Capítulo 14: Inspiración del mal

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—Ayúdame

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—Ayúdame...

Alastor pudo escuchar la última petición casi apagada de la mujer siendo estrangulada por su padre; que trataba de alcanzarlo con su delgado brazo, y luego verla caer sobre la baldosa fría de la cocina, frente a él. Tenía los labios hinchados, la nariz rota, y marcas de arañazos alrededor del cuello que ella misma se provocó al tratar de quitarse de encima su propio pañuelo.

Tal vez, y solo tal vez si aquella mujer nunca se hubiera cruzado en el camino de su agresor habría podido vivir una vida plena al lado de sus seres queridos.

Sentado desde la mesa que ahora ya no tenía dueña, el pequeño también fue testigo de cómo su padre tomó un pequeño cuchillo con el que comenzó a cortar delicadamente las muñecas de su víctima. Cada línea vertical que se formaba sobre esa piel clara que acababa de perder toda su vitalidad, dejaba al descubierto un camino color escarlata.

Y con selectivo cuidado, sumergió un fino pincel dentro de la sangre para que el manojo de cerdas que pertenecían al objeto, se bañaran del líquido rojo. Después dirigió el pincel hacia el lienzo de un gran cuadro apoyado sobre un caballete, en el que procedió a dibujar.

Alastor apreció el rostro de cuatro chicas perfectamente delineados y coloreados en la imagen del cuadro que estaba sin terminar. Todas tenían los ojos cerrados y sonreían, acompañadas con algunas flores que cumplían el trabajo de decorar sus largos cabellos y otras que crecían dentro de sus cuerpos. Las largas enredaderas que se formaban de un lado hacia otro, hacían una excelente combinación con las telas de los vestidos. Y Alastor no pudo evitar pensar que era como si aquellas plantas se estuvieran alimentando de la sangre y la carne de sus cadáveres para poder crecer en todo su esplendor.

Según lo que su padre le había explicado, llevaba más de seis meses sin poder terminar esa pintura. Que una noche la inspiración vino a su mente, y tenía que retratarla lo antes posible de alguna forma sin importar qué. Quería retratar algo sumamente hermoso, pero con lo que tenía no sería suficiente. Así que salió a la calle. Y junto a la acera, encontró a una mujer que parecía estar esperando a alguien. No dejaba de mirar una y otra vez su pequeño reloj de bolsillo y sacudir con nerviosismo los metros de tela que la vestían. Ni una sola persona estaba a la vista, y tampoco había carruajes alrededor.

Fue en ese momento que algo se activó dentro de él. No supo en qué momento ni de qué forma lo hizo, pero cuando volvió a mirar a la mujer ya estaba tendida sobre el suelo. Ya no respiraba y un charco de sangre se había formado alrededor de su cabeza. Él tenía las manos manchadas, y fue entonces que supo había sido el responsable de ese acto tan brutal. Pero más que culpa sintió felicidad, porque por fin había podido encontrar lo que le faltaba a su inspiración: vitalidad.

Y él la arrebataría toda para su obra.

Cuando Alastor escuchó a su progenitor hablar así no se asustó ni se inmutó. Al contrario, se emocionaba mucho, y sonreía con cada palabra.

Brycen miró de soslayo a su hijo, que ya no dirigía la mirada hacia la pintura en la que trabajaba, sino hacia el cuchillo que tenía a un lado.

 Tampoco había probado el pedazo de pastel de chocolate que la dueña de la casa le ofreció antes de morir; pues no le gustaban las cosas dulces, a diferencia de la mayoría de niños que amaban el azúcar.  Incluso alcanzó a ver una sombra curiosa que se asomaba a los pies del chico. Sin embargo, volvió a ocultarse rápidamente. 

Definitivamente podía decir que su hijo era muy diferente de los demás. Tan diferente, que la inspiración también iría a él de alguna forma u otra.

—¿Sabes, Alastor? Estoy seguro de que algún día terminarás cometiendo asesinato—dijo sin dejar de pintar—, y no podrás detenerte una vez que lo inicies—le advirtió sonriendo.

No escuchó ninguna respuesta por parte de su hijo, y por alguna razón eso le hizo ensanchar su sonrisa. Como pudo siguió dando pinceladas rojas, sin saber que un mes después terminaría colgando de un árbol para que la policía no pudiera ponerlo tras las rejas, y la pintura nunca sería terminada.

El pequeño Alastor no extrañaba para nada a su padre. Porque no importaba si cerraba los ojos, o si miraba a otro lado. Siempre lo veía a donde quiera que iba. Las ropas viejas llenas de agujeros, el cuello torcido y los ojos que ya no pertenecían a este mundo, formaban parte del fantasma de su padre que lo seguía a todas partes.

Pero por alguna razón notó que ese día; cuando decidió entrar al bosque y se topó con el cuerpo inmóvil de una delgada niña que descansaba sobre el pasto, el fantasma se quedó apartado de él, como si un miedo hubiera sido introducido muy en el fondo de su espíritu insistente.

La niña tenía los dedos lastimados, llenos de pequeños moretones. Su pecho no subía ni bajaba, tampoco mostraba signos de vida. Y la ropa larga que cubría sus delgados brazos y el exceso de tela llena de tierra, no le daban la apariencia de una niña de doce años. 

El pequeño castaño miró una que otra mariposa posaba sobre aquel cuerpo femenino, y que él suponía se alimentaban de su cadáver y ahora solo era un pedazo de carne que pronto se convertiría en polvo y puros huesos.

Sintió la necesidad de tocar su rostro, sobre todo esas mejillas rojas que por alguna extraña razón aun no perdían su color natural tan hermoso e intenso. Se inclinó para alcanzar su objetivo, cuando de pronto un brazo lo detuvo. Para su sorpresa, y como si hubiera vuelto de la muerte, la pequeña fue quien evitó pudiera acercarse más. Pero lo que más llamó su atención no fue la delgadez tan notoria en su cuerpo, sino ese par de ojos negros y fríos que lo escrutaba con el ceño fruncido.

Corazón Inmortal (AlastorxOc)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora