V

1.5K 60 6
                                    

Quería sorprender a Mary Jones, así que decidí irla a visitar a su casa, llevarle, tal vez unas flores rojas y unos cuantos libros, aunque no sabía cuál era su autor favorito. Y tampoco sabía si le gustaban las flores, pero por algo se aprender a conocer a la gente, no se empieza sabiéndolo todo, se empieza desde diez. Les cuento mi teoría sobre los números y las personas:

A veces me digo a mí mismo que sería bonito conocer de nuevo a las personas. Olvidar todo el daño y empezar desde diez. Sabiendo que te van a hacer pedazos y ese diez irá en descenso. Un punto menos por cada herida, hasta finalmente llegar al cero, al número al que nadie quiere llegar, porque del cero también puedes ir ascendiendo aún más, así como hay un infinito positivo, también hay uno negativo. Cuando, por ejemplo, empiezas a ser un número negativo (-1, -2, -3), es porque has hecho más daño del que se puede hacer. Algunas personas causan el mismo daño que fumarse todas las cajas de cigarros y beberse todas las botellas de alcohol. Y la magia a veces se enciende en las despedidas, en agradecimiento por haber decidido marcharse, aunque sea tarde, pero bien dicen que es mejor tarde que nunca, que ir sumando puntos negativos a la historia. Son admirables aquellas personas que se van cuando todavía no son un cero y cuando aún quedan sonrisas bonitas para regalar al mundo. Irse a tiempo es salvarse de ser un error que se desea nunca haberlo cometido y que se llora por las noches. Empezamos siendo un número positivo y qué triste que, en vez de ir ascendiendo a número inimaginables; tengamos que ir descendiendo a números desastrosos.

Y allí tienen mi teoría sobre los números relacionados con las personas.

Y yo quería ir sumando puntos positivos en la vida de Mary.

Toqué la puerta varias veces hasta que escuché venir unos pasos a lo lejos.

Me abrió su madre.

Me sonrió un poco nerviosa.

—Hola, jovencito —Saludó—. ¿Qué te trae de vuelta aquí?

—Hola, señora Jones. ¿Podría decirle a Mary que estoy aquí, por favor?

Me invitó a pasar a sentarme a la sala donde pude observar que tenía un aire un poco triste aquel lugar. No sé por qué me parecía que hasta el televisor tenía un toque triste. También pude observar unas cuantas fotografías puestas sobre la pared y otras sobre algunas mesitas que estaban alrededor del sofá. Era Mary de pequeña con su madre y en otras estaba su padre también sosteniéndola en sus brazos, pero sabía que su padre no estuvo cuando ella más lo necesitaba. No sé cuáles hayan sido sus razones, pero tengo por seguro que ninguna razón es razonable para abandonar a un hijo. Ninguna.

Me puse de pie al escuchar que bajaba las escaleras.

—¡Adam! —Exclamó.

—Esto es para ti —Dije mientras le entregaba las flores

—Oh, gracias por el detalle, están preciosas. Nunca nadie me había traído flores.

—Es que nadie había venido a verte, cariño. —Dijo su madre

—¡Mamá! —Dijo Mary alargando la palabra y en voz baja.

Su madre las tomó y dijo que iba a ponerlas en un jarrón con agua. Mientras se iba le guiñó el ojo y le sonrió.

Me invitó a sentarme.

—Muchas gracias —Dijo nuevamente.

—No hay de qué, esta mañana al despertarme me he dicho a mí mismo que sería bonito hacerte una pequeña sorpresa.

—Y vaya que sí me has sorprendido, como ya te habrás dado cuenta con lo que dijo mi madre, a veces me enojo con la verdad, pero mi madre tiene razón. Eres el primer chico que viene a visitarme y que, además, me trae flores. —Confesó—. No es fácil encontrar a alguien que te haga sentir cosas. Creo que soy la chica más insípida del mundo.

—No eres insípida. Bueno, tendría que probarte para cerciorarme. —Bromeé

—¡Caníbal!

—Voy a morderte —Grrr

Esto nunca lo había experimentado con otra chica, quizás es porque ella no es una chica del montón, ella es la chica. Y cuando llega la persona indicada a tu vida, no lo sabes, lo sientes, porque puedes ser tú sin ningún tipo de problema. Llegas a ser tan natural que te desnudas por completo ante ellas, no, no hablo de quitarte la ropa, sino de desnudarte los sentimientos.

A veces, de repente, me entran ganas de hacer locuras con ella, quiero hacerle muchas cosas, menos daño, aunque a ser verdad: el dolor es inevitable al momento de querer.

—¿Y qué tal te sientes? —Pregunté—. ¿Te sientes bien para que esta noche vayamos a cenar?

—¿Es una cita?

—¿Y por qué no?

Sonreí mientras veía venir a su madre. —Ya está la comida, ¿quieres quedarte a comer? —Me invitó amablemente su madre

Acepté.

—¿Y desde cuando se conocen? —Preguntó—. Nunca había oído hablar de ti, excepto anoche que Mary se acercó a mí a contarme que desde hace algunos días comenzaron a salir.

—Bueno… yo la conozco a ella mucho antes de que ella me conociera a mí.

—¿Y cómo es eso posible?

—El as que guarda el destino bajo su manga. Ya sabe, cosas que uno no tiene previsto, pero que sientes que las has buscado toda tu vida. A veces el destino juega mejor que nadie.

—Así es, jovencito. A veces hay que aprender a dejar que él haga todo su trabajo, y no forzarlo a que lo haga, porque las cosas saldrán muy mal.

—Mamá, ¿no te importaría si salgo esta noche con Adam, es que él me invitó a cenar? —Preguntó Mary

—No hay problema. —Dijo así, sin más, parecía agradarle la idea de que Mary se distrajese un poco, que saliera con nueva gente—. Tampoco estaré, iré a visitar a tu tía y a tu abuelo—.

—Me encantaría conocer a tu abuelo. —Le hice saber

—Pues un día de estos aprovechamos para ir a visitarlo y llevarle unas cuantas frutas. —Contestó

—Estaría genial que lo visiten los dos, ya saben, a él le gusta que lleguen a visitarlo. Él se pondrá feliz de volverte a ver y de conocer a tu amigo.

Terminando de comer, agradecí a la señora Jones por la comida y le hice saber que había estado muy buena la comida. Mary me acompañó hasta la puerta.

“Nos vemos esta noche”, le lancé con una sonrisa.

Soledades OpuestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora