VIII

1.4K 55 0
                                        

Mary salió furiosa de casa, rápidamente salí también. —Sácame de este infierno —Me dijo con desesperación.

La llevé nuevamente a aquel lugar alejado de la ciudad. Nuestro lugar secreto.

Durante el camino permaneció con la mirada perdida de frente y derramando muchas lágrimas. Callada y desgarrándose la voz en su mente. Normalmente la gente que se calla por mucho tiempo, es porque desde adentro está pidiendo a gritos auxilio. No es porque no tengan nada de qué hablar, simplemente hay momentos en los que uno se tiene que desgarrar la voz interna para no dejar sordos a los que nos rodean.

Llegamos.

—Y bien. ¿Cómo te sientes?

No dijo nada, simplemente estaba mirando hacia el atardecer. Pasaron varios minutos antes de que dijese unas cuantas palabras.

—Ahora me siento como él. Como la muerte de algo. ¿Por qué tuvo que suceder todo esto? Antes, es cierto, me dolía mucho su ausencia, pero es algo irónico, ¿sabes? Porque ahora tengo un nudo en la garganta que no pudo desenredar de mi cuello. —Me dijo sin apartar la vista del horizonte—. ¿Cómo me siento? —Prosiguió—. No sé cómo me siento, hace unas horas era la chica más feliz del mundo y mírame ahora, soy un mar de lágrimas. La vida cambia en instantes. La vida son un montón de instantes que te cambian para siempre. Ahora más que nunca sé que en un breve instante puedes bajar del cielo al infierno. ¡Maldita montaña rusa de emociones! ¡Maldito seas, Michael Smith¡ —Gritó

—¡Maldito seas, Michael Smith! —Replicó, esta vez se dejó caer sobre mis hombros, se puso a llorar en ellos como una pequeña niña.

—Ven, cariño. —Abrí mis brazos—. No te preocupes, todo estará bien.

Le di un fuerte abrazo de esos en los que te olvidas del mundo mientras duran. No quería soltarla, quería que derramara toda su tristeza y frustración en mí y conmigo.

Al verla así, juro que estaba a punto de venirme abajo con ella, pero entonces recordé aquella vez en la que mi padre tuvo que ser el fuerte en el hospital, esta vez tuve que serlo yo, porque si los dos nos derrumbábamos, nadie nos salvaría del desastre. Nadie, ni siquiera alguno de los dos. Dos personas jodidas no se pueden arreglar la vida, es más: terminan jodiéndosela más.

Un nudo en mi garganta se formó. Fue la vida quien se atravesó, quizá. —¿Recuerdas cuando venimos por primera vez aquí y estabas quizás un poquito menos triste que hoy?

—¿Qué quieres decir con eso, Adam Parker?

—Que otro atardecer fue testigo de lo que pasaba entonces. Y ese atardecer se llevó consigo tu tristeza, ahora espero de todo corazón que este también se la lleve. Pero no te preocupes por eso, ahora llora todo lo que quieras, las heridas que se abrieron nuevamente tienen que volver a cicatrizar.

—Se formaron nuevas, Adam. Estoy llena de cicatrices y de imposibles. Ya no sé qué hacer con tanto desastre, he llegado a la conclusión que el desastre soy yo. Soy yo el problema. Por eso mi padre me abandonó, quizás desde un principio se dio cuenta que no iba a ser como las demás chicas, que en la adolescencia tendría muchos altibajos. Tal vez tuvo miedo de mí y de quien iba a ser. Y fue por eso que se alejó. Yo también lo habría hecho si tuviese la opción de no elegirme a mí misma. Soy yo el momento equivocado en la vida de alguien. Soy tu momento equivocado. O si no, mira en qué condiciones me conociste y me sigues conociendo. Soy una chica triste con instintos suicidas. Todo el mundo me lo ha hecho saber, nunca debí nacer en este mundo. Nací en el tiempo, época y en el lugar equivocado.

—Te amo, eso es todo lo que puedo darte. Eres egoísta al pensar que los demás no te quieren, que no naciste para ser amada y para amar. Yo te amo. Entonces no sé qué es lo que quieres, ¿qué te odie?

—¡Aléjate de mí, voy a hacerte daño! —Me advirtió

—No voy a hacerlo, estaré aquí para siempre. Si vas a hacerme daño, adelante, me quedo aun sabiendo las consecuencias.

—Tal vez mañana seremos desconocidos.

—El mañana se puede ir a la mierda si no es contigo. No me interesa el mañana, tengo el hoy, estás aquí. ¿Acaso eso no es a lo mejor que puede ascender alguien en la vida de otra persona? Que alguien te ame como tú nunca pensaste que te amarían. —¡Maldito sea el pasado si te hace infeliz en el presente! —Exclamé

Me parte el alma verla en estas condiciones. Y no hay nada más triste que llegar a esas conclusiones, porque, todo el mundo quiere llegar a la conclusión de que su vida vale la pena, pero Mary ya se estaba dando por vencida, tenía la mirada apagada, la voz se le escuchaba triste y rota. Cuando intentaba reír su risa no era más que el sonar de sus cristales rotos.

—Para el resto soy nadie. —Dijo levantándose mirando las estrellas que comenzaban a aparecer, el viento soplaba fuerte y el pelo le caía en la cara.

—Pero ante los ojos de Dios eres alguien. Para mí tú eres alguien. —Puse mis manos en su barbilla y la volteé hacia mí—. Deja que te duela, tiene que dolerte para que después te rías de ello. Para mí tú eres alguien —Repliqué

Le di con una lentitud de una tortuga un beso que la tranquilizó un poco, sólo un poco.

—Te necesito, no tienes idea de cuánto. Te necesito como las estrellas pueden necesitar a la luna y espero nunca tener que echarte de menos como las estrellas echan de menos al sol por el cielo de la mañana. Quiero abrazarte en las tardes frías de abril, abrigarte con mis brazos mientras vemos una que otra serie de televisión, porque la vida es una película en blanco y negro, la vida es una escala de grises, hay una infinidad de colores entre el blanco y el negro, así que ya sabes, Mary Jones, te quiero para toda la vida y no para momentos, te quiero para enfrentar contigo lo que te duele, quiero luchar a tu lado si es posible ante la peor guerra nunca antes registrada en la historia de la humanidad, quiero que seamos aquellos ancianos que se miran a sí mismos como aferrándose a la vida. Entiéndeme, yo no pretendo dejarte porque las cosas anden mal, no soy el tipo de chico gilipollas que no sabe valorar a quien tiene al lado.

—Eso es mi mayor miedo. Acostumbrarme a ti y que un día te enfades o te aburras de mí y decidas dejarte. Tengo tantos miedos como estrellas en el cielo.

—No lo haré. No me iré nunca.

Soledades OpuestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora