Capítulo 12. Indulgencia

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Les agradezco los votos, sus hermosas palabras y pasearse por aquí a leer. Me tardaré en poner continuación por que,, sucedió lo que me temía, mi laptop murió. Y sinceramente odio escribir en el teléfono.

Disfruten.

Besos y abrazos 💖
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"Usted teme el castigo y pide por su vida. Lo dejaré libre y usted verá la diferencia entre un rey griego y un tirano bárbaro. No espere sufrir ningún daño de mí. Un rey no mata a los mensajeros."

Rey Alejandro Magno

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Las gotas de lluvia parecían rocas cayendo sobre las tejas y el frío se desató como nunca antes en la temporada. Hyuga Hinata observaba desde el ventanal hacia el paisaje desolador en los jardines traseros de su casa. Deseaba sentir al menos un atisbo de nostalgia atrayendo los buenos recuerdos de su infancia. Intentó reconocer al menos uno que incluyera a su fallecido padre pero no había mucho de Hyuga Hiashi, lo que le resultó verdaderamente triste.

Se preguntó ¿Cómo tuvo todo ese tiempo junto al hombre que le dio la vida y conoció tan poco? No dejaba de ser su padre, el líder de su Clan-de los mejores decían muchos- y más sin embargo jamás supo siquiera cual era su color favorito. Su padre fue un hombre reacio, con carácter dominante y de mente cuadrada, al cual nunca lo recordó sonreír y pese a que su komori le contó alguna vez qué se le vio feliz cuando su madre vivió, Hinata se negaba a creer eso posible.

La chica sollozó. Y quiso convencerse de que el llanto roto era desatado por a recién descubierta realidad: la muerte te alcanza y si no se lleva a cabo lo que el corazón desea, tal vez después sea demasiado tarde ¿sería tarde para ella? ¿sería tarde para redimirse? ¿para arrepentirse de todo aquello en que se había embaucado tan solo para salvaguardar a su aldea? ¿a su familia? Le arrebató la idea de salir corriendo con tan solo lo que traía puesto y alejarse a algún país sin siquiera dejar rastro, fingir su muerte o alguna atrocidad que le sacara del embrollo. Pero eso no era mas que ridiculeces, seguramente su esposo la mandaría buscar hasta por debajo de las piedras y terminaría encontrándole.

Miró con detenimiento las hojas del sauce llorón que se mecían a lo lejos, allá por el templo de los antepasados, dónde precisamente ahora descansaría el alma de su padre. Escuchó el ruido de la corredera en la habitación contigua "él llegó" pensó y salió de sus ensoñaciones, limpió las lágrimas de sus mejillas apresuradamente. La imagen de Sabaku no Gaara se le apareció como fotografía vieja: esa ocasión en que lo miró como un samurái de antaño.

El joven pelirrojo había sido tan atento con ella esos días que permanecieron en el luto y se tomó todas las atenciones posibles, extraño en un líder con miles ocupaciones mas que atender el desconsuelo de su mujer. Hinata agradeció por ello, al menos parecía que estaba a su lado en todo el asunto no solo por parafernalia social, si no que Gaara develaba apoyo sincero.

A su modo, le hizo saber que le acompañaba en el momento, porque de cierto era que el pelirrojo le recordaba a su padre en algunos aspectos, como el hecho de que fuera tan inexpresivo y sepulcral cuando estaban solos en una misma habitación. El Kazekage tan libre de emociones y ajeno a las banalidades de los protocolos. Hinata se limpió las lágrimas y se dio oportunidad de ir al dormitorio contiguo, era necesario cumplir sus actividades maritales dentro de lo que pudiera, ya que, gracias a los dioses no tenía que cumplir con la petición de descendencia dadas las circunstancias familiares.

El sauce llorón [NEJISAKU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora