No quería que fuese la típica cita, así que decidí hacer algo mágico, algo que le gustara a Mary. Una cena en medio de la nada, alejado de todo y de todos por una noche. Carlos y Mike me ayudaron para ello, al principio se resistieron, pero después cedieron a mi propuesta.
La noche se puso de gala.
Y yo también.
Aquella noche no sólo se veía diferente, se sentía diferente hasta en el aire. El aire estaba fresco, ni calor ni frío, como un equilibrio de ambos climas.
Toqué la puerta.
Su madre nuevamente.
Me examinó de abajo para arriba.
—Te ves muy bien, jovencito —Pareciera que para ella mi nombre era “jovencito”—. ¡Mary!—Gritó—. ¡Adam está aquí!
Tardó unos minutos antes de bajar por la escalera. Y… ¡Joder! Mary estaba preciosa, bueno, más que de costumbre. Llevaba los labios de color carmín, su pelo iba recogido y tenía puesto un vestido verde oscuro. ¡Qué preciosa estaba!
Era hermosa sin importar qué llevase puesto.
—¿Y qué tal me veo? —Sonrió
Me quedé sin palabras, como si nada de lo que pudiese decir estuviese a la altura de lo que sentía al verla, a ella, ahí. Un día alguien me dijo que hay momentos en los que es mejor quedarse callado, porque ninguna palabra estará a la altura de los sentimientos. Y sería una falta de respeto hablar.
Entonces mi silencio lo decía todo. Por eso preferí contemplarla como una diosa, cada centímetro era perfecto.
Nos despedimos de la señora Jones. “Diviértanse”, lanzó al aire mientras nos íbamos.
—¿Y adónde vamos, jovencito? —Se pegó una carcajada—. Piensas que no me he dado cuenta que para mi madre, tu nombre es “Jovencito”.
—No tan rápido, señorita. Esta noche vamos a las estrellas.
Íbamos a Cherry Springs. Uno de los lugares más mágicos de Pensilvania, donde por las noches claras se puede ver hasta el núcleo de nuestra Galaxia, la Vía Láctea.
Casi llegando le pedí que cerrara sus ojos y que no hiciera trampa, que era una sorpresa que le tenía preparada.
Los abrió.
Una cita lejos de la ciudad, en un lugar donde alberga absolutamente nada. Sólo las estrellas, la luna y unos árboles; eso era todo. Había un camino de velas prendidas y una mesa al final. No soy tan romántico, pero llegan los momentos donde lo haces por naturaleza.
Su mirada lo decía todo, le había gustado la sorpresa.
—Siempre soñé con un lugar así, pensé que solamente en los libros y en las películas de ficción existían lugares como este. Y fíjate, viviendo en Pensilvania no tenía de la existencia de este lugar.
Las grandes personas, lugares, cosas y momentos pasan desapercibidos.
—Para mí es especial. Esta noche lo es más, porque tú estás aquí.
Jalé su silla para que se sentara.
—¿Champagne? —Pregunté
—Sí, por favor. —Sonrió mientras miraba al cielo
Sonreí.
Carpe Diem.
—Preocúpate, cariño, por ser feliz. Esta noche vamos a ser felices, porque nos lo debemos. Y no de unos días, sino de unos años atrás, sin darnos cuenta estábamos buscándonos con una intensidad abrumadora, que incluso la oscuridad se acojona al vernos juntos, porque estábamos destinados a suceder, tarde o temprano, nos encontraríamos. Por mucho tiempo estuve sin saber adónde ir, no sabía cuál era mi hogar hasta que te vi. Y entonces supe que no necesitaba buscar en otras personas lo que me hacías sentir. ¡Eres mi hogar, Mary Jones! Eres mi hogar… ¿Cómo te digo que esto que siento por ti nunca lo he sentido por nadie? Es algo ilógico, y a la vez increíble de creer que a estas alturas de mi vida no me haya enamorado de una chica como lo estoy de ti. Te amo. Y no me importa si el mañana está borroso o si simplemente no existe, porque esta noche estás aquí, conmigo, compartiendo esta soledad. Compartiendo por todo ese tiempo en el que estuvimos sin saber cómo venir.
—Eres el amor de mi vida, mi querido, Adam. No necesito más, eso es todo. No existen palabras ni sacrificios para decirte cuán agradecida estoy contigo. Eres el amor del cual nunca me olvidaré, así mismo el destino, así como nos trajo aquí, vuelva a separarnos. Antes que llegaras, veía las estrellas con un poquito de brillo, pero ahora parece que el cielo es una jodida luz cegante. —De repente, una ligera lágrima recorrió su mejilla—. Podrán pasar mil años, y siempre estarás, aunque la vida nos tenga separados nuevamente.
