La otra mitad de mi alma

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Lena pasó unas cuantas marcas escribiendo en sus pergaminos después de que la Conquistadora la dejara, para ocuparse de unos asuntos. La joven esclava ya sabía cuándo vio a Mike cuál era la noticia. Conocía, como casi todos los esclavos de palacio, el astuto plan de su señora para atrapar al administrador, Jack. La mayoría de los hombres y mujeres libres no eran como su ama. Trataban a los esclavos como ha ganado, como a una propiedad de la que se podía hacer caso omiso hasta que se la necesitaba. Por ello, hablaban sin tapujos delante de sus esclavos, sin darse cuenta de que había seres humanos inteligentes dentro del cuerpo de aquellos sometidos a esclavitud. Los esclavos sabían más de lo que ocurría en este palacio que la propia Conquistadora. Lena ya sabía que Jack había huido. La joven tenía sentimientos muy encontrados a este respecto.

La verdad de lo que había hecho ese hombre afectaba a esta pequeña esclava por motivos muy personales, pero nunca se lo había contado a nadie. ¿Para qué molestarse? Al fin y al cabo, era una esclava, la esclava de la Señora Conquistadora... muy apreciada, pero esclava no obstante.

La pequeña ojiverde caminaba ahora por el conocido pasillo que llevaba a las habitaciones de Sam. Reflexionaba sobre la idea de pertenecer a Kara y sobre todo lo que hacía tan poco que había averiguado acerca de lo que sentía la Conquistadora por ella. Lena no osaba decirle a su ama que estaba perdidamente enamorada de ella. Sin embargo, por un momento, cuando estaban a solas en su habitación, estuvo segura de que Kara estaba a punto de declarar esto mismo.

Por los dioses, ¿estoy perdiendo la cabeza? Kara la Conquistadora, con lo bella que es, jamás se enamoraría de alguien como yo... ¿Verdad? Además, ¿no olvidas que eres su esclava?

Las reflexiones de Lena la llevaron a la noche anterior. Había llorado muchísimo, pero cuando Kara no pudo expresar sus sentimientos, a la joven esclava le pareció mal, por no decir hasta peligroso, ser la primera en confesarlo. Si la Conquistadora no era capaz jamás de reconocer esos sentimientos, Lena estaba condenada a una vida de soledad. Amando y siendo amada, pero sin poder decirlo nunca... Lena había soñado toda su vida con alguien que le dijera esas palabras. Sabía que fuera cual fuese el curso que Kara eligiera para su relación, ella serviría y a amaría a la Conquistadora de buen grado.

A menudo sus sueños resultaban proféticos, nunca de una forma exacta, pero desde que era pequeña, absorbía detalles de su estancia en el reino de Morfeo que ocurrían cuando estaba despierta. A veces pasaban muchas estaciones entre visión y visión, pero desde que había entrado en el palacio de Corinto, había empezado a tener revelaciones que la dejaban muy confusa. Nunca hasta ahora había tenido una premonición con un objeto, pero eso también se había producido. Había soñado con la amabilidad de esta mujer conocida como la Conquistadora, con su delicadeza. Hacía poco, Lena había visto a Kara declarándole su amor mientras yacían juntas, pero como eso no había sucedido, ahora ponía en duda la fiabilidad de sus sueños. Una pesadilla, en concreto, la asustaba de una forma inimaginable. Lo había achacado al intento por parte de Morfeo de alterar su sueño, pero la desconcertante escena se repitió el día en que sostuvo el puñal de Kara entre sus manos. Al llevar la daga a su ama, Lena vio de nuevo su pesadilla, esta vez con todo lujo de detalles en su mente. Vio que Kara, de espaldas a la pequeña esclava, se volvía de repente y se abalanzaba con el puñal contra la garganta de la ojiverde.

Lena trató de olvidar esa imagen mental. Ahora mismo, era feliz como no recordaba haberlo sido nunca. Kara era muy buena con ella y la alta mujer había reconocido que había algo más entre ellas que una mera relación entre ama y esclava. Kara hacía realidad las esperanzas y los sueños de la pequeña ojiverde al darle materiales y libertad para escribir. Tal vez, con el tiempo, pensó Lena, podría convencer a la Conquistadora para que le hablara de su vida. El mayor regalo de Kara no había sido material, en opinión de Lena. El mejor regalo había sido darle a Lena conciencia de sí misma. Algunos lo llamarían seguridad, incluso orgullo, pero fuera lo que fuese, la joven esclava gozaba de la sensación de que tenía cierta valía, aunque sólo fuera para su poco comunicativa ama.

El Final Del Viaje [SUPERCORP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora