IV

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Estábamos asistiendo al Entierro del Sol. Se veía el crepúsculo a lo lejos, los colores rojizos, tanto que parecían sangre derramada por el cielo. Como si el mismo estuviese pasando por algo parecido a una herida, quizás él también tiene su propio dolor, con la gran diferencia que todo el mundo lo ve precioso, pero que más allá de la belleza también hay cierto sentido nostálgico. El viento acariciaba la piel de Mary, ella no dejaba de ver al horizonte y yo no dejaba de verla a ella, como si ella fuese mi único horizonte, como si no tuviese que ver nada más para darme cuenta de que la felicidad no estaba en otro lugar en el que no estuviese presente, de repente, aparté la vista y la dirigí hacia la lejanía también. Los dos veíamos en una sola dirección, en aquella ocasión hacia algo que estaba muriendo: el Sol. Entonces me recordé de todas las personas que estaban asistiendo a su funeral, unas quizás felices, otras quizás tristes. La vida es un desequilibrio constante de querer muchas cosas y a la vez no quererlas. De querer ir a la playa y después darte cuenta de que odias el mar. La vida es un poquito así: un montón de sentimientos inestables y situaciones fugaces.

—Perdona —Dijo secándose las lágrimas.

—No tienes por qué disculparte por algo que es el primer signo de vida desde que nacemos. No tienes motivos para disculparte por llorar. Aunque no deberías de darle tus lágrimas a esos motivos.

—Me cuesta trabajo entender por qué de la noche a la mañana conozco a alguien que parece no importarle tanto mis cicatrices. A todas las personas a las que se las he enseñado, las alejo. Mírame, ¡soy un espanto de persona! No soy el tipo de persona de la cual alguien se enamoraría.

Limpié sus lágrimas con mis dedos. Me quedé por un rato en silencio apreciándola.

—Eres preciosa.

—¿Qué? —Preguntó sorprendida

—Que eres preciosa, es más, eres la chica más hermosa que he visto en mi vida. Y quiero hacerte saber que eres preciosa en todos los sentidos, nunca dudes de tu belleza, pero, sobre todo, nunca olvides que eres bella por dentro. Ojalá cerrando los ojos te dieras cuenta de cuán hermosa eres.

Ella es fuerte, y ese era su tipo de belleza. Siempre he admirado a las personas que, a pesar de todo lo que viven a diario, todavía les quedan ganas para intentarlo una vez más. Que no se dan por vencidas fácilmente, que puede que el viento vaya al norte, cuando ellas van al sur. Y esto no será un obstáculo. Siempre derriban sus propios muros y murallas. Sus cadenas y todas las cadenas que la perseguían no podían con ella, iba demasiado rápido en la vida y a la vez iba demasiado lento. Pero, ¿cómo ser un equilibrio de ambas cosas para que al final no termine doliendo? Ir demasiado rápido puede que vayas directo a un terrible accidente, e ir demasiado lento puede que vayas a llegar demasiado tarde a donde quieres. Siempre he pensado que la clave está en ser paciente yendo a lo que quieres. Mucha gente quiere que le caigan las cosas del cielo y no. Esto no funciona yéndote a sentar al sofá, ver televisión todo el día y comiendo palomitas. Está en levantarse, ponerse de pie e ir contra la razón e ir hacia lo que te hace feliz.

 —Es tu fuerza la que te hace terriblemente bella. Eres fuerte, y eso es todo. Eres tu propio inmortal, nadie podrá contra eso. Ten por seguro que en una madrugada despertarás y te darás cuenta de que todo ha valido la pena, que la sangre que has derramado en el camino, en realidad sirvió para limpiar todo lo que tienes dentro.

—¡Soy mi inmortal! —Dejó salir de su boca al viento.

—Lo eres, lo eres.

Yendo de vuelta le hablé sobre mi hermano y me dijo que tenía ganas de conocerlo, así que íbamos directo a casa. Le advertí que no era tan típico para su edad.

Llegamos.

Saqué las llaves.

Y abrí.

¡Vaya desastre dejar juntos a Carlos y a Mike en la misma casa!

Soy desordenado, pero no al grado de decir que allí vivía, pero allí vivía. A ellos pareció no importarles tanto la visita, pero para mí resultaba un poco penoso aquel caos: cajas de pizza y botellas de refresco por todos lados. —No te preocupes, así son ellos.

—Perdona por el desastre —me disculpé—. Adelante, puedes sentarte en el sofá.

Los presenté.

—¿Son novios? —Lanzó Carlos

Ella y yo nos miramos las caras para luego lanzarnos una carcajada.

—No, Carlos. Ella es una amiga que conocí hace poco.

—Ah, entiendo. ¿Entonces podrían serlo?

—¿Ser qué? —Pregunté.

—¡Novios, tarado!

Nos quedamos en silencio mientras nos mirábamos de reojo. Yo sonreía por dentro, pero ella quizás se sentiría incómoda con las pláticas de Carlos. Él como siempre con sus comentarios incómodos e inoportunos.

—No sabes qué pesado llega a ser. No es para que te sientas mal ni nada por el estilo, pero habla de ti todo el tiempo —Mary me miró levantando una ceja y sonriendo a medias—, desde aquella vez que me contó que te había visto por primera vez, pues desde ese día se estaba comiendo la cabeza por ti. —Dijo Mike mientras abrazaba a Mary—. Un gusto de conocerte, chica.

—Veo que soy famosa en esta casa.

Se rió.

—¿Y qué miran? —Cambié rápida y bruscamente la conversación

—Es una película muy divertida, es como una parodia de todas las películas cursis, sólo que en esta película es puro sarcasmo y humor, no como esas empalagosas, derrama miel y vomita arcoíris que hacen hoy en día. ¡Qué asco!

Le ofrecí algo de beber a Mary, y me dijo que con un vaso de agua estaba bien.

—¿Y qué tal estuvo el día? —Preguntó Mike.

—Diferente a los demás. —Contestó Mary girando su cabeza hacia donde estaba—. Adam es un buen chico. Ustedes también parecen ser buenos chicos también.

—¡Adam! —Gritó Mike— Piensa que somos buenos chicos. —Pronto nos conocerás —Añadió por último.

—Tu amigo y tu hermano son divertidos.

La película en sí estaba interesante, es como una recopilación de todas las películas que han tenido éxito, pero en versión graciosa y con humor negro. Hay sangre, corta cabezas, patadas en los cojones, etcétera. En fin, nos pasamos lo que quedaba de la tarde y parte de la noche viendo televisión hasta que la llevé a su casa.

Soledades OpuestasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora