● Seis | Después de la tormenta

2.6K 311 3
                                    





1977
Septiembre



Después de dejar a Jessie con la palabra en la boca, Rainey pasó el resto del día en su habitación. Era sábado y ya había hecho todos sus deberes y no tenia exámenes cercanos, así que lo que hizo fue envolverse en sus mantas haciéndose bolita y llorar. A pesar de que su relación le hacía daño, ella había querido a Jess, hubo un tiempo en el que no se imaginaba su vida sin él, y ahora se enfrentaría a esa idea.

Sería mentira decir que gran parte por la que lloraba era porque no tenía a su mejor amiga para hablar. No tenía a Gia con ella. Su hermana era su casa, fuera donde fuera siempre encontraba un lugar en ella, y ahora que no estaba no tenia a donde ir. No podía simplemente buscarla y hablar con ella, no podía escribirle cartas. Con esos pensamientos sus lágrimas aumentaron.

Escuchó como la puerta de la habitación se abría y pronto sintió dos pesos a cada costado suyo, abrazándola con cariño. Se sintió muy afortunada. Ellas probablemente no sabían lo que pasaba, pero aún así la abrazaron, dejando que llorara libremente, acompañándola.

Tenía a Lily y a Marlene. Ellas eran su hogar ahora.


...



Se despertó gracias a un golpe que dio directo a su cara, abrió los ojos de inmediato y se dio cuenta de que era el brazo de Marlene, se encontraba completamente dormida a su lado izquierdo al igual que Lily a su derecha. Apartó con delicadeza el brazo de su amiga y soltó un bostezo.

Se quedó unos minutos mirando fijamente el tejado, sin pensar en nada realmente, hasta que algo le vino en mente.

El día anterior había sido luna llena.

—No —susurró mientras se ponía de pie, intentando no despertar a sus amigas, cogió su pequeño botiquín rosa con brillos y se dirigió a la puerta—, no, no, no —seguía repitiendo mientras bajaba las escaleras de su habitación a la sala común y subía a la de los chicos.

Habían dos opciones: si el problema peludo de Remus había ido muy mal, estarían en la enfermería, si no había sido nada grave, estarían en su habitación.

Toco un número ridículo de veces durante un minuto seguido.

—¡Quien se atreve a interrumpir mi sueño! —escuchó la voz de Sirius detrás de la puerta. Cuando la abrió lo vio con una toalla blanca envolviendo su cabello y una mascarilla verde expandida por todo su rostro—. Oh, hola Rain, ya habías tardado.

Rainey deseo tener una cámara en ese momento, pero rápidamente recordó lo que hacía ahí, corrió rápidamente hacia la cama de Remus, quien la observaba con una pequeña sonrisa.

—Hola Rai...

—¡Lo siento tanto! —le interrumpió, mientras se abalanzaba sobre el—. Se que tendría que haber estado al amanecer es solo que ayer...

—No pasa nada enserio...

—Remus Lupin déjame terminar —le regaño ella, haciendo que esté se sonrojara —. De verdad lo siento, ayer paso esta cosa con Jessie y yo... me sentía muy mal, es decir, no esperaba terminar con el tan pronto, y entonces me quede dormida y yo...

—Espera — escuchó la voz de Sirius detrás suyo, se volteó para encontrárselo con ambas manos en las caderas— ¿Tu y el tio ese habéis terminado?

—¿Quien terminó? —James salió del baño con una toalla atada a la cintura y el cabello mojado—. Oh, hola Rainey.

—Hola James —sonrió ella y volvió su mirada a Black—. Jessie, el tio ese es Jessie, y si, terminamos —se giró de nuevo hacia su amiga de ojos castaños, quien la veía fijamente con los ojos brillantes—. En verdad lamento haber llegado tarde, pero aquí estoy para curar esos rasguños —sonrío levantando su pequeño botiquín. Se puso de pie y se arremangó las magas—. Bien, quítate la camisa.

—¿Q-Qué? —tartamudeó Remus.

—Ya me oíste —hablo ella, mientras sacaba el alcohol y el algodón—, tus peores rasguños siempre son en esa zona.

—P-pero yo...

—Solo quítate la camisa Lunático —se metió Sirius, con una sonrisa burlona.

—¿Que sucede? —le preguntó Rainey a Lupin con confusión—, ya hemos hecho esto otras veces.

Remus se hartó de la vergüenza y se quitó la camisa de golpe. Rainey sonrió y se sentó a su lado para curarle, con la mirada fija del chico sobre cada uno de sus movimientos.

—Por cierto —habló James—, lindo pijama Davies.

La chica se sonrojó de inmediato. Llevaba su pijama de unicornios.

THE NIGHT WE MET, Remus Lupin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora