—Buenas noches, Señora Conquistadora.
—Eliza, ¿qué Hades haces en las cocinas ahora? —contesté a la mujer de más edad. Estaba removiendo una olla de la que salía un olor divino.
—¿En qué otra cosa me puedo entretener? —respondió con tono práctico.
Me asomé por encima de su hombro y metí un dedo en la olla que estaba removiendo. Sabía a estofado de venado con una espesa salsa al vino. Cuando quise más, ella alargó la mano y, antes de que me diera cuenta, me dio un golpe en los nudillos con un cucharón.
—¡Ay! —exclamé, frotándome la mano.
Me hizo callar y me empujó para que me apartara, hasta que me quedé sentada en una banqueta alta. Siguió fulminándome con la mirada y ahora que tenía la cabeza por encima de la mía, me sentía como una niña castigada al rincón.
—Todo esto es mío, que lo sepas —añadí débilmente, notando que se me empezaba a formar un puchero.
Ella se cruzó de brazos y me miró enarcando una ceja: maniobra que era mía, debo indicar.
—Cuando yo intente meter los dedos en tu olla... entonces podrás pegarme una torta.
Sonrió por fin y no pude evitar sonreír a mi vez.
—Eres peor que yo —me quedé sentada, meneando la cabeza al pensar en el doble sentido de sus palabras.
—Bueno, ¿la cena para ti y para tu Lena? —preguntó, sabiendo por qué estaba allí.
—Sí, si eres tan amable —bromeé.
Su expresión, mi Lena, me sonaba muy bien. Me pregunté cuántos más sabían ya lo que sentía por mi joven esclava.
Mientras Eliza colocaba nuestra cena en una bandeja, me puse a fisgar por la cocina. Esta pequeña estancia era el dominio de Eliza. Los demás cocineros sabían que no debían meterse en esta zona privada suya. Advertí que tenía una mesita con cosas para escribir en un rincón de la estancia. De repente, se me ocurrió un plan.
—Eliza... necesito tu ayuda.
—¿Sí, Señora Conquistadora? —se volvió hacia mí, frunciendo las cejas con expresión interrogante.
—Necesito que prepares una cosa, si puedes, esta noche. Quiero una mesa como ésta en las habitaciones de Lena, además de pergaminos y útiles de escritura. Ya sabes —dije respondiendo a su expresión desconcertada—, tinta y plumas y esas cosas.
Se me quedó mirando largos instantes y entonces se volvió de nuevo a la bandeja que estaba llenando. Sin embargo, vi sus ojos antes de que me diera la espalda y me di cuenta de que por fin había hecho algo que ni siquiera Eliza se esperaba. De repente, tuve necesidad de darle explicaciones.
—Sabe leer y escribir y cuenta muy buenas historias. Creo que le gustaría escribirlas.
—Cuida muy bien de esta joven, Kara —declaró Eliza.
Qué raro se me hacía oír mi nombre. Nadie lo usaba nunca, pero de vez en cuando, el tono de Eliza se hacía más suave, me miraba como podría hacerlo una madre y usaba mi nombre con cariño.
—Merece que alguien la cuide —contesté, dándole las gracias a la mujer mayor y haciéndole prometer que se ocuparía de que unos hombres instalaran los muebles necesarios esta noche. Cuando salí por la puerta principal de la cocina, podría haber jurado que oí a la mujer riendo por lo bajo.
___________________________________________A veces se tarda un solo instante en echar a perder lo bueno. Subí en silencio el último tramo de escalones de piedra que llevaban a mis aposentos y cuando doblé la esquina, los vi en el rellano de arriba. Lena se había puesto una bata, pero un joven teniente de mi ejército la sujetaba con firmeza. La estaba manoseando y le aferraba el trasero con una mano. Esto bastó para que me empezara a bullir la sangre. Lo que hizo que me hirviera fue que Lena estaba allí plantada dejando que se lo hiciera. Se agitaba un poco por la fuerza con que la apretaba, pero ni siquiera se debatía.
ESTÁS LEYENDO
El Final Del Viaje [SUPERCORP]
RomanceLos esclavos en Grecia son considerados objetos, cosas que poseías, y tenías todo el derecho a tratarlos como te viniera en gana. No se los consideraba personas, con emociones y sentimientos reales. Lena es una esclava más en Grecia, pasa de amo en...