Me enamoré de ella como puede pasar una estrella fugaz rozando el cielo infinito, con esa rapidez y con ese destello de luz.
—Estábamos en polos opuestos, viviendo bajo nuestro propio régimen. Pero, ¿recuerdas ese día?
—Sí.
—Pues ese día fue crucial en el rumbo de nuestras vidas.
—Me miraste, te miré. Y el mundo parecía no doler tanto. No sé dónde estaremos mañana, no sé si nuestras almas divagarán lejos de nuestros cuerpos, no sé si te estaré echando de menos o si estaré intentado quitarme la vida en el puente más precioso para un suicida.
Lo cierto aquí, es que la miraba como si yo fuese un suicida y ella, el puente más precioso.
—Mañana no querré despertar si tú no estás a mi lado. Esta no es una jodida historia de amor como la de los libros ni como las de las películas. Es mucho mejor. Esta historia es basada en hechos reales.
La luna se puso en el horizonte, hacía una bonita noche, quizás me pareció la más bonita de mi vida porque la estaba compartiendo con ella, de no serlo, sería una noche más. Había mucha magia, el cielo brillaba como si todas las estrellas estuviesen a punto de ser fugaces, revivimos muchos momentos de nuestra vida, Mary me contó de una vez en la que se tuvo que escapar de casa, porque se sentía tan sola que no podía soportar la presión que ejercía el hecho de no tener un hombro en el cual llorar, tenía que estar fingiendo la mayor parte del tiempo que estaba bien, pero sin embargo, ella sabía que todo iba a terminar mal, un día decidió suicidarse, pero cuando estuvo a punto de hacerlo, decidió mejor quitarse el nudo en la garganta. Había incluso escrito una carta de suicidio, que luego la quemó. Pasaron varios días antes de que decidiera regresar a casa, porque se le hacía egoísta de su parte dejar a su madre sola también, sabía en el fondo que los padres no están preparados para enterrar a un hijo. Nunca se está preparado para ver morir a alguien a quien quieres mucho. Nunca.
También hablamos de cosas bonitas, como por ejemplo, de cuáles eran sus pasatiempos, me dijo que era leer. Me contó que ella no es de las que se deja llevar por el nombre del autor, porque sabe que algunos están sobrevalorados y escriben mierda por donde leas; así que antes de comprar un libro, busca en internet reseñas de los mismos y esa es su influencia al momento de comprarlos.
Hablamos también de aquel día en que nuestras voces se rozaron en aquella estación de tren, en la que ella brindaba por la muerte y yo brindaba por los desconocidos, pero esta vez brindábamos por nosotros.
—Este momento se queda para siempre en nosotros. Gracias por compartir esto tan mágico conmigo.
—Las cosas buenas siempre son compartidas. Nunca te has preguntado por qué.
Negó con la cabeza.
—Verás: la tristeza nunca será buena compartiéndola, si tú eres quién está triste, nunca querrás compartirla con alguien, porque quieres que nadie sienta ese sentimiento. Y cuando estás feliz, quieres salir corriendo para decirle a algún ser querido sobre ello. —Aclaré—. Pero si un día te sientes triste, házmelo saber, no importa el lugar, ni la hora ni con quién esté. No importa si estoy en la tercera guerra mundial, no importa si estoy en el quinto sueño, tampoco importa si estoy con el mismísimo presidente de los Estados Unidos. Tú llámame, siempre estaré ahí para ti. ¿De acuerdo?, Mary Jones.
—De acuerdo, Adam Parker.
Sin siquiera pensarlo, ella se lanzó a mí y me besó. No sabía qué hacer, excepto corresponderle el beso también. Algo se había encendido en aquel instante. Algo muerto volvió a nacer. Un montón de fuegos artificiales recorrieron mi sangre para finalmente explotar en la caja de los sentimientos. Separamos nuestras bocas, nos quedamos viendo a la cara, en silencio, se escuchaba nuestra respiración y nuestros latidos. No dijimos nada, porque nada estaría a la altura de nuestros sentimientos. Puse mi mano entre su oreja y su cabello, luego fui yo quien se lanzó a ella ferozmente, nuestras manos comenzaron a hacer turismo en ambos cuerpos, descubriendo cada rincón, cada galaxia que escondían bajo la ropa. Nuestra piel era una sola, éramos uno solo entonces.
Hicimos el amor, el universo fue testigo de aquella declaración de amor.
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Soledades Opuestas
Любовные романыAdam Parker y Mary Jones son dos jóvenes solitarios. Un día tropezaron con la misma piedra y se dieron cuenta de que habían estado viviendo lejos, pero con un sentimiento muy poderoso: el de estar juntos.