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—¿Te pasa algo? —Me preguntó Mike confuso cuando me dejé ir en el sofá desde arriba

—Es que… todo parece que se está yendo a la mierda.

—¿De qué hablas?

—De Mary, todo parece irle mal, ahora se siente pésimo. —Dije—. Su padre regresó.

—¿Eso no debería de alegrarle?

—No, no entiendes, es que él las abandonó, a ella y a su madre cuando Mary tenía temprana edad. Y ahora no sabe cómo asimilar todo ese peso tan inesperado.

Le hablé sobre la discusión.

—¿Y qué le has dicho después?

—Le hablé un poco sobre el perdón, pero ella se niega de alguna forma, no quiero obligarla, en lo absoluto, sólo pretendo que deje de cargar tanto peso en sus hombros.

—Alguna gente no nació para perdonar, Adam, eso lo deberías de asimilar a estas alturas, hay cosas que simplemente duelen demasiado como para perdonar. El perdón es algo que llega con el tiempo, al menos eso dicen, pero a veces sencillamente no llega nunca.

—Bueno, trato la manera de hacerla sentir lo mejor posible.

—Tú sólo encárgate de hacerla feliz, ella sabrá si perdona a su padre o no.

—Tú no entiendes, —dije nuevamente— desde que la conocí sus problemas también son un poquito mis problemas también.

—Bueno, no eres el presidente para solucionar todos los problemas de las personas, cada quien arregla las cosas como mejor le convengan. O si no, mírame a mí, soy un problema dentro de otro problema. Y no por eso espero a que alguien venga a resolverme.

—Por cierto, mañana iré a casa de su abuelo, la acompañaré. ¿Podrías cuidar de Carlos, por favor? Prometo no tardarme tanto.

Me dijo que no podría quedarse en casa, así que me dijo si no habría problema en llevarlo fuera, es que unos familiares iban a llegar a casa, pero que si por él fuera, no iría; pero a su madre le prometió que iba a estar ahí. Así que se iba a llevar a Carlos.

Acepté.

No sé cómo agradecerle tanto a Mike, él ha sido desde varios años mi mejor amigo, está en las buenas y en las malas, siempre nos hacemos favores mutuamente. No sé qué sería de mí sin ese idiota.

Llegando a la casa del abuelo, estaba un anciano en un silla de mecer a un lado de la puerta, sobre sus rodillas estaba una gallina con plumaje entre anaranjado y amarillo, se veía en mal estado, estaba pico abajo, con sus ojos cerrados.

—¡Abuelo! —Exclamó Mary con gran entusiasmo desde la ventanilla

—Hola, hija. Baja un poquito de volumen a tu voz, esta gallina tan querida está a punto de morir, todas las tardes, desde que se enfermó de una enfermedad viral, ha estado muy mal, está demasiado vieja, ya no tiene fuerzas ni para pararse, sus ojos permanecen la mayoría del tiempo cerrados, solamente los abre cuando la levanto y las pongo sobre mis rodillas. —Dijo el abuelo sobándola con su mano derecha, sus ojos estaban aguanosos, su mirada era triste al verla.

Supongo que es el amor que les llegamos a tener a los animales, y no nos gusta la idea de verlos morir, él estaba ahí, acariciándola mientras la muerte llegaba finalmente.

—¡Cuánto lo siento! —Dijo Mary, tocándola también

A lo lejos se escuchaba un perro, al otro lado de la puerta, más específico.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2015 ⏰

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