existían las hadas, pero eso no era impedimento para que se cumpliera y rescatáramos al menos un punto de este no cuento: aquí debía haber final feliz, nos los merecíamos joder.

Allan y yo merecíamos que por alguna vez en nuestras vidas fuéramos felices

Emociones ClandestinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora