1: Parroquia Edelberg

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Perecer es inminente, no lo pude evitar. Fallecer te lleva a otra parte, para mi raza significa volver al infierno. En las oscuras fauces de la desdicha, es caer infinidad de veces por el árbol de la muerte. Por defraudar al gran demonio, por no tener capacidad, por no obtener la maldad necesaria para permanecer.

Soy un fracaso para mi especie.

Se escucha el bombeo fuerte de mi corazón, mi sangre negra recorre mis venas, mis pulmones se llenan de un viento monstruoso, una bocanada de aire llega hasta mí y abro los ojos.

¿Qué pasó? Estoy viva, creí que caía por las fauces del inframundo, el hogar de los demonios que fracasan al morir.

Dejo de analizar todo cuando mis ojos se encuentran con un impactante rojo cerca de mi rostro, un iris tan brillante que lo reconozco enseguida.

―Vampiro. ―Mi voz suena extraña.

Me siento extraña.

―Prefiero Fermín ―se presenta―. ¿Y tú eres?

Frunzo el ceño.

―No te importa. ―Me doy cuenta que no puedo zafarme de su agarre en mis muñecas y me sorprendo―. ¿Pero qué...?

Juro que soy más fuerte que un vampiro ¡Lo juro! Soy una súcubo de alto rango. Me costó mucho llegar a ello, pero lo hice, así que no entiendo lo que está ocurriendo aquí.

―Cálmate, no te haré daño. ―Me sonríe―. Solo quiero saber tu especie.

―¿Qué no es obvio? ―digo molesta―. Eres vampiro, usa tu olfato superdotado y averígualo.

―Es que es extraño, pero no funciona contigo ¿Puedo chuparte la sangre? Quizás sea más fácil de descubrir. ―Se relame los labios.

Me carcajeo.

―Eso es veneno para ti, veamos si sobrevives ―me burlo.

―¿Me estás diciendo que eres alguna especie de demonio? ―Indaga―. Bueno, si eso fuera cierto, ya me hubieras quitado de encima, hasta los diablos más débiles podrían empujarme.

―Qué poca confianza en ti mismo.

―Soy realista. ―Toma mi cuello y me gira la cara, acercando su rostro a mi piel.

―¡Oye, suéltame, maldita seas! ―Pataleo.

Siento sus colmillos clavándose en mi carne y lanzo un alarido de dolor. Esto es una falta de respeto a todo lo que represento, yo soy la que acorrala, nadie a mí. Soy una cazadora, no la presa. Cuánta humillación. Veo mi sangre manchar mi ropa, la cual no reconozco, lo que me confunde.

―¡Ya basta! ―Lo logro apartar un poco―. No sé qué le hiciste a mi cuerpo, pero me las pagarás.

―Solo tomé un poco de sangre. ―Se relame los labios―. Aunque tampoco reconozco el sabor.

―¡No hablo de eso!

Consigo levantarme cuando se aparta, entonces noto que soy más baja que antes, de hecho mi cabello no es tan largo como recuerdo. Creí que solo era mi estado de salud, pero la verdad esto es otra cosa. Corro hasta el espejo que está cerca y me sorprendo.

Soy yo, pero me veo diferente.

Ni mis orejas puntiagudas ni mis uñas largas, no tengo nada sobrenatural en mí. Parezco muy inocente y para nada sexy, soy como alguien común, ni siquiera mi camuflaje de humana es así.

―¡¿Qué me hiciste?! ―Me giro mirando al vampiro y le grito indignada―. ¡¡Exijo una explicación!!

―¿Yo? Solo probé tu sangre, aparte de eso nada. ―Saca un cigarro de su bolsillo y lo enciende sin importancia―. La verdad te encontré en los pastizales y te adentré en la parroquia, es peligroso para nosotros estar afuera.

Seducción VitalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora