» Dos

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TaeHyung prestó atención a sus pies descalzos mientras Choi San hablaba con los guardias. A su alrededor, los sirvientes y demás personas que trabajaban en el castillo se movían rápidamente, arreglando los últimos preparativos para recibir a la Reina de Uisce, mandataria del reino de agua. Ellos eran muy buenos amigos de la familia, sin embargo, cada vez que los recibían el castillo se volvía una tormenta helada en medio del verano (todos se veían imposibilitados). Los sirvientes y los costureros andaban de aquí hacia allá, procurando tener todas las mantas y abrigos preparados para que los Reyes de Uisce no enfermaran, a causa de su temperatura corporal normal.

      Pero a TaeHyung poco le importaba aquella visita, su cabeza estaba centrada en una imagen fija: aquel chico de cabello rojizo que vio en la Franja. Como era de esperarse ante alguien tan curioso como lo era el Príncipe TaeHyung, no había podido evitar pensar en él desde que en su camino de vuelta al castillo, Choi San le cuestionara unas nueve veces con timidez lo que había sucedido. Incluso cuando San encontró a TaeHyung sano y salvo, no pudo evitar advertirle que aquella Franja era, sin duda alguna, el único lugar al que jamás podría volver a llevarlo; si el príncipe TaeHyung sufría un daño, por más mínimo que fuese, corría el peligro de ser expulsado del Reino Glacier y tener que ir a Terra junto con su padre.

      Por otro lado, San no solo estaba preocupado por la cercanía del príncipe a la frontera más peligrosa, sino que al encontrarlo distinguió ese color en sus ojos a un celeste profundo, cosa que sucedía cuando la familia real planeaba usar sus poderes. Había sido adiestrado y advertido por los guardias y los cuidadores del príncipe sobre las acciones que tenía que cuidar, y algo tenía muy en claro: aquel brillo se presentaba cuando el integrante de la familia real se sentía en peligro.

      — Príncipe —llamó San, acercándose al joven TaeHyung.

      — Ya te dije que no me digas así.

      — Lo lamento, pero... Me es imposible, príncipe. Si mi madre supiera...

      — Pero no tiene que saberlo —responde TaeHyung, caminando con San a su lado—. Realmente odio que me llames así.

      Los guardias se movieron de nuevo de aquellas puertas frías, dejando salir a los jóvenes que rápidamente colocaban sobre sus cabezas las capuchas de sus aterciopeladas capas. Sus pies descalzos tocaban la fría nieve que cumplía su función, y una vez más en aquella semana, se adentraron al pueblo, recorriendo sus alrededores y estableciendo conexión con los habitantes del lugar. TaeHyung iba entre distraído y confundido, pero siempre redibujando las casas y el ambiente en su cabeza; le gustaba observar la gran cantidad de frutas heladas que vendían, los animales de pelajes gruesos caminando por la nieve, y al pueblo festejando entre ellos como una sociedad unida. Tal vez eso era lo que más le gustaba del reino: su unión como uno solo, dentro y fuera.

      — San —le habla TaeHyung al chico, quien de inmediato lo mira—. ¿Tú vas a la escuela?

      El chico asiente, logrando que sus cabellos castaños salten en su lugar y teniendo la necesidad de acomodarlos nuevamente, mientras sus pies juguetean con la nieve.

      — Así es, príncipe. Todos los días voy, y tres días a la semana por las tardes lo acompaño en sus recorridos.

      TaeHyung paseaba los ojos sobre los mercaderes que, en conjuntos, se encaminaba al castillo. El reino de Uisce era el único que exportaba alimento de agua a Glacier. Debido al clima del reino, además de sus enemistades con los otros sectores, el pescado era lo único que recibían como carne para la alimentación. Era parte de un tratado de exportación e importación, el cual beneficiaba la economía del Reino.

      — ¿Qué les han enseñado sobre el Reino die Flamme?

      Los dos jóvenes "inconscientemente" caminan sin rumbo alguno. Lo cierto es que TaeHyung planeaba, sin ningún margen de error, dirigirse a la Franja, con un único pensamiento en su cabeza. Pero sabía que tenía que distraer a San para poder lograr eso, y todo se volvía cada vez más difícil cuando no había a qué desviar la atención. Entre más se acercaban por el camino delimitado por piedras a la pista de hielo, dentro del Bosque Helado, menos gente había y San se encontraba un poco más centrado en el heredero al trono. Las preguntas lograrían distraer al castaño, al menos lo suficiente para convencerlo de adentrarse al bosque una vez estando ahí.

Sangre Fría » kookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora