Qué forma tan rara de empezar una historia, por el final, pero así es como dice ella que hay que contarla y ¿quién soy yo para discutírselo? Sólo soy la soberana de esta tierra conocida como Grecia y ella es mi esclava, pero hasta eso va a cambiar dentro de tres días. Mi nombre es Kara, soy de Anfípolis, pero la mayor parte de esta tierra me conoce por mi título, la Señora Conquistadora. Hace muchas estaciones que nadie me llama Kara y, sin embargo, ahora lo oigo todos los días y el corazón se me llena de alegría. Nunca habría sabido lo emocionante que podría ser el sonido de mi propio nombre pronunciado por la lengua de una amante, de no haber sido por ella.
Me dice que me estoy adelantando, al hablar de ella, y le digo que se calle y la aparto de mi escritorio. Primero, quiere que empiece por el final y ahora dice que voy demasiado deprisa. Dioses, es la paradoja de mi vida. Ella sola tiene el poder de hacerme caer de rodillas, declarando mi amor por ella. Ella sola puede provocar en mí momentos de bondad y pasión y también es ella quien puede enfurecerme hasta el punto de que me tiemblen los brazos por la tensión ejercida para no golpearla. Ella es la luz y yo soy la oscuridad. Antes pensaba que podría sobrevivir sola en mi oscuridad, pero fue ella la que me dijo que la oscuridad no existe sin la luz, que no conoceríamos la una de no ser por la otra.
Ahora me dice que explique lo que quiero decir empezando por el final. Le entrego la pluma y le digo que escriba ella, puesto que es evidente que piensa que yo no puedo. Me sonríe burlona y se da la vuelta y me doy cuenta de que no hace tanto tiempo que habría muerto a golpes por un acto de insolencia como ése y, sí, los golpes se los habría dado yo.
En mi vida sólo ha habido oscuridad, muerte y destrucción desde que cumplí los quince veranos. Numerosos bardos os han entretenido ya con las historias de mi vida, de modo que no voy a repetir aquí los detalles. Basta decir que todas las cosas oscuras, detestables, obscenas que habéis leído acerca de Kara la Conquistadora son absolutamente ciertas. Sí, puede que algunas hayan sido exageradas, pero en su mayoría presentan un fiel retrato mío. Al menos, de cómo era yo en mi juventud. Estaba llena de apetitos insaciables, de los cuales el sexo y la sed de sangre sólo eran dos. Era insaciable, ya fuera en la cama o en el campo de batalla, y tanto mi mal genio como mis orgías eran legendarios.
Tenía cuarenta y cuatro veranos cuando ella entró en mi vida. A eso me refiero cuando digo que empiezo por el final. Con eso no quiero decir en absoluto que los cuarenta y cuatro sean el final de mi vida, pues ahora me parecen tan sólo el principio, pero estaba en un punto, antes de que ella apareciera, en el que realmente me parecía que había llegado al final. Es cierto que una vez superados los cuarenta, por fin hice el intento de mitigar mi oscuridad, pero apenas. Seguía siendo una mujer propensa a violentos ataques de ira y celos y mi libido era todavía tan fuerte como la de un guerrero de la mitad de mi edad, pero para cuando cumplí los cuarenta y cuatro, ya me estaba apaciguando, no físicamente, sino mentalmente.
Se debía sobre todo a que mi vida me parecía muy vacía y que lo único que me rodeaba cada día era la soledad. La pura verdad es que durante la mayor parte de mi vida no me había importado ni había querido a nadie, bueno, casi, pero de repente eso hacía que me sintiera sola. Por lo tanto, en lugar de amargarme en mi soledad, me esforcé por mejorar. Empecé a moderar mis juicios con indulgencia; intentaba no destrozar las cosas cuando perdía los estribos y, sobre todo, me esforzaba mucho por tratar a las personas que me rodeaban, ya fueran esclavos o nobles, con más respeto que en el pasado. De repente, notaba la edad. Creo que muchos de los que estaban cerca de mí pensaban que era locura o senilidad, aunque advertí que nunca pedían que volviera la antigua Kara. Debo confesar que había días en que mi recién descubierta madurez se iba por el desagüe con el agua del baño y volvía a mis antiguas costumbres, pero lo intentaba, no obstante.
Lo cierto es que la historia de la Conquistadora no empieza hasta que ella entra en el relato. Pues la historia de la Conquistadora no se puede reflejar con exactitud sin hablar de Lena.
Historia basada en la serie de tv Xena, la princesa guerrera.
Pero ahora SUPERCORP...
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El Final Del Viaje [SUPERCORP]
RomanceLos esclavos en Grecia son considerados objetos, cosas que poseías, y tenías todo el derecho a tratarlos como te viniera en gana. No se los consideraba personas, con emociones y sentimientos reales. Lena es una esclava más en Grecia, pasa de amo en...